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“El motor del cambio es la conversación”: Evan Wolfson y el matrimonio igualitario

"Cuando obtuvimos el derecho al matrimonio igualitario, en 2015, teníamos un nivel de aceptación del 63 % de la población estadounidense. Y esto fue una cifra que tomó años. En 2006 solo teníamos 35 % de aceptación. Ahora alcanzamos el 67%" Evan Wolfoson
las sociedades que tratan mejor a sus personas LGBTIQ, usualmente mejoran su trato al resto y fortalecen su democracia.
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“El motor del cambio es la conversación”: Evan Wolfson y el matrimonio igualitario

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Guatemala no permite a dos personas del mismo sexo contraer matrimonio. Esto, según el abogado y defensor de los derechos la comunidad LGBTIQ, priva al país de ser una sociedad más respetuosa e igualitaria, y de darle la oportunidad a millones de personas de acceder a la protección del matrimonio. Evan Wolfson apuesta por continuar la conversación.

El 26 de junio del 2015 la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos finalmente reconoció el matrimonio igualitario o entre dos personas del mismo sexo. Desde entonces 25 países más se han sumado a la iniciativa y han permitido las uniones homosexuales; solo cinco de esos son latinoamericanos.

El abogado estadounidense Evan Wolfson, fue uno de los principales impulsores del movimiento, a través de más de cuatro décadas de empuje, convocatorias y legislaturas. Wolfson ha formado parte de organizaciones para los derechos de la población LGBTIQ, para que personas del mismo sexo puedan casarse y para terminar con el prejuicio y la hostilidad. Además, fue el presidente y fundador de Freedom to Marry, la organización que impulsó la victoria de 2015.

Evan, de 62 años, es cálido y sonríe con abundancia. Viste de traje, pero sin corbata. Sus argumentos están llenos de sensibilidad, pero también de datos duros y determinación. El abogado debate con firmeza, una firmeza cosechada tras décadas de lidiar con discursos llenos de odio y hostilidad, con personas que odiaban y oprimían a la comunidad, personas que afirmaban que el matrimonio igualitario sería devastador para la sociedad estadounidense.

“No queremos destruir el matrimonio heterosexual”, dice, “queremos ser parte de esta celebración, y tres años después podemos demostrar que nada malo ocurre; solo cosas buenas”.

Evan visitó Guatemala a finales de 2018 para formar parte del Foro Centroamericano Sobre Derechos de las Personas LGBTIQ, organizado por Visibles, y habló sobre cómo generar cambio, la importancia de continuar la conversación, los derechos de la población LGBTIQ y cómo la sociedad guatemalteca puede beneficiarse al permitir el matrimonio igualitario, que considera “es lo correcto”.  

Evan Wolfan es reconocido como el arquitecto del movimiento por los derechos de las parejas homosexuales, fue nombrado en 2004 como  una de las cien personas más influyentes del mundo por la revista Time.

Visibles

En una entrevista mencionó cómo las personas quieren tener la protección del matrimonio. ¿A qué se refiere con “protección”?

El matrimonio es una forma que permite a las personas afirmar su amor y compromiso con la persona con la que están construyendo una vida. En la mayoría de las sociedades, incluida la guatemalteca, el matrimonio viene con un paquete de protecciones tangibles e intangibles en diferentes áreas de la vida. Les permite criar a los niños o niñas, les ayuda a acumular ingresos, acceder a cuidado médico como familia, derechos migratorios, derechos a la hora de viajar, entre otros. Así que este paquete de protecciones y responsabilidades, al final, protege a la familia y a su habilidad de darle forma a sus vidas. Muchas personas de la población LGBTIQ aspiran a esta protección que solo puede ser obtenida a través del matrimonio.

