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Curar las heridas que dejó la catástrofe

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Curar las heridas que dejó la catástrofe

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La salud mental de las personas afectadas por la catástrofe del volcán de Fuego es un aspecto al que no hay que dejar de poner atención. Desde el primer día decenas de voluntarios llegaron a dar un apoyo psicosocial que tardó en coordinarse. Ahora se traza el plan para continuar ayudando a las víctimas a curar las heridas de la tragedia.

El dedo del niño untado en pintura roja traza líneas sobre el papel en blanco. Avanza con firmeza en el lienzo, que se ondula al contacto con su piel. Poco a poco van definiéndose los trazos. Un triángulo sin punta, en una esquina del papel, con bordes oscuros. Dos círculos en el extremo. Una mancha negra. El niño, de unos seis años, está dibujando un volcán humeante, que expulsa lava roja por su cráter.

Está acostado, descalzo, en el suelo frío de uno de los pasillos del Instituto Nacional Mixto de Educación Básica Simón Bergaño y Villegas, en Escuintla. A un lado, los salones de clase, ahora repletos de colchones sobre los que duermen hacinadas varias familias. Al otro, un patio que hace de tendedero, en el que las personas cuelgan la ropa limpia mojada, que no logra secarse con la intensa lluvia que ha estado cayendo estos días.

Junto al niño pintor hay otras pequeñas y pequeños, que dibujan figuras, algunas más identificables, otras más abstractas. Juegan bajo la mirada atenta de sus madres, primas, hermanas, que sentadas en sillas plásticas sonríen con tranquilidad. 

Dos mujeres y un hombre observan la escena de pie. Son psicólogos de Plan Internacional, una de las organizaciones que colaboran en los albergues de Escuintla. Llevan apenas un par de días en este centro, acompañando a las personas afectadas por la erupción del volcán de Fuego.

Planean quedarse un mes en este y otros tres albergues. Junto con otras organizaciones como la Cruz Roja, UNICEF, el Grupo Creare o la Brigada Abrazos del Alma, forman parte de los profesionales que ofrecen apoyo psicosocial a las víctimas.  

La coordinación, el desborde

El 3 de junio, después de la erupción del volcán de Fuego, los albergues se desbordaron de personas que querían apoyar, de la manera que fuera. La tragedia sacó lo mejor de la población, pero también supuso un reto importante para las instituciones encargadas: gestionar toda la ayuda se volvió un trabajo complejo, casi imposible.

La salud, en concreto la salud mental, no fue excepción. Organizaciones especializadas en el tema y psicólogas y psicólogos de manera individual se presentaron en los lugares en los que podría ser necesaria la ayuda. La coordinación de los albergues todavía no se había consolidado y las puertas estaban abiertas para toda persona que viniera con buenas intenciones.

Se hicieron actividades, se habló con las personas afectadas, se entretuvo a niños y niñas. Era común ver payasos, bailarines, raperos, magos en cada albergue. Con 17 espacios habilitados en Escuintla los primeros días, al Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS), la institución encargada de llevar un control, se le complicaba administrar la situación.

Harlen Peralta es la responsable de salud mental del área de salud de Escuintla. Ella y las tres psicólogas del distrito se dedicaron a coordinar desde el primer día toda la ayuda que llegó para dar apoyo psicosocial. “Sabíamos que se iba a desbordar —admite—. Las personas preguntaban qué podemos hacer y dónde”.

Las cuatro profesionales se dedicaron a recorrer los albergues para identificar las necesidades. Al inicio costó. Las personas afectadas se trasladaban constantemente y el mismo personal de los centros iba rotando. “Yo iba un día, dejaba las instrucciones y al día siguiente habían llegado personas, habían tenido actividades y no había control”, narra.

Simone Dalmasso

Entre el jueves 14 y el sábado 16 de junio hicieron un nuevo barrido y dejaron los lineamientos del ministerio en cada lugar. También comunicaron una orden: prohibida la entrada de organizaciones o voluntarios que quieran dar apoyo psicosocial y no estén autorizados por el MSPAS. Para obtener el permiso, las personas deben ser colegiadas activas, contar con la constancia del Registro Nacional de Agresores Sexuales (Renas), ser expertas en el área en la que brindarán apoyo y recibir una inducción para poder realizar los registros del Sistema de Información Gerencial en Salud (Sigsa).

