Las manifestaciones aún mantienen su energía. Este año, a la voz de “Occupying WEF”, los manifestantes han vivido una semana en iglús y tiendas de campaña. Sin embargo, el ambiente en el Foro no ha sido optimista. Algunos analistas comienzan a hablar ya de una década pérdida para Europa, a la par que se hacen previsiones para un fortalecimiento del dólar, que vendría como consecuencia del debilitamiento del euro.
El pasado domingo, una vez concluido el foro, los mensajes finales han dejado claras tres preocupaciones, tal como lo recoge Claudí Pérez en un reportaje publicado por El País: El euro, la Unión Europea y Europa.
De acuerdo a Christine Lagarde –directora del FMI– nadie es inmune a la situación actual en Europa y todos tienen interés en que se resuelva adecuadamente. Lagarde lleva mucha razón. Su entidad ha previsto el estancamiento de las dos mayores economías de la zona euro, con previsiones de crecimiento, en 2012, de 0.3% para Alemania y 0.5% para Francia. Curiosamente, estos son los dos países que han tomado el liderazgo para salvar la eurozona, básicamente a través de dos mecanismos: exigir medidas de ajuste a países como Grecia, Portugal, España e Italia, y demandar a la totalidad de los miembros de la UE, ceder competencias a Bruselas, tal como lo señaló la canciller Angela Merkel en el discurso inaugural del foro de Davos.
A los duros ajustes que ya se han aplicado, caracterizados por recortes en áreas como educación, salud y seguridad social, acompañadas de subidas de impuestos, se les uniría ahora la pérdida de soberanía financiera, extremo que Grecia rechazó la semana pasada, al no permitir un virtual poder de veto de Bruselas sobre Atenas en materia presupuestaria.
No solo el aspecto financiero está en crisis para Europa. La presencia política de la Unión Europea se verá debilitada también en el transcurso de esta recesión. A manera de ejemplo, el enésimo capítulo del programa nuclear de Irán ha venido en un pésimo momento. China, la economía inicialmente decidida a poner recursos para el rescate europeo y uno de los mayores compradores de bonos de la deuda de los Estados Unidos, parecería haber empezado en Davos a marcar distancias sobre la situación de Europa, dado que lleva su propia agenda sobre Irán, y está en curso de colisión con los anuncios de bloquear las compras de petróleo iraní, realizadas por la UE y Washington.
El papel de la UE también se debilitará en América Latina. De acuerdo a las previsiones de la CEPAL, la UE perderá el status como segundo socio económico de la región en el transcurso de esta década. Este factor incidirá directamente en la influencia frente a los Estados de esta región, pese a que por lo pronto, nada hace dudar de la continuidad de las iniciativas ya en ejecución, tanto con gobiernos, como organizaciones de la sociedad civil.
La UE ha realizado importantes esfuerzos de incidencia política sobre los gobiernos latinoamericanos, especialmente del istmo centroamericano, en ámbitos como derechos humanos, reformas fiscales y justicia, realizando condicionamientos al cumplimiento de estándares mínimos para mantener su cooperación económica. Este rol ha sido fundamental para el fortalecimiento de organizaciones de la sociedad civil y sindicatos.
La continuidad del financiamiento para cooperación internacional es bastante discutible en un escenario de recesión. Parece razonable pensar que la influencia de la UE sobre los gobiernos de la región también disminuirá, y que las organizaciones de sociedad civil, que ya vieron menguar sus financiamientos con los virajes a la derecha de varios gobiernos, verán debilitadas su posición frente a los Estados de esta región.
George Soros ha dicho en una entrevista con Reuters, en Davos, que los ajustes de austeridad de Alemania podrían destruir el euro. Lo cierto es que nadie parece dispuesto a discutir la hegemonía alemana en la Europa de la recesión, y la recesión está muy lejos de terminar.
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