En Estados Unidos, por ejemplo, cada estado tiene diferentes beneficios, protecciones y responsabilidades para las parejas que contraen matrimonio. Todas varían en algunas cosas. Pero en general, la sociedad provee a las parejas con una serie de protecciones y obligaciones legales: la obligación de cuidar del otro u otra, de mantener a los hijos e hijas, ciertas responsabilidades y beneficios cuando uno muere, la obligación u oportunidad de absorber deudas en pareja, registrarse como familia para recibir cobertura del sistema de salud pública, visas de viaje, oportunidades educativas. En Guatemala, donde no hay matrimonio igualitario, sabemos de niños y niñas cuyos padres o madres son del mismo sexo, y enfrentan discriminación de las instituciones educativas por tener “los padres equivocados” y, muchas veces, tienen problemas al ser inscritos. Todo esto puede ser revertido.

¿Qué tipo de efectos positivos ha tenido la legalización del matrimonio igualitario en la sociedad estadounidense?

Desde 2015 se han registrado más de un millón de matrimonios de personas del mismo sexo. Esto en sí ha dado una tremenda alegría a las parejas. También le ha dado la oportunidad a padres, abuelos, amigos y amigas, compañeros de trabajo y demás, de celebrar el amor y el compromiso de estas personas. Son capaces de disfrutar con ellos y ellas, de ayudarles a sobrellevar los problemas de la vida. Pero también la sociedad se ha beneficiado. Un estudio realizado por JAMA (la revista de la Asociación Médica Estadounidense) determinó que, en los estados que se había legalizado el matrimonio entre personas del mismo sexo (antes de que la corte lo permitiera en todo el país, en 2015), el suicidio entre adolescentes había bajado en hasta un 7 %. No es como que estos niños y niñas hayan ido a casarse de inmediato. Son, pues, adolescentes. Pero esto ayuda a combatir la discriminación y manda un mensaje de esperanza y apoyo a estas personas que también sueñan con vivir con un ser amado. Los beneficios van más allá del simple hecho de contraer matrimonio. Como sociedad nos vuelve más sensibles y empáticos.

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Está hablando de estadísticas. Imagino que el nivel de aceptación también ha aumentado, ¿no?

Cuando obtuvimos el derecho al matrimonio igualitario, en 2015, teníamos un nivel de aceptación del 63 % de la población estadounidense. Y esto fue una cifra que tomó años. En 2006 solo teníamos 35 % de aceptación. Ahora, tres años después, el pueblo estadounidense ha tenido la oportunidad de ver lo que ocurre cuando las personas del mismo sexo pueden casarse. Los que estaban en contra decían que, si permitían el matrimonio igualitario, sería el fin de la institución del matrimonio, que los jóvenes serían dañados, que la religión sería destruida. En tres años la gente ha tenido la oportunidad de ver que nada de eso pasó. No pasó nada malo. Solo pasaron cosas buenas, como ya mencioné. Ahora tenemos hasta un 67 % de nivel de aceptación. Además, este año, por primera vez en la historia, tenemos el apoyo de la mayoría de la población mayor a los 65 años. Siempre fueron el grupo más resistente (ríe).

¿Podemos hablar, junto a la institucionalización del matrimonio igualitario, de igualdad para otras minorías? Parece que son luchas que caminan muy de cerca, o que buscan el mismo tipo de igualdad de derechos y protección a los grupos vulnerables.

Absolutamente. Los derechos de la población LGBTIQ son, sencillamente, derechos humanos. Ya sea que te negaron tus derechos por ser una mujer, o un inmigrante, o por el color de tu piel, o preferencia sexual, te están negando derechos humanos. La razón no es tan importante como el hecho que te están negando algo que pertenece a todos los seres humanos. Cuando pedimos inclusión y respeto para todos, formamos una sociedad, una economía y un país más fuerte. Definitivamente vemos conexión entre la lucha por los derechos de la población LGBTIQ, con los de las mujeres, los inmigrantes, personas de color. También sucede que generalmente las fuerzas de odio y división que someten a un grupo tienden a ser las fuerzas de odio y división que someten a los otros. Las fuerzas que están empujando ideales en contra de la comunidad LGBTIQ, también son fuerzas represivas en contra de las mujeres, o que apoyan la segregación racial y la distinción de clases. Son, muchas veces, fuerzas autoritarias y antidemocráticas. Así que, en general, las sociedades que tratan mejor a sus personas LGBTIQ, usualmente mejoran su trato al resto y fortalecen su democracia.

