La presión es mucha, pues tres mil millones de quetzales no se rifan todos los días, más aún si los beneficiarios serán unos pocos. Unos dicen que será para el pago de deuda “flotante”, sin respaldo legal pues no aparece en la ley del presupuesto. Otros, como el ex militar que nos gobierna con ínfulas de sultán, dicen ya cínicamente que la mitad será para el pago de esa deuda y la otra mitad para contratar ¡ya! -y a mitad de año- obra nueva, que tampoco está contenida en el presupuesto del 2013 y que, en consecuencia, no está siquiera esbozada en propuesta alguna, lo que en pocas palabras significa reparto de obra entre los diputados que voten a favor. No dicen, tampoco, cuánto de esa supuesta obra es deuda de 2011 para atrás y cuánto es ya de 2012.
El asunto, pues, tiene varias aristas, diferentes aunque inseparables: deuda a contraer, pago a supuestos acreedores y reparto de recursos para lubricar apoyos.
La cuestión de la deuda ya demostró la irresponsabilidad de los miembros de la Junta Monetaria y, si bien hay muchas voces insistiendo en los riesgos que para el futuro del país tiene contratar más deuda interna, los dueños de los bancos se frotan ya felices las manos pues tendrán ganancias líquidas sin más esfuerzos que teclear desde sus computadores la adquisición de esos papeles. La contradicción es enorme: Más deuda y menos impuestos para inversión, lo que implica que para el futuro inmediato y mediato tendremos menos dinero para realizar obras reales. Nuestros hijos y nietos, por su parte, tienen desde ya un futuro sombrío, y deberán pagar muchos más impuestos que los que ahora se niegan a aportar los dueños del país, beneficiarios desde bancos y seudo empresas constructoras de esa deuda. La pareja gobernante y sus allegados pagarán sus facturas electorales con dinero de las próximas generaciones, sin que éstas siquiera hayan sido enteradas del desfalco.
Lo que se refiere a la llamada deuda flotante es, por su parte, todo un sainete confuso y enredado, en el que nadie, puesto a meditar, puede creer. Para comenzar no se nos dice con certeza cuánto y por qué obra específica se debe, mucho menos las razones por las que se contrató sin respaldo legal y financiero. Anuncios, propaganda cara y programas de televisión van y vienen pero en ninguno se ofrece información clara, concreta y fidedigna.
Si nos atenemos a los pocos datos existentes, tenemos que suponer que en Guatemala existen filántropos, poseedores de una infinita ingenuidad que pueden gastar decenas de millones de quetzales sin cobrar un sólo centavo de interés, esperando pacientemente que les paguen, sin más seguridad que la palabra de un ministro que les ofreció conseguir el préstamo en años subsiguientes para hacerlo efectivo.
Según informaciones del Ministerio de Comunicaciones, a una empresa llamada Signa Constructora supuestamente se le deben 244 millones de quetzales por obras en el nororiente del país; a la israelí Solel Boneh, 370 millones por obras en el noroccidente; a la japonesa Tokura, 61 millones y a la británica Overseas, 88 millones. Intrigante resulta, por decir lo menos, que esos supuestos colosos empresariales hayan puesto tanto dinero en materiales, maquinaria, mano de obra y no tengan que pagar ningún interés por ello ¿cuál es entonces su negocio luego de meses sin cobrar?, ¿tan irresponsables y poco afectivos son sus ejecutivos?
Pero de ello se desprenden otras preguntas, tales como ¿Por qué la prisa en hacer un pago para el que no hay ningún plazo legal establecido? Si las empresas han aceptado construir sin ningún respaldo, ¿por qué no establecer mecanismos de pago diferido, con intereses más bajos de los que se pagarían por la deuda, y programarlos a partir del presupuesto 2014?
Pero lo cierto es que lo que urge a la pareja gobernante, como a la franquicia electoral supuestamente opositora, es programar obra cuanto antes, repartir dinero a manos llenas para que supuestos constructores paguen comisiones y así financiar desde ya las costosas campañas electorales. ¡Negocio redondo para las distintas cabezas de la medusa!
Al ciudadano común sólo le queda, según ellos, creer píamente eso de filantrópicos acreedores al borde de la quiebra y gobernantes que dicen tener que cumplir con la palabra empeñada por otro al que públicamente dicen detestar. ¡Ah! y no se dude, la supuestamente rabiosa oposición mansamente levantará la mano para salvar a esos empresarios de la quiebra por puro y simple espíritu cívico.
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