Ahora, dice Peralta, la institución se encuentra realizando un plan estructurado para sistematizar bien la ayuda. Para ello deben analizar los planes de cada organización y saber por cuánto tiempo podrán seguirles apoyando.

“Muchos de los que vinieron de manera intermitente, esporádica, ya se fueron. Vinieron a hacer unas intervenciones, actividades lúdicas con niños, pero ya no están. Ahora necesitamos actores que se queden trabajando”, explica.

Además, muchas de estas personas no estaban capacitadas en la atención psicosocial en emergencias y desastres. Por ello, la Asociación Psiquiátrica de Guatemala organizó dos semanas después de la catástrofe un curso gratuito para formar a profesionales de salud mental.

Simone Dalmasso

El curso fue impartido por Lourdes Trigueros López, miembro de la asociación y experta en intervenciones psicosociales y de salud mental en emergencias; y Jaime Cárcamo, especialista en manejo del trauma y Trastorno de Estrés Postraumático.

En su ponencia, Trigueros lo expone claramente: “No toda ayuda es necesaria. Y toda la ayuda debe ser ética, sostenible y coordinada. Es inadecuado e irresponsable intervenir si no se ha establecido lo que se necesita hacer”.

La reacción

Las personas consultadas coinciden en algo: las reacciones que tiene la gente después de una situación como la del volcán de Fuego son completamente normales. Son comunes las palpitaciones, las pesadillas, el insomnio. Otra cosa es lo que venga después. Posibles trastornos como el de Estrés Postraumático (TEPT), que ya requieren una ayuda psicológica o psiquiátrica más específica.

Jaime Cárcamo nació en El Salvador, pero vive en Estados Unidos desde niño. Allá se especializó en el manejo del trauma y en el TEPT. Después del atentado de las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001, Cárcamo creó un centro de salud mental que está enfocado en tratar y evaluar síntomas del trauma relacionados con el terrorismo.

Según el especialista, el rango de personas que suelen generar Trastornos de Estrés Postraumático en Estados Unidos se sitúa entre el 2% y el 9%. En el 11S, el porcentaje subió al 19%. Cárcamo explica que en EE.UU. se cuenta con estos datos porque se hacen estudios epidemiológicos periódicos. Algo que en Guatemala no existe.

Lourdes Trigueros expone que para que un evento sea considerado potencialmente traumático tiene que cumplir algunas características. Debe ser súbito o inesperado y excesivamente doloroso. También sobrepasar las capacidades de las personas y romper el sentimiento de seguridad.

Simone Dalmasso

“El trauma va a ser un equilibrio entre el evento, la personas y sus capacidades individuales de enfrentamiento y el contexto —expone Trigueros—. Las capacidades son las que hay que potenciar en personas que están pasando una situación como la que está sucediendo por el volcán”.

Psicosocialmente, la tragedia del volcán de Fuego —y tantas otras— puede explicarse en cuatro fases. La primera, la aguda, se da en los primeros momentos o los primeros días después de la catástrofe. Aquí se encuentran el mayor número de reacciones psicológicas: el insomnio, el temblor de manos, los estados de hiperalerta, las taquicardias… En este caso, esta respuesta puede ser agravada por el ambiente en el que se encuentran las víctimas: albergues con hacinamiento, falta de higiene, inseguridad…

La organización que más sobresalió estos días en la primera fase, brindando primeros auxilios psicológicos, fue la Cruz Roja. En la escuela situada a un costado de la morgue improvisada en Escuintla, la Cruz Roja montó su centro de operaciones, en el que apoyó al personal del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif) con el acompañamiento de las víctimas.

Llantos inconsolables, desmayos, mareos, náuseas. Las escenas se repitieron diariamente. Familiares que esperaban frustradamente respuestas que no llegaban, tristeza y rabia por la confirmación de un fallecimiento, agotamiento.

Simone Dalmasso

Irma Pop, psicóloga de la Cruz Roja, realiza un recorrido calmado por las instalaciones del centro. “Los primeros días fue más fuerte el apoyo psicológico porque la gente venía muy impactada del evento —dice—. Y hubo muchas réplicas del volcán. El martes —5 de junio— nosotros también evacuamos, por seguridad. Había cierta psicosis social. La gente tenía el temor de que pasara lo mismo”.

Pop explica que de parte de la organización están dando apoyo, acompañamiento y cercanía. “Los procesos más prolongados de momento no los estamos haciendo. Ahí el abordaje es completamente diferente”, añade.