¿Cuáles eran algunos de los argumentos de quienes se oponían (y aún oponen) al matrimonio entre personas del mismo sexo?

Pues al final, después de muchas conversaciones y debate, fue claro que no había un buen argumento. La gente tiene derecho a estar en desacuerdo, y las iglesias pueden enseñar lo que quieran. Pero la ley debería tratarnos a todos como iguales, la ley no debería ser usada como un arma para imponer la visión de nadie. Tampoco debería imponer las creencias religiosas de uno al resto. La gente tiene derecho a estar en desacuerdo, pero no deberían prevenirme a mi u otras parejas de casarse legalmente. Claro, como mencionas, habían “argumentos”. Dijeron que cosas terribles iban a pasar, pero ahora sabemos que no pasaron. Ahora hasta 25 países permiten el matrimonio igualitario. Y con estos avances tenemos una montaña de evidencia y experiencia que demuestra que nada malo ocurre. Algunas personas son más felices, el amor de estas personas ha sido afirmado, la igualdad ha sido fortalecida y nadie ha perdido nada. En Latinoamérica, por ejemplo, cinco países han terminado con esta exclusión: Brasil, Uruguay, Argentina, Colombia y Costa Rica. Y tampoco han ocurrido estas terribles cosas. Esto dejó de ser una pregunta. No le estamos pidiendo a Guatemala, por ejemplo, que experimente. No es un experimento. Es un hecho. Le estamos pidiendo a Guatemala que haga lo correcto.

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¿Deberíamos mantener a la religión fuera de este debate? ¿Las personas siempre van a remitirse a la biblia para condenar a la población LGBTIQ?

No del todo. Creo en la libertad de creencia. Debemos respetar las creencias religiosas de todas las personas. Pero repito, la ley no debería ser usada como un arma para imponer las creencias religiosas de nadie. La ley debería ser laica. Debemos, más bien, ver a las cosas que todos creemos: el respeto mutuo, tratar a otras personas como queremos que seamos tratados, proteger a los menores y a las familias. Cuando el presidente de Argentina y el primer ministro de España legalizaron el matrimonio entre personas del mismo sexo, ambos dijeron que no lo estaban haciendo para la comunidad LGBTIQ. “Esto es por el bien de nuestra sociedad”, dijeron. “Esto es por el bien de la democracia y para tratar a todos con respeto”. Y eso es lo que cualquier estado debería hacer.

Hemos hablado de cambiar la forma de pensar, pero también debemos abordar la hostilidad. Hostilidad que termina por asesinar docenas de personas de la comunidad LGBTIQ cada año en Guatemala. Son crímenes de odio. Y estoy seguro de que esto es parte de la realidad estadounidense también. ¿Cómo podemos empezar a cambiar eso?

No podemos eliminar el prejuicio. Algunas personas van a odiar a otras, así es la realidad humana. Pero el gobierno y la ley debe estar del lado de la gente, no de los perpetradores, de los violentos. Cuando el gobierno hace algo a favor de los grupos vulnerables, en este caso la población LGBTIQ, está enviando un mensaje que ayuda a reducir el prejuicio, el odio y la violencia. No los va a eliminar completamente. Pero se pone del lado de la gente, no del lado de la violencia. Pero cuando el gobierno discrimina, entonces se convierte en el abusador número uno.

