Aunque uno que otro instituto político ha dicho con cierta timidez que apoya las demandas sociales de reforma, no se ve que tengan intenciones de aprobarlas de inmediato. La mayoría, en realidad, deja pasar el tiempo y apuesta al cansancio y con ello al olvido.
El Partido Patriota (PP), en el Gobierno, sigue sin levantar cabeza para candidatura presidencial, pero eso no les quita el sueño a las diputadas y a los diputados que buscan reelegirse. De igual forma, Libertad Democrática Renovada (Líder), que se siente ya posicionado en la silla presidencial, también apuesta a que de uno en uno se consumen los días para llegar a las elecciones. Es como si se hubiesen colocado anteojeras que les impiden ver todo el panorama. Solo ven hacia el frente en la fecha sin importar lo que acontece a su alrededor.
No ven, por ejemplo, que la movilización ciudadana continúa, que esa movilización mantiene la esencia del reclamo por la reforma profunda, que la agenda social pasa por la renuncia del inquilino del despacho presidencial, que la protesta se ha descentralizado y crece en las cabeceras departamentales. No ven que las coordinaciones intersectoriales, horizontales, construyen una práctica social y política diferente y sólida. No se percatan de que, con cada escándalo que se destapa, el rechazo ciudadano al sistema político actual se acrecienta.
Con su insistencia en que la ceremonia de elecciones se realice en la fecha que han decidido ellos, desnudan el motor de su actuar: la ambición corrupta y corruptora, un fenómeno que ya no pasa oculto, sino que más bien se distingue en cada discurso, en cada declaración y en cada acto que realizan. Por ejemplo, Baudilio Hichos, quien resultó designado presidente de la comisión pesquisidora que analiza el antejuicio contra Otto Pérez Molina. En virtud del amparo provisional otorgado de forma anómala a Karen Fischer Pivaral, el legislador se hizo el loco en su tarea. Presentó su renuncia a la comisión. Y cuando el amparo fue denegado en definitiva, la instancia legislativa se encontraba en un impasse funcional. Hichos, quien está igualmente inmerso en un escándalo por corrupción, asume que con su salida no concretada la comisión no funcionará.
Es decir, tienen la brasa en las manos y no sienten ni cosquillas. Es como si vistieran piel de danta, a la cual nada puede penetrar. Ellas y ellos, los cabezas del corrupto sistema político en Guatemala, encaramados en sus pedestales, creen que con las votaciones todo volverá a la calma.
Esa actitud, además de que denota su prepotencia y tozudez, evidencia que no tienen un solo gramo de capacidad política, que carecen de la elemental ética y decencia para estar donde se encuentran y que no merecen representar ni a sus familias, muchos menos a la sociedad. Investidos de su aura despótica, pretenden mantener el sistema, forzarlo al máximo e incluso llevarlo a la ruptura. Su egoísmo y miopía política únicamente se comparan con su ambición.
Por el contrario, las redes sociales —las de carne y hueso, no las digitales— se enlazan día a día en busca de articulaciones profundas y en construcción de solidaridad. Llevan la agenda del reclamo contra la impunidad, la corrupción y la exclusión, pero también la de la demanda por los derechos a la vida, al territorio y a la justicia. Son redes que no olvidan a los prisioneros políticos, aquellas mujeres y aquellos hombres en prisión por defender la vida: víctimas por duplicidad, pues, a la corrupción del sistema de justicia que los persigue, ilegalmente se añade el sufrir las infrahumanas condiciones de los penales del país.
Esas redes y esos liderazgos son los llamados a regenerar la arquitectura del sistema político y a imprimirle el verdadero sello de la democracia: esa que ha de ser participativa, inclusiva, multicultural, representativa de género y generaciones. Esa que se levanta para garantizar el bien común y trabajar colectivamente por el desarrollo con justicia social.
Más de este autor