Los distintos estadios de la integración económica desde la teoría básica parecían cumplirse en Centroamérica hasta que nos quedamos en una especie de mutante entre la unión aduanera y el mercado común; con cierto desplante cínico de integración política incompleta. Asomados a la nueva era globalizada de un orden multilateral de comercio y un “regionalismo abierto”, iniciamos negociaciones para Tratados bilaterales de comercio e inversión que invariablemente terminaban en procesos tipo pandilla con Guatemala, El Salvador y Honduras por un lado y Nicaragua más Costa Rica solos e intrépidos cada uno por otro lado. Al final, aquellos Tratados que realmente tienen sustancia como el de México migró a uno unificado con toda la Región y las negociaciones con Estados Unidos y Europa debieron iniciarse y concluirse como Región, incluso con adhesiones como las de República Dominicana.
En el día a día de lo grande y lo pequeño tampoco sale muy bien librado el proceso, un buen ejemplo en lo macro puede ser que ahora tendremos una serie de canales interoceánicos, pues después de los canales anunciados en Nicaragua y Guatemala, ahora resulta que Honduras y Costa Rica también han contemplado sus propias versiones, El Salvador no lo hace por no tener costa atlántica se supone, aunque bien podría diseñar algo a partir de una autopista elevada sobre Honduras.
En lo meso y micro, otro buen ejemplo pueden ser las brillantes excusas para detener y retrasar el tránsito de mercancías y personas en las fronteras, en una época la moda fue el tema sanitario (cuando las plagas que existen en la Región son de por sí comunes a todos) al punto que un estudio de la SIECA identificaba 150 medidas cuarentenarias sin fundamento científico o técnico establecidas entre los cinco países. Ahora la creatividad de los funcionarios salvadoreños los ha llevado a implantar un cobro por seguro para vehículos que se supone creado hace tiempo pero sin vigencia, y esto va camino de motivar a sus homólogos de otros países a implantar medidas similares.
No importa lo que los Presidentes dispongan, conforme se va bajando el rango del funcionario responsable, de una manera perversa va aumentando el poder de joder en frontera. Qué lejos queda ahora un enero del 2009 en el cual pude comprobar cómo saliendo de Guatemala a las ocho de la mañana, se llegaba a León, Nicaragua, a las nueve de la noche con el único requisito de mostrar la cédula de vecindad a los guardias de frontera.
Si usted es ahora un comerciante, un piloto de transporte de personas o de carga, un turista o un despistado que va a atravesar una frontera como la de Guatemala con El Salvador, haga acopio de paciencia mientras padece calor, incomodidad y malos tratos; piense que aunque seamos el país con mejores indicadores económicos y tamaño de aparato productivo de la Región, parecemos el hermano grande y tontón, el que siempre promueve la integración, quizá suspirando con que hace siglos esto era una Capitanía General, o con la esperanza de que en algún futuro, Centroamérica sea un país y entonces un guatemalteco juegue en un mundial de futbol.
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