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Una calle del barrio Chinatown, New York, el 13 de marzo. Eduardo Say

EEUU es el centro mundial de COVID19. Y eso es mala noticia para Guatemala

Marzo de 2020 se convierte en el primer mes en más de una década que muestra decrecimiento en la comparación interanual
De lo que pase EEUU depende una sexta parte del sostén de las familias receptoras de remesas en Guatemala
Una joven asiática en el desolato subway de la estación Rockefeller Center, NY. Eduardo Say
El ingreso al Subway de conexión a la línea del tren R, el 21 de marzo. Eduardo Say
La entrada de acceso a la parada de Sutphin Boulevard. Eduardo Say
La desolación de la parad de Forest Hills 71Av. el 21 de marzo. Eduardo Say
Un solitario pasajero, única presencia en todo un vagón, en la parada del tren R, Forest Hills 71Av. Eduardo Say
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EEUU es el centro mundial de COVID19. Y eso es mala noticia para Guatemala

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El primer contagiado de COVID19 en EEUU se detectó el 20 de enero. El primer positivo en Guatemala sucedió casi dos meses después: el 12 de marzo. Tres semanas más tarde, EEUU registra 216,000 casos positivos y Guatemala 46. ¿Por qué debemos ponerle atención a lo que sucede allí, si vivimos en Guatemala? Porque allí se produce entre el 12 y el 15 % de la economía de nuestro país. Los efectos ya se sienten.

EUUU es el centro mundial de COVID19. Y eso es mala noticia para Guatemala

En 2019 recibimos 10,500 millones de dólares en remesas, un 13 % más que en 2018. Hubo cuatro meses en los que nos llegaron más de mil millones de dólares. El número de guatemaltecos que envió dinero a Guatemala superó los dos millones.

¿Es abrumador? Bueno, pues hay más.

A principio de 2020, el presidente del Banguat pronosticaba para este año un crecimiento superior al 10 % y que el ingreso de dólares por remesas superaría por primera vez al de todos los demás rubros de exportación juntos. Hasta las dos primeras semanas de marzo, la tendencia apuntaba a que rebasaríamos un incremento del 15%: las remesas iban a aportar más de 11,500 millones de dólares a la economía nacional en el 2020. 

Hoy por hoy los estados de EEUU más afectados por esta pandemia son sobre todo los lugares donde viven y trabajan millones de guatemaltecos.

El contador de la Universidad Johns Hopkins nos dice que en estos días de finales de marzo los Estados más afectados por el contagio de COVID19 son Nueva York, donde se calcula que residen más de 200,000 guatemaltecos; California, donde vive cerca de un millón de connacionales; Florida, con más de 150,000 guatemaltecos; e Illinois, Nueva Jersey y Maryland, estados que aúnan otro millón más.

De esos lugares procede más del 60% de las remesas que recibimos. Su confinamiento total o parcial afectará en gran medida el flujo de dólares hacia Guatemala.

Millones de connacionales han migrado a alguna ciudad de los Estados Unidos en las últimas décadas. En 2002 1.2 millones ya se había desplazado a vivir allí, lo que representaba un 10 % de nuestra población. Dieciocho años más tarde, es un 20% de los guatemaltecos el reside en EEUU. 3.5 millones, según podemos colegir de los resultados del censo y los que recoge el Ministerio de Relaciones Exteriores en sus consulados.

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En la última década las razones económicas son las que han impulsado principalmente la partida. La gran mayoría se ha marchado en busca de una oportunidad laboral para producir recursos con los cuales mantener a su familia en Guatemala.

Cada remesa familiar es el dinero que envía la hermana, el hermano, el papá, el esposo, la mamá o el hijo a su beneficiario en Guatemala para sostener el hogar. Ese dinero proviene de labores en algunos de los sectores productivos. Los principales son la agricultura, la construcción y los servicios.

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Se calcula que un guatemalteco en condición irregular (que es en la que está alrededor del 90 %) gana cerca de 8 dólares por hora de trabajo. En las condiciones de pleno empleo de los últimos años, un connacional podía recibir hasta 400 dólares a la semana.

