No se comprende de otra manera cómo, el Día del Niño, trompos, chajaleles, juegos de yax y frisbees fueron regalados a infantes hospitalizados en el Hospital General San Juan de Dios contenidos en bolsas donde lucía el nombre y la fotografía de la Vicepresidenta de la República.
La contralora General de Cuentas, Nora Segura, y los parlamentarios Amílcar Pop y Nineth Montenegro salieron al paso anunciando una investigación para determinar si los recursos que se invirtieron son del Estado. Pero, aunque no lo sean, es grotesco el intento de ganar popularidad a costa de niños enfermos y peor aún, necesitados de un juguete que mitigue su desesperanza porque, el afecto al que todo niño tiene derecho debe procurársele sin condiciones. En ese caso, ¿qué incondicionalidad pudo haber en un obsequio que llevaba estampada la foto de la oferente?
El país de lo absurdo porque, no se comprende de otra manera cómo, el Presidente de la República dice no saber del hecho, cuando todos los periódicos vocearon el affaire. Baste ver en los rotativos a dos funcionarios públicos vestidos con chaleco color naranja y sombrero de payaso (muy bien les va) haciendo las de Santa Claus con dichos regalos.
El país de lo absurdo porque, no se comprende de otra manera cómo, el Ministerio de Salud Pública, anuncia más de 7 mil casos de dengue en Guatemala y las medidas que se toman son timoratas e insuficientes para mitigar semejante impacto, no obstante ya hay casos de dengue hemorrágico. Como muestra de la inoperancia en la prevención, el zancudero que día y noche pulula en las zonas periféricas de Cobán. Podría hacerse una colección de diversos géneros y especies.
El país de lo absurdo porque —contra toda lógica— hace un mes aproximadamente, nuestro Presidente, de motu proprio, declaró el apoyo de Guatemala a una posible intervención armada en Siria, cuando todo el mundo deploraba la actitud del presidente Barack Obama. Dichosamente, prevaleció el buen juicio en la ONU.
El país de lo absurdo porque, no se comprende de otra manera cómo, un reo que debió haber ido engrilletado, —de la prisión a los tribunales en Zacapa—, saltó de la palangana del pick up donde lo trasladaban y huyó en una bicicleta que casualmente encontró al tocar tierra. Supuestamente, la bici estaba abandonada. ¡Vayan a ver si este cuento se los cree la Caperucita Roja!
El país de lo absurdo porque, no se comprende de otra manera cómo, el recién extraditado Guayo Cano, al bajar del avión que lo traía de México, comenzó a saludar gestualmente como si estuviera entendiéndose con alguien. Encima de ello, a voz en pecho, advirtió que su vida podría estar en peligro. Con toda holgura dijo: «Ustedes saben quién anda detrás de mí» y, como si tal declaración no bastara, pidió que se averigüe acerca de los dueños de los terrenos (en Huehuetenango y Petén) que le atribuyen como suyos.
De lo expuesto, —inhumano y chusco—, se colige que los guatemaltecos hemos perdido el amor, y para recuperarlo, necesitamos líderes que hablen con el lenguaje del corazón. Líderes capaces de comprender que el diálogo con el prójimo, principalmente con el más necesitado, se debe estructurar en términos muy diferentes a la semántica utilizada por los gritones oportunistas y politiqueros de ocasión. Y fundamentalmente debemos entender: Si queremos retomar el rumbo de nuestra historia, —de lo absurdo a lo sensato—, hemos de cambiar las estructuras que en nuestro país nos tienen maniatados al mundo de Mr. Mxyzptlk. ¿Por cuál empezaría usted?
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