"A donde hay protocolos no se puede sacar la esencia de lo que somos", dijo el guía espiritual ante el altar sagrado de Iximché, mientras se disponía a iniciar la ceremonia para celebrar el Año Nuevo Maya 1528. En el ritual habían menos de doce asistentes. Cantidad pequeña comparada a la que estaba al otro lado de las ruinas del sitio arqueológico.
El patio central de Iximché estaba casi lleno de funcionarios del gobierno, miembros del cuerpo diplomático, e invitados especiales, todo...
"A donde hay protocolos no se puede sacar la esencia de lo que somos", dijo el guía espiritual ante el altar sagrado de Iximché, mientras se disponía a iniciar la ceremonia para celebrar el Año Nuevo Maya 1528. En el ritual habían menos de doce asistentes. Cantidad pequeña comparada a la que estaba al otro lado de las ruinas del sitio arqueológico.
El patio central de Iximché estaba casi lleno de funcionarios del gobierno, miembros del cuerpo diplomático, e invitados especiales, todos vestidos de blanco, igual que el presidente Otto Pérez Molina, y la vicepresidente Roxana Baldetti. Entre tanta blancura se podían distinguir los colores de la ropa de escasos asistentes indígenas.
Luego de los actos protocolarios -discursos, música (no tradicional)- los guías tomaron las flores, las velas que no se habían encendido, y se encaminaron al altar a realizar la ceremonia.
¿Que porqué no la hicieron ante los visitantes?
El guía espiritual responde:
-La ceremonia requiere tiempo, y ellos no lo tenían programado.
Esas prácticas fueron marginadas por la imposición del monoteísmo, y reprimidas con la influencia católica en la colonización española.
El protocolo oficial obvió la ceremonia del Año Nuevo 1528. Sin embargo, y como en el pasado, los indígenas se escabulleron, enfloraron el altar sagrado, y lograron que el fuego se desprendiera del copal, del azúcar, de la panela, de las candelas de colores, del tabaco...