El único logro de esa prohibición será quizás reforzar la idea de que quien tiene poder impone y los demás obedecen sin preguntarse. Una vez ido el papá bravo, la prohibición desaparecerá y todo seguirá igual. No habrá ninguna mejora en esa parte de la calidad de la educación que tiene que ver con lograr la equidad de géneros.
Pero así como la prohibición no conduce a mejorar la calidad de la educación, tampoco los reinados. En eso estoy de acuerdo con Fajardo: los colegios no deberían organizar ni promover reinados de belleza. Y la razón por la que estoy de acuerdo no es porque los colegios deban ser solo para estudiar. ¿Desde cuándo a los colegios se va solo a estudiar? Los colegios son uno de los espacios más importantes de socialización donde otras cosas, además de estudiar, deben ocurrir. Y la razón tampoco tiene que ver con que los reinados ya no tengan el mismo significado de otros tiempos o que incentiven la vida fácil y el deterioro de los principios, como lo han dicho otros mandatarios y el Procurador. La razón por la que no me gustan los reinados de belleza en los colegios (y mucho menos en los jardines) es porque es una de tantas prácticas que promueven la inequidad de género en un espacio en el que todo lo contrario debería ocurrir.
El mejoramiento de la calidad de la educación en Colombia debe incluir el tema de género como uno de los puntos fundamentales. Es importante empezar a reflexionar seriamente sobre las prácticas que en los colegios están generando diferencias importantes en el logro académico de hombres y mujeres. En un artículo recientemente publicado en Americas Quarterly Hugo Ñopo plantea de manera muy acertada que al menos parte del origen de las desigualdades entre géneros en salarios y presencia en la fuerza laboral puede rastrearse en el sistema educativo. El artículo recoge evidencia que muestra que si bien las mujeres permanecen más tiempo en el sistema educativo, obtienen menores puntajes en pruebas como PISA y en particular en la sección de matemáticas. Es decir, más mujeres avanzan y terminan el colegio pero les va peor en pruebas estandarizadas y en particular en matemáticas. Qué explica esa paradoja? La respuesta está en la socialización de género que en buena parte tiene lugar en los colegios (pero que también pasa por la familia, los medios de comunicación y la cultura en general).
Autores desde diversas disciplinas han mostrado que los estereotipos de género juegan un papel fundamental en que mujeres y hombres terminen sintiéndose buenos para ciertas cosas y especializándose en otras. Los estereotipos de género se cultivan y reproducen a partir de prácticas cotidianas que señalan que las mujeres son buenas para el lenguaje, para los trabajos relacionados con cuidar a la gente, para resolver problemas de los demás y claro, objetos de deseo para los hombres; mientras que los hombres son buenos para los números, para dirigir, y para tomar decisiones complicadas. Los chistes sexistas en el salón de clase son un buen ejemplo de una práctica cotidiana que contribuye a que las niñas y niños desde el jardín infantil empiecen a creer que son mejores para una cosa que para otra en razón de su sexo. Los reinados de belleza son otro ejemplo de una práctica que contribuye a afianzar la idea de que las mujeres deben ser valoradas por su belleza y apreciadas como objetos de deseo. Los colegios y los profesores deben hacerse responsables de la no reproducción de estereotipos de género. No es válido el argumento de que son las niñas a las que les gustan y prefieren los reinados (el rosado, las princesas, contar chismes, servir el té, etc.) y que los colegios solamente están promoviendo sus gustos y su creatividad al fomentar este tipo de actividades. Es verdad que a las niñas les gustan más este tipo de cosas, entre otras razones porque es lo que han visto en sus casas y en los medios. Pero la responsabilidad de los profesores y colegios es la de promover en niñas y niños otros gustos, y permitirles convencerse de que son buenas y buenos para otras cosas. Que niños y niñas aprendan a pensar críticamente y desmontar los estereotipos de género y no solo a reproducirlos es una responsabilidad de los colegios, y por supuesto de las familias y los medios.
Así que reinados de belleza, chistes sexistas y piropos (para volver a una discusión famosa de La Silla) deberían desaparecer de la cotidianidad de nuestros salones de clase. De la misma manera el ejercicio autoritario del poder en el que se impone una prohibición sin generar ninguna otra alternativa para el cambio. Se necesitan soluciones más pensadas y creativas para que el sistema educativo no siga creando y reproduciendo desigualdades entre hombres y mujeres.
* Publicado originalmente en La Silla Vacía, 4 de octubre
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