Tan pronto empezamos a decir quiénes eran estas personas, que no eran unos extraterrestres de otro planeta; que son sus hijos, sus padres, sus compañeros de trabajo, vecinos, personas comunes y corrientes con necesidades; entonces se inició la conversación. Fue importante demostrar que eran personas comunes y corrientes. La mayoría de las personas quieren ser justas y hacer lo correcto. Y después de años de pláticas la gente entendió que los homosexuales quieren contraer matrimonio por las mismas razones que los heterosexuales quieren hacerlo. No estamos tratando de adueñarnos del matrimonio, y mucho menos lastimarlo, sino de formar parte de esa estructura social. Acabo de escuchar la historia de un guatemalteco, él era un excelente trabajador, aportaba mucho a su compañía y se enamoró de un estadounidense. Una buena decisión (sonríe). Empezaron a vivir juntos acá en Guatemala, adoptaron a un niño, se casaron en Estados Unidos, regresaron, pero se dieron cuenta que no podían quedarse acá pues la ley no los trata como una familia. La ley tampoco le da la seguridad y protección que el niño merece. Regresaron entonces a Estados Unidos. Guatemala perdió a esta pareja, a esta familia y envió un terrible mensaje al niño. Veamos las pérdidas. Los abuelos no pueden estar con su nieto, la familia no tiene la oportunidad de estar unida, la economía guatemalteca perdió a dos buenos trabajadores. Esto no ayuda en nada. Ayuda sí, en humanizar a estas personas y a través de esos casos podemos fortalecer la lucha.

¿Ve algún tipo de esperanza en Guatemala? Tenemos apenas una diputada abiertamente gay en el congreso. ¿Cómo podemos empezar?

Empezando (sonríe). El mundo sigue cambiando y moviéndose. Guatemala tiene ejemplos frente a ella. No solo de Estados Unidos o Europa. Como mencioné, muchos países en Latinoamérica ofrecen protecciones a la comunidad LGBTIQ, protecciones que Guatemala está negando. Basta con seguir el ejemplo.

Leí que esta es una lucha de 32 años en Estados Unidos. Parece que nosotros estamos años luz de conseguir un matrimonio igualitario en Guatemala. ¿Hace falta más personas que tomen el liderazgo?

Creo que todos nosotros podemos hacer algo para crear el espacio necesario para que otros se levanten. En Estados Unidos no obtuvimos el matrimonio igualitario como un regalo del presidente o de la Corte Suprema. Lo obtuvimos mediante la creación de espacio, compromiso con el progreso. Durante nuestra lucha sí había gente que dio un paso al frente y ofrecieron liderazgo. Pero esto no viene solo del gobierno, viene de la iniciativa privada, de los negocios. Si una compañía está abierta a ser igualitaria, eso crea impulso. No deben esperar que llegue alguien a hacer un milagro. Se trata de que todos nosotros hagamos nuestra parte. El motor del cambio es la conversación. Eso significa que cada uno puede llegar a alguien. Puede que no cambies al presidente, pero puedes generar empatía y crear un impulso en tu círculo de amigos y eso genera más espacio para construir.

¿Deberíamos intentar cambiar a los ultraconservadores?

Con el paso del tiempo, por supuesto que quisiéramos que todos estén del lado de la justicia. Pero no necesitas a todos para genera un cambio. Necesitas suficientes. Con el trabajo que he hecho los últimos 30 años he aprendido que debemos llegar, no a la oposición más dura, sino a los más accesibles, a aquellas personas que están a medias, que quieren ser bondadosos, que no son quienes promueven el odio, pero que puede que tengan algunas dudas. Puede que ya hayan pensado al respecto, pero les falta información. Mientras tengamos más conversaciones con estas personas, se moverán y cambiarán su forma de pensar. Incluso si la oposición más férrea no se mueve. Te acabo de contar que este año, por primera vez, la mayoría de la población mayor a 65 en Estados Unidos apoya el matrimonio igualitario. Esta porción de la sociedad se movió también. Solo que no tan rápido. Ellos eran la resistencia. Y no queremos descartar a nadie. Para quienes quieren lograr un cambio les diría que no golpeen la cabeza con un muro. No se preocupen por los más difíciles. Hablen con los más fáciles. Ayúdenlos a moverse. Mientras más gente hable del matrimonio igualitario, de democracia, del respeto y justicia, de derechos humanos, más van a moverse. No necesitamos a todos.

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