El día que Facebook se detuvo

El día que Facebook se “detuvo” mis ojos golpearon la ventana y pude ver el Sol y las nubes.  Me incorporé poco a poco y salí del cuarto sin tener muy claro lo qué haría para pasar el rato en tanto mi día normal “as soon as we can”, se restauraba y reparaba. 

Crucé el pasillo y encontré a la abuela escuchando radio.  Se sorprendió al verme pues por lo regular solo escuchaba cuando entraba o salía de la casa.  Ante sus palabras de alegría, no pude más que darle un abrazo y acariciarle el cabello gris.  La sensación de mis dedos entre sus cabellos me hizo recordar cuánto la quería y que ya me había acostumbrado a “acariciar” el plástico frío de las teclas de la laptop y de la pantalla multitáctil de la Tablet.  La acaricié nuevamente y ella me dio un beso en la frente.

Seguí mi camino y entré a la cocina.  Mi mamá estaba lavando los platos.  Eran las 2:06 pm, y recordé que nuevamente no había almorzado con la familia, pues tenía que “chatear” con unos amigos.  Me puse a secar los platos y a colocarlos en el estante.  A pesar de su molestia conmigo por haber elegido prender la computadora a estar con ellos en las comidas, me agradeció la ayuda y me dijo que tomara limonada y comiera al menos un “pache”, pues aguantar hambre no era bueno.

Llegué a la puerta de mi casa y me senté en las gradas.  Entonces noté que la luz del Sol iluminaba toda la cuadra.  Que en la esquina había una tienda que se llamaba “Alberto´s”, y que el letrero estaba mal escrito “Se venden elados”.  En ese momento sentí que mis ojos estaban viendo algo mucho mejor que la pantalla que me entretiene con pixeles que van de un lado a otro en el cristal líquido y que no era necesario bajarle la intensidad al Sol, tal y como lo hago al presionar F1.

Mis pupilas estaban navegando en los impresionantes colores del cielo, cuando vi la silueta de mis amigos Pedro y Andrea.  Se sentaron a la par mía y permanecimos viendo la calle.  Es curioso, pues con ellos estaba chateando hace rato y parecía que nos faltaba tiempo.  Ahora, por el contrario, no sé qué decirles.  En realidad, sólo a uno de ellos considero amigo con confianza, pero igual, no sé de qué hablar.

Y así nos encontró mi hermano que regresaba de la Universidad.  Sentados en las gradas de la casa en silencio y con la mirada puesta en cualquier parte.  Nos invitó a comer un “elado” en la tienda de la esquina.  Traté de recordar sin éxito cuando fue la última vez que caminé a la par de mi hermano.

De regreso de la tienda escuchamos el grito frenético del hijo de la vecina, ¡ya funciona Facebook! 

No recuerdo dónde dejé el “elado”.  No estoy seguro de si le agradecí a mi hermano.  No tengo la certeza de si saludé a la abuela o si mi mamá estaba todavía en la cocina.  De lo único que estoy seguro es de que el reloj de la “compu” marca las 2:26 pm.  Fueron 20 minutos los que dejó de funcionar Facebook y en los cuales nadie pudo espiarme.  Veinte minutos que fueron una eternidad con sensaciones y fotogramas que me costó reconocer.  Ahora, frente a la pantalla, estoy chateando con Pedro y Andrea nuevamente.