Si bien es cierto que desde 2009 se viene experimentando una tendencia a la reducción de homicidios, los niveles de violencia siguen siendo muy altos y probablemente lo serán por otro tiempo imposible de precisar. Tampoco se puede descartar un nuevo aumento en un futuro cercano, puesto que no hay ningún “final feliz” garantizado en este tema.
Lo importante es que esto ya ha condicionado diversas reacciones bastante visibles en los adultos, como desconfianza expresada en los espacios públicos, miedo, apoyo a medidas de “mano dura” que son contraproducentes para combatir la violencia, etc. Se observan, incluso, respuestas urbanísticas como la proliferación de colonias cerradas, talanqueras y tiendas y comercios con barrotes. Esto se ha explorado en diversos estudios, aunque siempre es posible encontrar nuevos hallazgos y reflexiones.
Sin embargo, no ha existido mucha atención sobre la experiencia y el impacto de distintos tipos de violencia en el caso de los niños y las niñas. Hay tesis de grado de distintas universidades, pero no se comunican los hallazgos y la metodología puede presentar ciertos vacíos e inconsistencias. Los estudios que anualmente presenta la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado (ODHAG) son un aporte valioso para conocer la situación de la niñez y adolescencia, pero se centran más en los datos generales y no en la experiencia de niños y niñas.
Entonces, ¿qué efectos tienen distintos tipos de violencia en la subjetividad infantil? ¿Qué pasa por la mente y la conducta de niños y niñas que se ven expuestos a un clima de violencia bastante extendido? ¿Qué consecuencias tendrán a largo plazo?
Dista todavía la posibilidad de responder a esta y otras preguntas. No obstante, en este espacio se muestran los resultados iniciales de un estudio exploratorio realizado en una escuela de primaria del departamento de Guatemala, que son muy interesantes y sirven para aproximarse al fenómeno.
Presupuestos
Antes de pasar a los resultados, hay plantear algunos presupuestos básicos sobre el tema de violencia y delitos que sirven para contextualizar el estudio:
No hay espacios totalmente exentos de violencia y delito. Aunque no existe una respuesta definitiva a la discusión sobre si forman parte de la condición humana, se pueden considerar como una constante de la historia. Eso no significa que tengan que aceptarse o que no existan situaciones locales, nacionales e internacionales muy distintas. Las diferencias entre regiones, países y localidades pueden ser enormes, lo que muestra la historicidad de sus expresiones.
Violencia y delito, aunque son conceptos que se cruzan, no son idénticos. Violencia es un concepto mucho más amplio y puede asumir formas diversas que van más allá de la definición de delito. Por ejemplo, se puede hablar de violencia estructural, que se expresa en condiciones de explotación, desigualdad y empobrecimiento integradas a la forma en que se reproduce la realidad social provocando sufrimiento y muerte, pero que no constituye, en sentido estricto, un delito. También existe el caso de la violencia simbólica cuya expresión puede resultar muy sutil pero que contribuye a mantener el sistema de dominación (por ello es que es violencia). Además, pueden existir formas particulares de violencia que no son delito, por ejemplo, el acoso escolar (“bullying”).
En Guatemala, existe un contexto caracterizado por índices muy elevados de delitos y en el que se reproducen diversas formas de violencia. En otra oportunidad se habló de un proceso de “violentización” para referirse a una condición en la cual la violencia se vuelve un medio normal para obtener lo que se quiere, dirimir conflictos, relacionarse sistemáticamente con otras personas y otros grupos (Odhag, 2009). Si bien algunos índices de delitos se vienen reduciendo desde el año 2009 (otros han sufrido cierto aumento), hay expresiones de violencia que se han integrado y se reproducen normalmente en la sociedad guatemalteca.
Como lo expresara Carlos Orantes Trocolli, la violencia se vuelve una especie de “ambiente Windows” en el que operamos.
No existe una causa única que explique satisfactoriamente este contexto de delitos y violencia. No obstante, se puede considerar que el Estado guatemalteco como un momento particular de expresión de relaciones sociales, se ha fundado en el uso de la violencia, la ha reproducido (de manera más evidente en ciertos momentos) y ha resultado muy “defectuoso” a la hora de combatir adecuadamente ciertos tipos de violencia delincuencial, hasta llegar a la situación en la que nos encontramos. Esto no es una característica exclusiva del Estado guatemalteco (basta ver la situación de otros países) y, además, existen otras causas de índole diversa: internacionales, económicas, subjetivas, etc., que se mezclan en distintos grados en la comisión de actos violentos y delitos particulares, aunque a veces se encuentran de formas “mediadas” y no tan evidentes.
Distintas formas de violencia se ven, escuchan y viven en actos cotidianos, a la par que los delitos encuentran una caja de resonancia en los medios de comunicación. Esta violencia está arraigada en las relaciones interpersonales y en diversos espacios de interacción y de conformación del tejido social. Se observa desde la forma de relación entre niños y niñas hasta la conducta mostrada en el tráfico capitalino.
En todo subsistema social se pueden encontrar diversas expresiones de violencia. Entre ellos, el sistema escolar y, en concreto, en colegios y escuelas. Los niños también la ven, la escuchan, la viven, la reproducen.
Si se les solicita, también la dibujan.
Dibujar la violencia
El estudio incluyó la aplicación de dibujos, realización de entrevistas, talleres a niños y niñas de las secciones de 4°, 5° y 6° primaria de una escuela primaria pública del departamento de Guatemala, municipio de Villa Nueva, cuyo registro fue muy detallado.