Los guatemaltecos utilizan el método tradicional para enviar el dinero: acuden a alguna de las 50,000 tiendas que las empresas remesadoras hay habilitado. Son las mismas tiendas en las que cada semana también cobran sus cheques u órdenes de pago, ya que por su situación irregular no pueden usar el sistema financiero. Con el efectivo en mano, solicitan una remesa electrónica: reciben una clave, se la cual envían a sus beneficiarios en Guatemala, que en cuestión de minutos se puedan acercar algún centro de cobro a pedir el dinero.

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Algunos de estos 50,000 puntos de recepción de remesas en los Estados Unidos funcionan en simultáneo como tiendas de víveres, venta de celulares, pero otros se dedican únicamente al giro de transferencias a diferentes países del mundo.

¿Por qué me parece importante esto? Porque en aquellos estados que han ordenado confinamiento total, como Nueva York, Nueva Jersey y California entre otros, es probable que estas tiendas lleven varios días cerradas, y por lo tanto, se haya cerrado el canal de envío para mucha gente. No más del 8% emplea las vías digitales para mandar remesas.

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En los últimos diez días de marzo la sacudida ya se sintió. Si se compara 2020 con 2019, el resultado no es festivo. Hoy mismo, Banguat ha publicado que los resultados del mes de marzo son un 10% peores que los del año pasado. Eso supone una pérdida de 80 millones de dólares. Pero si se compara con el ritmo que tenía este año, aún pinta peor: se redujo hasta en el 35%.

¿Cuánto es esto? Tal vez se entiende mejor si decimos que en las últimas dos semanas no llegarán a 150 millones de dólares, y que marzo de 2020 se convierte en el primer mes en más de una década que muestra decrecimiento en la comparación interanual. En los últimos veinte años las remesas solo decayeron en 2009, en medio de la recesión provocada por la crisis del sistema financiero mundial. En aquel momento menguaron cerca del 10% con respecto al 2008.

 

Ahora, la economía de EEUU se está deteriorando rápido. La bolsa de Nueva York ha sufrido, en las últimas semanas, y se vislumbran síntomas de una recesión. Una caída del 10% de nuestras remesas en 2020 implicaría una pérdida de entre 1000 y 1500 millones de dólares. O lo que es lo mismo, se esfumaría entre 0.2 y 0.3% de nuestro producto interno bruto.

Según mis cálculos, durante las próximas seis semanas de confinamiento previsible en las principales ciudades estadounidenses, dejaremos de percibir unos 480 millones de dólares: es decir, alrededor de 80 millones menos cada siete días. Si se cumplen las expectativas, en abril contaremos con 2500 millones de quetzales menos de los previstos para afrontar esta crisis sanitaria.

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Antes de ella, Estados Unidos mostraba datos récord en empleo. La tasa de desempleo estaba por debajo del 4% y las solicitudes de ayuda por desempleo habían disminuido a cifras históricas, menos de 200,000 por semana. La situación era propicia para los migrantes latinos, cuyo paro también había decrecido de forma notable. En la última semana de marzo, eso cambió: de 200,000 ha pasado a 3 millones.

El pronóstico es que el desempleo podría llegar al 15% en 2020. El aumento del paro y la disminución de la remesa promedio están correlacionados. Pero a esta situación, grave, hay que añadir algo: por su condición de indocumentados, el 90 % de los guatemaltecos en EEUU no pueden acceder a esas ayudas del gobierno.

Personal de limpieza desinfectan una calle enfrente de un edificio de Manhattan/Eduardo Say

Vaya si no debemos estar pendientes de cómo evoluciona la crisis sanitaria en los EEUU. De lo que pase ahí depende una sexta parte del sostenimiento de las familias receptoras de remesas en Guatemala. Seis millones de personas cuentan con ellas mes a mes para sobrevivir.

Puede que en los próximos meses la situación se invierta. No en el sentido de que mejore. Sino en otro menos halagüeño: estoy convencido de que muchos de los que hoy reciben remesas en Guatemala, pronto tendrán que ayudar a sostener a quienes hoy las mandan, si la situación se sigue complicando en EEUU: tendrán que gastar sus ahorros para mantener a los guatemaltecos en el exterior hasta que ellos puedan volver a producir y se recupere la dinámica normal en la que esos flujos soportan la economía guatemalteca.

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