Las guerras no simplemente terminan
Y las guerras no terminan simplemente.
—Cynthia Enloe (1996)
La violencia
“Si quieres hablar con viudas, ve a Xe’caj”, me recomendó el joven sentado frente a mí. Su compañero indicó estar de acuerdo asintiendo con la cabeza. Era el año 1987 y yo pasaba el verano en Guatemala explorando las posibilidades de hacer trabajo etnográfico de campo sobre el tema de las viudas mayas, mujeres cuyos esposos fueron asesinados en la anterior década de violencia política que había azotado al país. Yo estaba viajando por el altiplano en busca de un sitio para investigación, conversando discretamente con personas sobre la violencia. Aun en 1987, tres años después de la campaña contrainsurgente que al parecer había concluido, en el discurso público la gente se refería a la guerra civil sencillamente como la violencia o la situación, y no había debates públicos sobre las viudas o los huérfanos . Las conversaciones con personas extrañas acerca de la violencia eran inusuales y por lo general se tenían en privado.
[frasepzp1]
Los dos jóvenes mayas con quienes yo estaba hablando ese mes de julio eran hermanos, de 16 y 17 años, que habían huido de Xe’caj cuatro años antes, luego de presenciar las muertes brutales de su padre y su madre a manos del ejército guatemalteco. Al igual que muchos de sus vecinos, estos jóvenes habían escapado hacia las montañas, mientras el ejército guatemalteco se movilizaba por el departamento de Chimaltenango intermitentemente desde 1981 hasta 1983, matando, saqueando y quemando en una campaña ahora, conocida con el infame nombre de “tierra arrasada”. Raúl y Manuel—pasando frío, hambrientos y asustados—sobrevivieron durante varios meses ocultándose en las sombras de las montañas cercanas a medida que los soldados recorrían el área. Ahora los dos chicos estaban viviendo a cierta distancia de su pueblo con un sacerdote que les había ofrecido resguardo.
“Pero si trabajas en Xe’caj”, me advirtieron, “será difícil: el ejército está en todas partes”.
Regresé a Guatemala un año después a fin de iniciar el trabajo de campo para este libro sobre las vidas de algunas viudas mayas que viven en Xe’caj. Después de mi conversación con esos jóvenes hermanos, había imaginado que Xe’caj sería riesgoso como un posible sitio de campo. Al principio, mi plan consistía en centrarme en las vidas de mujeres que enviudaron debido a la violencia, pero mi interés primordial era comprender sus estrategias de supervivencia económica tras la guerra. De ser posible, quería evitar las áreas que aún estaban llenas de tensión, como Xe’caj. Originalmente había supuesto que la violencia del pasado y el control militar del presente sólo servirían como un trasfondo para mi estudio. Sin embargo, durante los primeros meses que viví en Guatemala, sin ver más las cosas como turista, llegué a comprender que la violencia y el miedo estaban presentes en las vidas cotidianas de la gente. A través de una serie de acontecimientos fortuitos, finalmente sí trabajé en Xe’caj, convencida por amistades guatemaltecas de confianza que, si bien no era un lugar emblemático, tampoco su forma de vida era única entre muchos de los pueblos y aldeas del altiplano.
Aunque organizaciones de derechos humanos, como Amnistía Internacional y Americas Watch, han documentado minuciosamente la violencia en Guatemala, todavía se desconoce el alcance real de esa violencia. Las estimaciones actuales dan cuenta de más de 100,000 personas asesinadas y 40,000 desaparecidas en el curso de una de las insurgencias más prolongadas en América Latina. Sólo durante la década de 1980, decenas de millares de personas refugiadas—hombres, mujeres, niñas y niños—huyeron cruzando la frontera mexicana, mientras otro millón de personas quedó internamente desplazado por varios períodos durante esa década. Se estima que hoy día en Guatemala hay 80,000 viudas, así como 250,000 huérfanos y huérfanas que perdieron a su madre, su padre o ambos. Estas cifras nunca reflejan el carácter real de la violencia que tuvo lugar; más aun, tal como me dijo un funcionario de PAVYH (el estatal Programa de Asistencia para Viudas y Huérfanos Víctimas de la Violencia Política)en Chimaltenango poco después de la masacre de 22 campesinos en 1988 en la cercana aldea El Aguacate, de San Andrés Itzapa, “Estamos produciendo nuevas viudas cada día” .
[frasepzp2]
Las representaciones del poder militar eran, y hasta cierto punto continúan siendo, fácilmente visibles y ubicuas en el altiplano occidental. Desde las grandes y fortificadas zonas militares, que dominan las capitales departamentales, los destacamentos militares más pequeños y menos conspicuos situados en las llamadas áreas de conflicto, hasta los puestos de milicias civiles construidos con lodo y madera que cuidaban las entradas de muchas aldeas, la descripción que Americas Watch hizo de Guatemala como una “nación de prisioneros” sonaba escalofriantemente cierta (1984).
*Ediciones del Pensativo (2014). 420 páginas.
*Linda Green es profesora adjunta de Antropología y Directora del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Arizona. . Su monografía El miedo como forma de vida: las viudas mayas en zonas rurales de Guatemala, fue publicada por Columbia University Press (1999). Morir en el silencio de la historia: la tuberculosis entre los pueblos del sudoeste de Alaska Yu’pik está en preparación. Su investigación actual explora las heridas en su mayoría invisibles de la guerra, que es la forma en que los veteranos Yu’pik de los pueblos de todo el sudoeste reintegran a las comunidades las tensiones que se acompañan de combate. Ella también está estudiando las vidas y el sustento de los inmigrantes que han entrado a los Estados Unidos y luego son deportados a Guatemala.