Aquí se presentan los datos iniciales de la aplicación de un dibujo a un grupo de niños seleccionados que recibieron permiso de los padres de participar en el estudio. La muestra se compone de 23 niños y de 23 niñas de los grados señalados (10% del total de la población de esos grados), con un promedio de edad de 11 años.
Si bien es un trabajo limitado y no generalizable, resulta de lo más interesante considerar cómo los niños y las niñas ven y representan distintas manifestaciones de violencia. Es posible que a través de esta pequeña muestra se pueda aproximar a ciertas formas de elaboración de la violencia de parte de niños y niñas.
En el caso del dibujo, el estímulo fue bastante simple. Se les indicó a los niños que realizaran “un dibujo sobre cómo ves la violencia”. Posteriormente se les hicieron algunas preguntas sobre el dibujo y las investigadoras realizaron un análisis de contenido de acuerdo a ciertas categorías previamente definidas y a algunas que fueron saliendo a partir de los propios dibujos.
Este es un procedimiento sencillo pero que contiene algunas ideas de fondo. Siendo una instrucción abierta, se supone que el niño dibujará lo que en el momento considere una expresión de violencia, probablemente la que le resulte más fácil representar, la más cercana o que le preocupe más en base a sus conocimientos y experiencias. El niño tiene una serie de referencias contextuales procedentes de los distintos espacios de socialización en el que se encuentra (casa, escuela, calle, medios de comunicación, etc.) que se expresaran en el dibujo.
Dicho en términos más técnicos, el dibujo es una proyección de la subjetividad de los niños.
Como resultado de esta proyección, los dibujos contienen elementos que pueden ser de naturaleza bastante idiosincrática y que puedan expresar el conocimiento que tienen del tema, más una serie de factores subjetivos como fantasías, temores, ansiedades, etc. No obstante, en la muestra es evidente que existen tendencias que pueden explicarse en función de una experiencia relativamente compartida, de naturaleza social.
Niños y niñas con otras características relativas a la clase social, condición étnica, de contextos rurales, etc., seguramente pueden expresar otros contenidos muy distintos.
Ahora bien, ¿qué tipo de violencia representaban en sus dibujos los niños y niñas participantes? A partir del análisis de contenido, los resultados porcentuales son los siguientes:
Gráfica 1
Fuente: elaboración propia con datos del estudio.
Como se aprecia, el principal tipo de violencia que dibujan los niños es la violencia delincuencial. Esto puede tener varias explicaciones. Puede ser el tipo de violencia al que tengan más exposición debido a experiencias personales, al contexto social en el que viven, a la cercanía con los medios de comunicación, etc. No hay que olvidar que la exposición a hechos de violencia a través de los medios es constante, además de existir efectivamente una cantidad elevada de actos violentos y delitos.
El segundo tipo de violencia al que se refieren es al acoso escolar (bullying) lo cual puede estar ligado a la propia experiencia, puesto que, como lo indica la observación hecha en el lugar, tampoco es infrecuente que los niños (y las niñas en menor grado) se relacionen de forma agresiva, con golpes, empujones, apodos, insultos, etc. Es decir, que los niños y las niñas también reproducen la violencia como resultado de distintos procesos de socialización y condiciones contextuales, como ese “ambiente” de violencia en el que se encuentran.
Por otra parte, resulta interesante señalar que si bien la frecuencia de violencia sexual es relativamente menor, ésta fue dibujada únicamente por niñas, lo que puede ser indicador de su preocupación o de su experiencia.
Ahora bien, cuando se considera la identidad de las víctimas reproducidas en los dibujos, los datos son los siguientes:
Gráfica 2
Fuente: elaboración propia con datos del estudio.
Si se suman los casos en que las víctimas son niños y niñas, se tiene que la mitad de dibujos pertenecen a esta categoría. Se puede suponer que esto refleja cierta identificación como sujeto pasivo de la violencia, es decir, que ellos son los que perciben recibirla o que efectivamente la sufren. Por su condición de vulnerabilidad e inermidad, pueden ser objeto de violencia más fácilmente.
Si se atienden los casos por género, se observa que hay una ligera tendencia a que aparezcan más como víctimas las mujeres (52%) que los hombres (46%).[1] Sin embargo, la diferencia no es tan marcada, lo que hace suponer que niños y niñas pueden representar que la violencia la sufren ambos sexos (como pueden ver o pueden experimentar).
En el caso de la representación de los agresores, se obtienen los siguientes datos:
Gráfica 3
Fuente: elaboración propia con datos del estudio.
Es evidente que la categoría más frecuente de representación de victimarios es la de hombres adultos (46%) y que si se agregan los datos por género, resulta ser la categoría más significativa (83%) frente a las mujeres agresoras representadas (15%).
Esta proyección infantil coincide, en términos generales, con la tendencia de que los hombres adultos son la categoría de agresores más frecuente y que los niños y niñas lo perciben así.
Sin embargo, estos datos se deben tomar con un grano de sal. Por ejemplo, en el dibujo de una niña, aparecen 2 niñas como víctimas y las agresoras son “dos niñas populares” o que en el dibujo de una niña, la víctima sea un niño y la agresora una mujer. Por ello se debe recordar que se está frente a un estudio de carácter exploratorio (aunque consistente) y que los dibujos infantiles no son simple “reflejo” de la realidad, sino la elaboración subjetiva que los niños hacen de la violencia.
En todo caso, como se aprecia en estos datos iniciales, es posible considerar que los niños y las niñas muestren en sus dibujos, percepciones, conocimientos y experiencias de naturaleza social que elaboran desde su posición como niños y niñas y que representan en el dibujo.
Dibujo 19a
Dibujo 1
[1] El total no corresponde a 100% porque hay una figura que no está identificada como hombre o mujer, igual sucede en el caso de los agresores.
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