Siguiendo la tradición liberal decimonónica, que asigna a los mayas un lugar decorativo y anecdótico dentro de la narrativa nacionalista, no es de extrañar que ambas celebraciones se lleven a cabo el mismo día. Se supone que ese día Tekum fue muerto en batalla por los españoles en las cercanías de K’ulaja’-Xelajuj, el actual Quetzaltenango. Alvarado habla de un capitán k’iche’ muerto en la batalla sin entrar en detalles, y las crónicas indígenas guardan silencio, a excepción de una de ellas, en la que se hace referencia a la muerte de Tekum y a cómo éste se convertía en ave para combatir a los españoles y a sus aliados. Este proceso de conversión en animal y el utilizarlo como arma es bastante común en las sociedades mesoamericanas, y Roberto Martínez González ha resumido y discutido parte de ese extenso corpus en El nahualismo (2011).
Sin embargo, acá no vamos a hablar de las transformaciones chamánicas de estas sociedades, sino de cómo el evento de la invasión de españoles y aliados al territorio k’iche’ sirve para explicar dinámicas contemporáneas sobre relaciones de diplomacia, ritual y cortesía entre los mayas. Hace unos días, un amigo en Twitter me consultó sobre si está mal visto rechazar ciertos alimentos que se ofrecen en comunidades mayas. Esto me recordó una reciente serie de publicaciones de Federico Navarrete Linares en Noticonquista sobre las razones de los mexicas para recibir a los españoles durante largo tiempo y de forma tan cortés en México-Tenochtitlán. ¿Por qué la relación? Porque justamente Federico hace referencia a que la cortesía fue clave para aceptar a los españoles y para el posterior éxito militar de estos, pero también al hecho de que era el contraste entre diferentes códigos rituales, cortesanos y diplomáticos, en los que además la traducción lingüística era insuficiente para explicar y traducir conductas sociales.
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Las sociedades mayas de ayer y hoy tienen formas de cortesía y conducta diplomática que quizá nos son más conocidas —o más bien admiradas, ya que conocidas lo son debido al trato diario con mayas en el presente—, que son bastante rituales y que siguen códigos que no siempre son comprendidos por los no indígenas. Una de estas expresiones es la alimentación: al ser recibido en un hogar maya, el invitado es convidado a degustar los mejores platillos, sea una visita informal o una formal, y esto a costa de los recursos (no siempre abundantes) de los anfitriones. De ahí que en algunos casos la carne, el pollo o la gaseosa o el alcohol que se le sirve al invitado sean quizá los únicos que los anfitriones vayan a degustar en semanas o meses. El agradar al visitante es tanto una forma de integrarlo como una forma de contenerlo, como bien indica Federico para los nahuas del siglo XVI, además de que el uso de recursos para ello muchas veces excede lo que se invierte normalmente.
Lo mismo sucede para la guerra: Alvarado aprovechó ciertas formas rituales de los guerreros k’iche’ para cargar con ellos, además de sus ventajas en tecnología y animales. Aun así, en otras circunstancias topográficas o incluso numéricas habría sido derrotado. La idea de que Tekum no vio un caballo, sino un caballo-persona, en Alvarado (o sea, lo mismo) es desmentida por la evidencia antigua de vasijas clásicas con personas montando venados (y hay que recordar que la forma antigua de venado en k’iche’, kej, se utiliza en el presente también para caballo). Además, los k’iche’ atacaron primero al caballo como una forma de hacer caer al jinete, pero el imaginario nacionalista guatemalteco, profundamente folclorista y racista con los mayas, tradujo una forma de combate k’iche’ como inferioridad intelectual y militar. Del mismo modo, muchas veces la cortesía de hoy es vista como no suficiente o de mal gusto sin entender que muchas veces es lo mejor que se puede dar. Una forma cortesana, muy sofisticada, de empatía y de reciprocidad. Y ambas cosas, tanto entre los impetuosos invasores del siglo XVI como entre los no mayas de hoy, son necesarias.
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