El milagro es que te dejen entrar

Relataba José que al llegar al sitio, el encargado de la entrada le negó el acceso, aduciendo que el negocio requería de una vestimenta más formal.  José iba vestido con pantalón de lona, camisa a cuadros abierta y camiseta debajo, nada fuera de sitio para cualquier bar en casi cualquier parte del mundo.  Tampoco importó que él hubiera hecho reservación, o que estuviera dispuesto a abotonarse su camisa, a pesar de lo que esto mismo suponía, pues estaba cediendo en modificar su manera de vestir con tal de tener acceso a un sitio de entretenimiento, que por definición es para que la gente disfrute y se relaje.  Su “pecado”, ser rasta.  Se percató de esta circunstancia cuando observó que a otros vestidos como él, sí los dejaba entrar.  Al confrontar al empleado sobre esto, el tipo lo ignoró.

Hace una semana una amiga del trabajo, llegó indignada a contarme cómo fue maltratada en el mismo Bar El Milagro.  Había hecho reserva para ir con un grupo de amigos.  Al llegar con el mismo empleado de la entrada, este la scaneó primero y luego le indicó con prepotencia y desprecio,  que el lugar se reserva el derecho de entrada y que al menos un par de sus acompañantes no llenaban los requisitos.  En el  momento en que decía esa frase, volteó a ver de reojo a dos muchachos con rasgos indígenas que acompañaban a mi amiga.  Ella trató de discutir con el empleado, pero para disgusto de su hígado, lo único que obtuvo como respuesta,  fue un repertorio de comentarios machistas, racistas y misóginos.

Otra chica también relató en Twitter, que no la habían dejado entrar por gorda.  A José por rasta.  A mi amiga y sus acompañantes por su color de piel.  Mañana puede ser usted o yo.  Quizás no les guste nuestra forma de vestir, o nuestro aspecto físico, o quizás por nuestra preferencia sexual.  En su momento, el empleado siguiendo órdenes de sus patronos, hará gala de su prepotencia y poder y decidirá quién entra y quién no.

Absurdo que mientras el mundo entero se enrumba hacia el respeto de los derechos humanos, a procurar mayor equidad y menos discriminación, el Bar El Milagro se ufana de su política segregacionista. 

Absurdo que en pleno siglo XXI, exista un sitio que lucre con la discriminación  y que alguna gente, “los elegidos”, consientan quedarse en un lugar donde algunos pueden entrar y otros no.

Absurdo que este bar de la 7ª. Avenida de la zona 1, se llame El Milagro. Los latinos llamaban miraculum a aquellas cosas prodigiosas que escapaban a su entendimiento, como los eclipses, las estaciones del año y las tempestades.  Este antro apenas llega a ser una cantina con pretensiones de grandeza, como dijo un extranjero en Twitter.