La muerte de Nelson Mandela trae al debate muchas de sus enseñanzas. Colombia tiene mucho que aprender de Mandela y de Sudáfrica. La transición del apartheid a la democracia en Sudáfrica se construyó con una profunda visión igualitaria de la sociedad. En ella, los derechos de gays, lesbianas, bisexuales y transgeneristas fueron parte y desarrollo del ideal de nación por el que se luchaba, no contrarios a ellos, como con frecuencia se argumenta en Colombia.
Sudáfrica es el primer país del mundo que incluyó la orientación sexual como categoría protegida en el texto de su constitución de 1996. En 2005, la Corte Constitucional de Sudáfrica reconoció el derecho al matrimonio para las parejas del mismo sexo, hecho que convierte a este país en el único del continente en hacerlo. Además, este reconocimiento se hizo como parte de los procesos de reconstrucción nacional del posconflicto.
La decisión fue escrita por el magistrado Albie Sachs, quien fue nominado por Nelson Mandela. Sachs recogió la experiencia acumulada por la activa presencia de lesbianas y gays en las luchas contra elapartheid, así como el sentir colectivo que la igualdad soñada debía extenderse a todas las personas sin exclusiones ni jerarquías entre unas diferencias y otras.
Durante el apartheid, las razones para la discriminación por orientación sexual e identidad de género no fueron las mismas que las exclusiones por raza, pero los movimientos sociales compartieron luchas comunes para transformar injusticias prolongadas. No Liberation without Lesbian and Gay Liberation (no hay liberación sin la liberación para lesbianas y gays) fue una agenda de alianzas que consolidó tanto a unos movimientos como a otros y posicionó temas de género y sexualidad en el centro de las transformaciones estructurales.
Para los movimientos antiapartheid, en particular para el Congreso Nacional Africano, el partido de Mandela, no era posible crear excepciones a la noción de igualdad, pues de lo contrario se estaría traicionando el ideal por el que luchaban los movimientos de liberación. Además, se invisibilizaría la contribución de los movimientos de gays y lesbianas a las luchas contra el apartheid.
Aunque los asuntos de sexualidad y relaciones de género fueron un tema complejo y en los cuales los movimientos de liberación repetían modelos patriarcales y acciones violentas, Mandela y su partido no permitieron que los prejuicios sacrificaran el ideal de igualdad. Esto implicó tensiones internas por ser temas poco populares o percibidos como conflictivos. Sin embargo, la constante referencia a la noción de igualdad que se buscaba implementar, sirvió para lograr consenso en las decisiones. En estos debates, las manifestaciones del Arzobispo Desmond Tutu, líder de la Comisión de la Verdad, contra la discriminación por orientación sexual y en apoyo a los derechos de gays y lesbianas, fueron fundamentales para movilizar apoyos sociales y políticos a favor de los cambios que se implementarían.
La Constitución y la decisión de la Corte Constitucional sudafricana condensan años de discusiones, movilizaciones sociales y aspiraciones igualitarias de varias generaciones. La decisión de la Corte es una joya de la justicia global:
“Una sociedad democrática, universalista y protectora abraza y acepta a las personas por lo que son […] La igualdad significa igual consideración y respeto a través de la diferencia […] Ella afirma que la diferencia no debe ser la base para la exclusión, la marginación y el estigma […] [La igualdad] celebra la vitalidad que la diferencia trae a la sociedad […] El reconocimiento y la aceptación de la diferencia es particularmente importante en nuestros país, donde por siglos la pertenencia a un grupo, basada en supuestas características biológicas como el color de la piel, ha sido el fundamento expreso de ventajas y desventajas. Sudafricanos vienen en todas formas y tamaños”
Colombia vive simultáneamente un proceso de paz y un debate sobre el matrimonio igualitario. La lección sudafricana es fundamental para ambos debates: sólo alcanzaremos la paz en un proceso político y emocional que permita reconocer nuestro pasado de discriminación y la construcción de un futuro común de igualdad.
Para ello se requiere que los movimientos que luchan por el reconocimiento de derechos de gays, lesbianas, bisexuales y transgeneristas asuman un papel activo en las discusiones de paz, y que las discusiones de paz dejen de ver los temas de género y sexualidad como un asunto marginal. También es necesario que los sectores políticos entiendan que la igualdad es un asunto que nos define como nación y que debe asumirse en todas sus dimensiones. Así como las relaciones de género y sexualidad han sido espacio de violencias, ellas deben estar en el centro de la paz.
El legado de Mandela es la profunda lucha contra la segregación y la discriminación, es la lucha por la paz. Esa es la tarea que los colombianos tenemos que emprender.
*Antropólogo, magíster en Estudios de Conflicto, candidato a doctor de la Universidad de Sídney. Su tesis doctoral explora los usos de la homofobia en conflictos armados en Sudáfrica y Colombia.
Nota de edición: agradezco a José Fernando Serrano por aceptar la invitación a hacer esta entrada juntos a partir de su trabajo de campo en Sudáfrica.
Publicado en La Silla Vacía, 5 de diciembre de 2013.
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