Horas después, ya en otro entorno, me topé por azares del destino con un miembro de la oligarquía guatemalteca al que no pude –por más que intenté− evadir. Suponía que la primera pregunta no sería sobre el tráfico bestial de la ciudad de México, la contaminación o los mares de gente en el aeropuerto internacional de la ciudad de México. Por suerte, la charla tomó otros rumbos pues yo sabía que esta persona se encontraba tramitando, conjuntamente con sus hijos, la nacionalidad alemana (por ser nieto de alemanes).
Intenté conceptualizar de forma socrática ´qué hacía ante los ojos´ de mi interlocutor, tan especial adquirir la ciudadanía alemana. ´Puedes entrar a Estados Unidos sin visa´ fue la repuesta a mi pregunta.
Me dieron ganas de beber la cicuta.
En los siguientes 120 minutos no hubo ninguna referencia hacia cuestiones que, por ejemplo para mí serían importantes. Fundamentalmente, la madurez, gallardía y estoicismo con la cual Alemania aceptó su culpabilidad histórica.
Teniendo yo una abuela sobreviviente del campo de concentración de Dachau, podría tener mil y un prejuicios contra Alemania (y los alemanes). Sin embargo, cuando en el año 2000 el presidente alemán Johannes Rau habló ante el Parlamento israelí, en un discurso televisado y pidiera perdón (en alemán) por los crímenes del nazismo, simplemente hubo que quitarse el sombrero. ´Pido perdón y reconozco la contribución histórica de los judíos alemanes, esos buenos y leales alemanes´ dijo Rau. No podré nunca interpretar el sentimiento de mi abuela al escuchar estas palabras pero, supongo que el sentimiento podría ser similar al de los guatemaltecos ixiles el día viernes cuando agradecieron en lengua a la Corte: Por fin fueron reconocidos, por fin ´ese Otro´ llegó a existir no solamente de forma discursiva.
No solamente fue necesario construir la evidencia sobre la participación tácita de la clase política-dirigente alemana sino también, se pusieron en juicio la reproducción ideológica y la incitación al odio. Julius Streicher fue juzgado por incitación directa al odio en sus artículos publicados en la revista Der Stürmer a partir de 1943. A diferencia de Streicher, Hans Fritzsche (del programa radial Hier Spricht Hans Fritzsche) no fue juzgado, aunque simpatizaba con el nazismo: Una cosa es el discurso del odio y otra, llamar específicamente al asesinato en masa como lo hacía Streicher.
Pero para luchar contra el discurso del odio, Alemania no se quedó sólo con el proceso de Nuremberg. Vino la necesidad de hacer las conmemoraciones anuales, las leyes anti-racistas (y su cumplimiento efectivo,) la modificación del esquema educativo, la apertura del bellísimo museo judío en Berlín, la defensa de la tolerancia en el espacio público y, de fondo, educar a las nuevas generaciones para no odiar y ser sensibles ´al Otro´. Uno de los primeros grandes logros (a protesta aún de mucha gente) fue hacer sonar la canción Ich hab kein Heimatland en los teatros de Berlín. Su autor, Friedrich Schwarz, relata el dolor de los judíos alemanes al perder su amada Alemania.
De acuerdo a Eckart Conze, coautor del estudio “El cargo y el pasado” la clave de la reconstrucción “fue la necropsia del pasado de guerra para mostrar ´la grotesca complicidad pasiva de la sociedad alemana en el genocidio´.” Había que reconocer, aceptar y confesar que sí hubo actores puntuales en representación del Estado alemán en un momento histórico, donde por cierto, la sociedad alemana tuvo un silencio increíble, vergonzoso y grosero´ como escribe Heinrich Böll en Opiniones de un Payaso.
La sociedad alemana de hoy es tolerante. Han emigrado más 25,000 israelíes de ascendencia alemana y más de 2 millones de rusos (no solamente de los llamados Aussiedler) lo cual es mucho decir luego de los abusos de guerra cometidos por el Ejército Rojo a los civiles alemanes. Estas dos comunidades tienen sus propios bares, periódicos, estaciones de radio… La Alemania de hoy tiene tal tolerancia que costaría pensar que hubo tales atrocidades en el pasado.
La discusión sobre si en esa pigmentocracia llamada Guatemala hubo o no genocidio es escabrosa, estoy totalmente de acuerdo. Pero dadas las reacciones luego del juicio, y los comentarios de buena parte de quienes adversan el fallo (particularmente en redes sociales) al menos pareciera que mentalmente sí hubo, hay o quisieran hacer uno. Y eso es muy grave, sobre todo sabiendo que los planteamientos valorativos del sistema social permean necesariamente el Estado y sus estructuras.
Comprensible, porque como dice Ernesto Laclau, ´ El Otro´ pone en peligro la conformación de la identidad dominante´.
Más de este autor