Es necesario considerar que el señor Lima Oliva, licenciado en Administración en Turismo y Hotelería de la Universidad Francisco Marroquín no se presenta como tal, sino lo sigue haciendo como egresado de la Escuela Politécnica, distintivo que ostentaba en la camiseta que vestía al momento de su detención y el que mostró agresivamente ante las cámaras cuando incriminó a otro ex militar, el ahora Ministro de Gobernación, de ser no sólo corrupto sino comunista. Lima cumple pena por su participación en el asesinato de Monseñor Juan Gerardi, en la época en que formaba parte del círculo más estrecho y secreto del Estado Mayor Presidencial (EMP).
Es de esa época, afirmó él mismo en declaraciones a la prensa, que proviene su ya significativa fortuna, pues como parte del comando antisecuestros, al lograr la liberación de algunos secuestrados dice haber recibido regalos de los liberados. A partir de allí, entonces, es donde la madeja puede comenzar a desenredarse. ¿Era oficial y legal esa estructura en el EMP? Los que le donaron esos bienes deberían ser llamados a testificar, pues de no ser así, el lavado de activos arranca desde esa época, en la que en su primer momento –cuando sirvió en la estructura militar que rodeó al Presidente Ramiro De León– fue subalterno del actual Presidente de la República, por lo que debe hacerse un claro deslinde de responsabilidades.
Estando ya recluido se vio involucrado, en 2003, en la decapitación de Obdulio Villanueva y dos reclusos más. Hay que tener presente que Villanueva era solo especialista del Ejército y fue también condenado por el asesinato de Monseñor Gerardi, habiendo sido detenido anteriormente por la muerte de un vendedor de leche cuando custodiaba al presidente Arzú. Acusado como el hechor material del asesinato del obispo Gerardi, su historia nunca fue analizada en profundidad, como tampoco se dio seguimiento a las pistas que otros reos dieron respecto a la culpabilidad de Lima en su decapitación.
Lima Oliva ostenta y presume de su anticomunismo, al grado de que, como lo hace otro exmilitar que dirige una fundación, el mundo está dividido entre ellos y los comunistas. Todo el que no les apoya o simpatiza lo es, y en esa esquizofrenia ideológica han sido acompañados de cerca por los principales ideólogos del neofascismo neoliberal chapín, quienes no sólo han respaldado su autoritarismo y despotismo dentro del penal sino estimulado su discurso anticomunista.
Byron Lima se reivindica como un defensor de la honestidad y la disciplina, para las que el terror, la tortura y hasta el asesinato son simplemente instrumentos en su trasnochada lucha ideológica, de la que se sirven y tras la que se protegen él y sus secuaces para realizar cuanto crimen y delito se les ocurra. Él, sus allegados y los pseudo académicos que lo adulan y utilizan no condenan la tortura, ni siquiera el asesinato del Obispo Gerardi, pues lo ven como parte de su lucha contra el comunismo. De allí que las mutuas acusaciones que con el ahora Ministro de Gobernación se han lanzado de “haber matado amarrados” es sólo una muestra más de que durante toda la década de los años ochenta y buena parte de los noventa, en el Ejército se estimuló la tortura y el asesinato de combatientes luego de su detención en o fuera de combate, así como de civiles opositores no combatientes. Crímenes que, por cierto, ni el sistema judicial, ni el Ejército, se han atrevido a aclarar, mucho menos a juzgar.
La supuesta guerra detrás de la que se enriqueció Lima, aún recluso, debe ser juzgada de manera más seria y profunda, y no sólo por el sistema de justicia sino por el Ejército mismo. Imagino que para muchos oficiales honestos, los que no se han vinculado a negocios sucios y crímenes abyectos, que el ex oficial haga gala de su profesión militar puede resultar vergonzoso, y resulta extraño que a estas alturas de nuestra historia, luego de más que quince años de firmada la paz, oficiales como este no hayan perdido sus galones y sus fechorías sigan siendo solapadas.
Si el pacto de silencio con el que la alta oficialidad de 1998 cubrió a los asesinos de Monseñor Gerardi no se supera, ahora que uno de sus responsables ha quedado en evidencia como un vil extorsionador, la institución armada puede comenzar a perder toda la credibilidad que hasta hace poco ese mismo silencio les permitió mantener. El Ejército tiene ahora la oportunidad de hacer su propio exorcismo, de modo que pueda efectivamente transformarse en una institución moderna a la que no la ensombrezcan las acciones criminales de algunos que, en cierto momento, engrosaron sus filas.
Otra cosa es que el partido en el gobierno y los gobernantes traten efectivamente de tomar distancia de este tipo de criminales. Posiblemente ya es demasiado tarde, pues el apoyo nada transparente que éste y otros ex militares les ofrecieron ha marcado de tal manera a la actual administración que ya resulta más que evidente que los apoyos se hicieron para obtener posteriores beneficios, para nada legales, mucho menos legítimos. La aprensión del director del Sistema penitenciario, también ex oficial del Ejército, es un hecho que complica sobre manera al régimen y en particular al ministro de Gobernación, no sólo por su cercanía sino porque se le nombró a propuesta del señor Lima, casi al estilo de Pablo Escobar, quien escogió a sus propios carceleros.
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