El presidenciable tuvo que ir a tocar la puerta del Cacif.
Aunque tiene más caras clasemedieras, es una administración dirigida para el 1% de la sociedad. En febrero, hizo la primera reforma fiscal al ISR, que grava a los que están entre el 10% y 2% que más gana (y lo declara) en la sociedad. Al 1%, que se queda con 30% de los ingresos del país, saludos (o genuflexiones).
Para cobrarle impuestos a ese 1% (y para salir de la lista negra de paraísos fiscales), Guatemala tiene que ...
El presidenciable tuvo que ir a tocar la puerta del Cacif.
Aunque tiene más caras clasemedieras, es una administración dirigida para el 1% de la sociedad. En febrero, hizo la primera reforma fiscal al ISR, que grava a los que están entre el 10% y 2% que más gana (y lo declara) en la sociedad. Al 1%, que se queda con 30% de los ingresos del país, saludos (o genuflexiones).
Para cobrarle impuestos a ese 1% (y para salir de la lista negra de paraísos fiscales), Guatemala tiene que eliminar restricciones a la SAT, como el secreto bancario, para ver cuánto ingresa y cuánto declara cada contribuyente. Dos descarados diputados del co-gobierno Cacif-PP, Emanuel Seidner y Pedro Gálvez, evitaron que se aprobara en el pleno pidiendo que sólo aplique a extranjeros y que no incluya las off-shore. A los grandes cuentahabientes nacionales, genuflexiones. Pero envía un muy buen mensaje a inversores extranjeros, ¿cierto señores Pronacom o UFM? Es en las off-shore (“sección de los bancos sin regulación”) en donde los narcos lavan y los millonarios eluden y evaden.
Otro diputado del co-gobierno, Pedro Muadi, defiende que no se incluya en la ley contra el tráfico de influencias a diputados y empresarios. ¿En qué país vive? ¿Cree que esto es Rusia o Guatemala en 1975 o una dictadura en la que los ciudadanos no existimos o somos idiotas? El centro del tráfico de influencias son los diputados y los empresarios. Y no es que no intermedien los diputados, es que no obtengan beneficios financieros de estas intermediaciones; ni ellos ni sus financistas ni sus amigos.
Lo triste, como demostró Gustavo Herrarte en Plaza Pública esta semana, es que los diputados son más leales al Cacif que a sus partidos, sus distritos o su género.
El Cacif veta la parte fiscal de las reformas constitucionales, reforma la ley de Aduanas, pone a los representantes del Congreso ante la poderosa Junta Monetaria, el Ministerio de Ambiente es un mal chiste para nuevas licitaciones. Con todo esto, qué poco sirve que el presidente Pérez Molina haya defendido que somos un país multicultural ante el racismo del presidente del Cacif. Quizás sería más preciso decir que somos la finca de la eterna primavera.
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