Pero en casos muy concretos, se entendía que los dioses habían regalado a algunos pocos, una marca permanente, una aflicción especial que los identificaba como separados, como reservados, como santificados: de reserva especial.
Por ejemplo, la epilepsia (de acuerdo a Georges Dumézil, La religión romana antigua & James Frazer, La rama dorada) era quizá la condición más comúnmente asociada al toque de los dioses. ´Semi-dioses´ como Julio César eran afligido...
Pero en casos muy concretos, se entendía que los dioses habían regalado a algunos pocos, una marca permanente, una aflicción especial que los identificaba como separados, como reservados, como santificados: de reserva especial.
Por ejemplo, la epilepsia (de acuerdo a Georges Dumézil, La religión romana antigua & James Frazer, La rama dorada) era quizá la condición más comúnmente asociada al toque de los dioses. ´Semi-dioses´ como Julio César eran afligidos por esta condición. Así las cosas, una condición física compleja se entendía cómo un obsequio por parte de los dioses. Quizá sea también importante referir aquí a San Pablo y su famoso ´aguijón´ jamás especificado en la tradición cristiana. Sea lo que fuere, resultaba lo suficientemente fuerte para mantener al platónico apóstol de los gentiles en un estado permanente de humildad. Lo mismo fuese un dolor de muelas brutal, epilepsia, tartamudez, ceguera o una inclinación homosexual incontrolable hacia Timoteo, Pablo mismo comprende que este aguijón le ha sido ´regalado'. Cito de la Segunda Epístola a los Corintios: ¨Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera¨.
Destaco fundamentalmente dos cosas. La primera, la referencia a que un mensajero de Satanás sea instrumento divino en el proceso de mortificar a un justo. Esto es perfectamente congruente con la revisión hecha en el artículo anterior con respecto al texto de Job y además, es congruente con la posición de muchos demonólogos que suponen que lo demonial puede ser instrumento de lo divino. Lo segundo interesante de recalcar es el paganismo subyacente en San Pablo para equipararse en la forma cultural romana a aquellos que son tocados por los ´dioses´.
Lo anterior puede parecer un tanto estúpido (y de hecho lo es). Pero es parte del pensamiento primitivo y de la economía primitiva que regula los obsequios mutuamente ofrecidos entre los mortales y los dioses. En este problema de la economía sacrificial, debemos recordar la explicación de Edward Burnett Tylor con respecto al surgimiento del mundo espiritual entre los antiguos. El mundo onírico constituía la forma de comunicación, el medio de contacto, el puente de cruce entre el sujeto que habita el mundo de los vivos y aquellos que están en el mundo de las sombras. Cuando las ´fantasías animadas´ que subyacen en el mundo onírico se trasladan, eventualmente, al mundo ´real´ estas entidades adquieren existencia propia y por lo tanto la forma comunicación está en la economía del sacrificio.
La denominada economía del sacrificio tiene tres etapas: 1) la etapa del do u des o del sacrificio de obsequio, donde el oferente otorga para recibir. La relación es fundamentalmente contractual y explica la dinámica religiosa pagana romana con los 30.000 dioses aceptados que pudieran competir ofreciendo ´servicios´; 2) la economía del sacrificio donde quien ofrenda pierde la esperanza de la devolución y se entrega como expiación por un pecado cometido. Se conoce como el sacrificio del homenaje. La intención es aplacar la ira. Piénsese aquí, por ejemplo, en el ofrecimiento que el Sumo Sacerdote realizaba una vez año dentro del Sanctasanctórum. Por último, 3) aparece el sacrificio de abnegación: Aquel que ofrece no busca ni regalo ni expiación, sino simplemente ´abandonarse´. Y esta es la condición sine qua non de la lógica sacrificial cristiana: sin esperar nada, me hago un instrumento en manos de otro, para la consecución de una gloria mayor.
Pero hay un residuo incómodo en la lógica de la economía sacrificial. Y lo sigue constituyendo el intento por ordenar las relaciones posibles entre un individuo y un agente sobrenatural operacional[1] donde las relaciones están estructuralmente constituidas a partir de una desigualdad implícita. Esa relación de inferioridad y sumisión es la que de acuerdo al mito del Edén no nos permitió ´comer del árbol de la vida' y, al intentar adquirir conocimiento moral, fuimos castigados con la expulsión al mundo donde ´crecen espinos y abrojos´.
¿Por qué no mejor, como dijera Lilith, reconocemos que ´fuimos creados iguales, incluso iguales al creador?´
Y nos liberamos…
[1] Excluyo de mi análisis el denominado sacrificio totémico. De acuerdo a William Robertson Smith, aquí el interés no es la relación entre el individuo y el agente sobrenatural sino, ´comer aquello que es sacrificado´ para generar cohesión de grupo.
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