Los chistes de la Menchú, por ejemplo, son ya clásicos en el haber de los chapines. Son chistes que se refieren a Rigoberta Menchú, la premio nobel de la paz reconocida mundialmente, pero que en su país es más conocida por estas burlas a su condición de mujer indígena —como si fuera pecado—.
También está el chiste que la semana pasada hizo un locutor sobre el medallista olímpico Erick Barrondo, también por su origen indígena, y que ha sido bastante comentado en las redes (y la mayoría de los comentarios son mucho más racistas que el chistecito en sí). Al final, el mentado locutor, para evadir responsabilidad —acompañada de una disculpa a regañadientes—, dijo que su cuenta es «una cuenta de chingadera y de humor ácido» y que entones nadie tiene que ofenderse por nada que él diga. Ajá. La verdad es que a mí me cuesta entender eso del humor ácido porque, en realidad, lo que hay detrás de eso, de lo que muchos hacen alarde, es racismo, machismo, clasismo, homofobia, violencia y no sé cuánta cosa más.
Hace poco leí una discusión en Facebook. En una página que se jacta de su humor ácido chapín se publicó la foto de una conductora de televisión y se le pedía al lector dar like si creía que era «la conductora más zorra y más ridícula de Guatemala». Los likes y los comentarios burlescos llovieron. Uno de los usuarios decía que sí era cierto, pero que igual se «la cogería». Otro dijo: «Ya no tarda la pisada esta en denunciarlos por difamación a lo #barrondostyle, jajaja». Sin embargo, cuando dos usuarias comentaron que lo que había detrás de la imagen era denigración contra la mujer y violencia, el administrador de la página dio esta respuesta:
«¿Qué necesidad [hay] de seguir una página culera como esta si tu sentido del humor es diferente al nuestro? Entendé: esta es una puta página de chingadera. Si te tomás en serio lo que publicamos, es porque tenés mierda en la cabezota. (Más que nosotros, porque sabemos que es chingadera). Vergas. ¿Por qué hay que explicarles las mierdas con manzanitas? ¡Mujer tenías que ser! Ahora a servirle cena a tu marido o te verguea».
Un momento, por favor. ¿O sea que tenemos que aguantar cualquier cosa ofensiva solo porque alguien dice que es en chingadera? A mí no me cuadra. Es la «máscara de la chingadera», como dice Pablo Rangel en su análisis del chiste que se hiciera de Barrondo.
El caso de la elección de los reyes feos de la USAC es otra vitrina de este humor chapín o de estas chingaderas. Lo que algún día fue una tarima para la denuncia social —con su característico tono irónico y su lenguaje soez—, según la crónica realizada por Plaza Pública, hoy son discursos más tirados «a la agresión, a lo vulgar y sin sentido, al irrespeto en contra de las mujeres. Se perdió el mensaje. Antes, si un rey feo no hacía denuncia política, ¡a qué chingados venía! Luego, el público empezó a pedir chistes».
La crónica narra algunos segundos de esa noche así: «Y dirigiéndose a la única mujer que levantó la mano: “A vos no te vamos a moronguear. A vos te van a violar todos estos cerotes encapuchados. ¡Traigan vaselina!”. Risas en el público».
Lo divertido del mal llamado humor chapín está en insultar y agredir como sea a cuanta persona pueda encontrándole características que le hagan parecer inferior. Violencia. Todo apunta a que, en efecto, tenemos muchas heridas que sanar, como dice Andrea Ixchiú. Y es que una cosa es hacer uso de la libertad de expresión y otra muy diferente darle rienda suelta al racismo, al clasismo, al machismo, a la homofobia, etc. Y encima hay que aceptarlo porque es chingadera y la propia forma de expresarse.
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