La decisión de reabrir debió haberse basado en criterios científicos, no políticos ni económicos. Y se supone que justo para eso es que el Gobierno contrató al doctor Edwin José Asturias Barnoya, para dirigir la Comisión Presidencial de Atención a la Emergencia de Covid-19. Desde esa posición se esperaba que fuera la reserva científica que actuara como dique ante las presiones políticas y económicas.
Esto, porque que Giammattei (o que cualquier presidente, en realidad) se doblegue ante las exigencias de los empresarios es lo común, lo cual es fácilmente explicable por los compromisos y las cuentas pendientes que los gobernantes suelen tener con sus financistas de campaña electoral. Por otro lado, que algunos empresarios antepongan los intereses de sus negocios al bien común, lamentablemente, tampoco sorprende.
Así, en el juego de pesos y contrapesos, la posición de Asturias le exigía a este ser el pivote de sensatez que equilibrara las muy reales y apremiantes necesidades económicas de reabrir y las también muy reales amenazas de empeorar la curva de contagios del covid-19, pero sobre todo de un incremento de muertes.
Sin embargo, la actuación de Asturias no me parece satisfactoria, no porque no sepa de epidemiología, sino precisamente porque sí sabe y es una autoridad en esa materia, razón por la cual resulta muy cuestionable su incapacidad para mantener posiciones firmes, consistentes con sus conocimientos. Este juicio lo emito ante el zigzag de posiciones que él ha venido mostrando. El acuerdo gubernativo 144-2020, que establecía cuatro fases para la reapertura y que tuvo que ser corregido al día siguiente con el acuerdo gubernativo 146-2020, que supuestamente recogía el mejor criterio de Asturias, rápidamente activó las quejas del sector privado empresarial, que exigió un plan más fácil y acelerado. Hoy esas disposiciones prácticamente están olvidadas, y ciertamente la decisión del Gobierno de la semana pasada las violenta flagrantemente. ¿Dónde quedó el criterio de Asturias?
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Esa ha sido una de muchas salidas en falso de Asturias. Pero destaca, por vergonzosa, la inconsistencia evidenciada cuando el 12 de abril de 2020 escribió un tuit diciendo: «Reabrir #Guatemala a la actividad económica y comercial en el momento de #Aceleración de la epidemia COVID-19 es un suicidio en masa. El @GuatemalaGob y @CACIFnoticias deben abandonar los sueños ilusos sin una estrategia basada en evidencia científica. Asesores fariseos, fuera». Vaya valiente declaración, que le queda muy grande a las actuaciones de Edwin Asturias.
¿Por qué no recordó esto en el momento de esa escena vergonzosa en la que, en un podio junto a otros dos, ocupados por el presidente Giammattei y el ministro de Economía, Antonio Malouf, un expresidente del Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras (Cacif) desplazó de manera ofensiva a la ministra de Salud Pública y Asistencia Social, Amelia Flores? ¿De verdad cree el epidemiólogo experto que el número de contagios de covid-19 ya dejó de desacelerarse en Guatemala?
De verdad, con toda honestidad, espero estar equivocado y que los hechos les den la razón al Gobierno y al comisionado Asturias. Pero mi lógica y mi sentido común apuntan en dirección contraria. Temo mucho que, en un plazo menor a un mes, Guatemala verá un repunte espantoso de contagios y, siendo ya el país de la región con la tasa de letalidad por covid-19 más alta de la región, un incremento dantesco de muertes: muertes que en justicia pueden cargarse en la conciencia de Asturias.
En caso de que ocurra este escenario terrible, tomando las propias palabras de Asturias, él se merecerá justamente el calificativo de asesor fariseo y tocará exigir que renuncie.
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