Desde el siglo XIX, los gobiernos del norte global implementaron modelos de desarrollo que satisficieran sus necesidades de alimentos y materias primas para seguir creciendo. Mientras tanto, el resto del mundo al que llamamos el sur global, obedeció a la imposición de estrategias económicas ricardianas y kaldorianas.
La causa detrás de las estrategias ricardianas de desarrollo fue el apetito voraz por productos agrícolas y materias primas de los países en proceso de industrialización. Este apetito fungió como incentivo en las economías del sur con el fin de proveer, a través de cadenas globales de valor, los productos y servicios solicitados por el norte. En este proceso, se establecieron jerarquías locales, internacionales y multinacionales de proveeduría de alimentos y materias primas; instituciones multinacionales de control del comercio; organismos que forzaron reglas de comercio en las economías del sur y, estratégicamente, se fundaron bases militares a lo largo y ancho del planeta para vigilar el flujo constante de provisiones. Este proceso obedeció a os siguientes pasos.
El primer paso para establecer estas cadenas ricardianas de valor inició con el uso del poder coercitivo del gobierno para crear fuerzas laborales en áreas específicas de producción en todo el sur global. A este proceso, le siguió la creación e imposición de derechos y obligaciones de propiedad privada que desde la época colonial no habían sido concretadas. Cientos de miles de kilómetros cuadrados fueron privatizados en todo el planeta en los últimos siglos y a quien se atreviese a negar este derecho “natural” a la propiedad se le metía preso o era asesinado. Mientras tanto, la “mano espontánea del mercado”, que no era nada más que el alza de los precios, se encargó de establecer el resto de las reglas del juego.
Rápidamente se establecieron los ejes desarrollados que dominan las economías del mundo. Por un lado, en los países que tenían mucha fuerza laboral disponible los “desarrolladores” del norte se enfrentaron con que las poblaciones eran usualmente hostiles al concepto de la propiedad privada; por el otro lado, en aquellos lugares donde había mucha tierra disponible para repartir propiedad privada no había mucha gente para poblarlos. Así, la solución que favoreció el mercado resultó desde el siglo XIX en las migraciones globales más grandes jamás vistas en la historia de la humanidad. Millones de personas fueron movilizadas por el mercado desde y hacia los cuatro puntos cardinales. En cuestión de décadas, estas movilizaciones abastecían al mundo de las exportaciones necesarias para continuar fomentando las instituciones de propiedad privada y el asentamiento de más migrantes en sus nuevos hogares.
El segundo paso fue más sencillo y, quizás, menos violento en el sur. De la misma manera en que funcionan las pirámides financieras, empezaron a surgir niveles de desarrollo que condicionaron a unos países a ser más pobres que otros. Se asentó a la fuerza laboral y se le educó y alimentó para que proveyesen los servicios y productos demandados por las cadenas globales. El mercado se encargó del resto: el alza de los precios mantuvo a las fuerzas laborales lo suficientemente educadas y sanas como para trabajar; y lo suficientemente analfabetas y malsanas como para que no pudiesen organizarse. Así, el no tan libre camino ricardiano de desarrollo resultó en un mundo donde la migración –forzada–, el trabajo –forzoso–, la integración –obligatoria– a la economía mundial y el “desarrollo” –obligado por instituciones como la propiedad privada– redundó en más riqueza en el norte y en las condiciones que hasta el día de hoy siguen manteniendo a países como Guatemala en las condiciones que vivimos. Desafortunadamente, 600 palabras no bastan para intentar describir procesos tan complejos. Sin embargo, espero que sean una luz más para entender por qué estamos como estamos.
(1) Artículos publicados en Plaza Pública: “Los síndromes del cemento” y “Los caminos al desarrollo que ha seguido Guatemala”.
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