«El miedo nos vuelve locos», dijo el papa Francisco en el vuelo a Panamá cuando se le preguntó por las caravanas y el muro del odio que crece contra la migración. Poco después, el 15 de febrero, se reunió en Fraterna Domus (el nombre lo dice todo) con organizaciones de acogida de migrantes durante el Encuentro Libres del Miedo: «El miedo es el origen de la esclavitud […] porque sobre el miedo del pueblo crece la violencia de los dictadores». La palabra fobia significa al mismo tiempo miedo y odio. En esos mismos días la Universidad Rafael Landívar abría el año académico con una lección inaugural de la filósofa española Adela Cortina, autora del neologismo aporofobia (miedo al pobre). El miedo no es al extranjero, sino al extranjero pobre.
Los miedos de las caravanas
El miedo a los migrantes pobres hace olvidar que ellos huyen también por otros miedos. Miedo a las maras y al crimen organizado. Miedo a los gobiernos corruptos y a la justicia arbitraria. Miedo a huracanes, sequías, volcanes y terremotos, no solo geológicos, sino también sociológicos. Las caravanas no huyen tanto de los temblores de la geografía como de los de la historia. Y en el camino vuelven a enfrentarse con el miedo: miedo a naufragar, como los 28 haitianos muertos cerca de las Bahamas hace pocos días. Miedo a las extorsiones, los accidentes y los secuestros. Miedo al hambre en el origen, en el tránsito y en el destino. Son caravanas del miedo.
El miedo a las caravanas
Frente a estos miedos de los mismos migrantes, los países de acogida y de tránsito ven crecer el miedo contra ellos, en parte inventado para usos electorales. La declaración de emergencia que acaba de hacer Donald Trump no se sostiene aunque diga que la situación en su frontera sur «es peor que Afganistán». En noviembre ya se veía la manipulación: una semana antes de las elecciones en Estados Unidos, la palabra caravana se mencionó 1,202 veces en la cadena Fox (cercana a Trump) y 834 en CNN (cercana a los demócratas). Después de las elecciones las caravanas seguían, pero esos medios disminuyeron su mención un 80 %. Por otro lado, el miedo a los migrantes usa datos falsos para mostrar una alta criminalidad que los estudios desmienten. El 12 de febrero, el Center for a Secure Free Society (SFS) organizó en Washington un evento sobre las caravanas en el cual, sin aportar prueba alguna, se afirmó que estaban organizadas por Venezuela y Bolivia. El SFS está en la órbita de los think tanks de la red Atlas, organización financiada por multinacionales y desde la cual se apoyó a Bolsonaro, Macri y Sebastián Piñera. Se miente diciendo que hay 25 millones de indocumentados en Estados Unidos. Se coloca en titulares que los migrantes se enfrentaron con la población en Tecún Umán, cuando los perseguidos fueron los migrantes. O se utilizan palabras atemorizantes diciendo que los migrantes «acechan» la frontera de Guatemala con México. La mentira más grande la dio el secretario de Inteligencia Estratégica de Guatemala al anunciar que se preparaba en Colombia una caravana de 30,000 personas, organizada por «socialistas». Las autoridades panameñas han desmentido a este secretario, que habla tal vez con estrategia, pero con poca inteligencia.
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Pero es cada vez más evidente que otros miedos reales aparecen. En Chiapas ahora hay miedo a que del sur vengan las epidemias, por lo que harán un «blindaje epidemiológico», como si se pudiera poner muro a los mosquitos y a los virus. Los empresarios de Tapachula protestan contra la apertura de López Obrador porque provoca insalubridad y delincuencia.
En Estados Unidos y en Europa, los que dicen tener miedo a las caravanas tienen otros miedos profundos más culturales: miedo a tener hijos, miedo al futuro, miedo a la bomba demográfica, miedo a que los migrantes cambien la cultura y las tradiciones, etc. Eso hace que las fronteras con muro hayan pasado de 11 en 1969 a 70 en 2019, según la Universidad de Quebec en Montreal, y provoca que la misma izquierda se plantee endurecer su postura sobre la migración.
Para construir un mundo fraterno, la gran batalla por ganar es contra el miedo. Por eso nos alegra el valor de personas como Victorina Morales, la guatemalteca indocumentada que denunció a Donald Trump, o el de las dos mujeres injustamente detenidas solo por hablar español en Estados Unidos, con sus papeles en regla, y que por ello han denunciado a la Patrulla Fronteriza. «No tengan miedo», la frase de Jesús que el papa Francisco nos recordaba estos días, es, por lo tanto, la consigna más transformadora contra la aporofobia y contra todas las fobias que impiden la fraternidad.
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