Los procesos a los que se refiere la psicóloga comienzan en la segunda fase, la de reacción, que puede durar hasta un mes y medio después del evento. Las personas comienzan a adaptarse y a buscar nuevas estrategias para sobrevivir. Las reacciones comienzan a disminuir.

En este momento, es recomendable que no se usen medicamentos, comparten Cárcamo y Trigueros. “Si la persona tiene mucho problema para dormir, nosotros necesitamos que descanse. Se recomienda que el médico recete algún antihistamínico pero no se recomiendan benzodiacepinas y mucho menos antidepresivos”, dice Trigueros. Cárcamo puntualiza que este tipo de medicación puede causar adicciones.

La tercera fase va del primer al sexto mes. Es la de reparación. Las personas aprenden a manejar sus emociones. La última, la de reorientación, puede durar hasta un año: cuando la persona ya ha retomado sus actividades.

El apoyo psicosocial debe estar presente desde la primera fase, desde el primer momento. “Esto debe estar integrado desde que se traslada a la gente a un albergue, hasta cómo se construye un albergue, cómo se le entregan los kits o la ayuda. Idealmente el personal debe tener alguna formación o sensibilización en cuestiones psicosociales”, explica Trigueros.

Simone Dalmasso

La psiquiatra pone un ejemplo: si una persona está haciendo cola para recoger un kit y es regañada o le gritan, esto no va a causar una enfermedad o un trastorno, pero puede ser un obstáculo para su recuperación.

También puede darse una revictimización, si se la fuerza para que cuente lo que le pasó aunque no esté preparada. Jaime Cárcamo añade que esto puede suceder en ocasiones cuando alguien tiene una “reacción entumecida”. “Está como zombi, como muerto. Y esto es una indicación de que puede pasar algo ahí”. Y aquí es donde se necesita una atención más especializada. “Si esto se vuelve crónico, pasan semanas, meses y la persona está apagada, hay que intervenir. Esos son los casos más difíciles de tratar”, explica.

Con las niñas y niños, los juegos, la pintura, pueden ayudar a desentumecer esta reacción. “La idea es que a través del arte comunicas más de lo que comunicas con palabras, y más si son niños pequeños, que no tienen algunos entes comunicativos lingüísticos para transmitir lo que ellos sienten”, expone Jacobo Pérez, uno de los psicólogos de Plan Internacional que observa a los pequeños pintar en el suelo del pasillo del instituto de Escuintla.

Simone Dalmasso

“El plan es utilizar la resiliencia —continúa— la idea de que no te va a marcar es falsa, pero tú puedes trabajar en función de ello como visión positiva para después. Lo importante es no forzarlo. No meterle a los niños en la cabeza que esto te marcó, sino que tienes una posibilidad posterior”.

En los adultos esa reacción entumecida de la que habla Cárcamo puede concluir a veces en problemas físicos. Luisa Salazar es especialista en psicoterapia y psicotratamiento. Después de la catástrofe, ofreció su consulta de manera gratuita para las víctimas del volcán. “Como la persona no tiene la capacidad de expresar lo que siente emocionalmente, desarrolla malestares físicos, y cuando se le hace laboratorios, exámenes, está normal. Es porque su cuerpo no ha podido expresar todo esto”, cuenta.

Salazar concluye que Guatemala está “muy mal en temas de salud mental. Se le debería dar una prioridad porque hay enfermedades que si no están causadas por alteraciones psicológicas, tienen un componente psicológico muy importante. Y no estamos hablando de enfermedades poco frecuentes: diabetes, hipertensión…”.

La culpa

Las vecinas y vecinos de San Miguel Los Lotes, la aldea que quedó soterrada en cenizas después de la erupción del volcán de Fuego, no han dejado de llegar al lugar a buscar a sus familiares. Desde el primer día, algunos comenzaron como un apoyo para bomberos, policías y militares: señalaban las casas donde se encontraban las personas para que entraran a buscar sus cuerpos. Otros, ante la desesperación y la angustia, optaban por hacerse camino en las viviendas ellos mismos.

La primera escena disminuyó con el paso de los días. El domingo 17, con la suspensión definitiva de las acciones de búsqueda, desapareció completamente. La segunda, la de personas escarbando con palas, con sus manos desnudas, con excavadoras prestadas, se siguió repitiendo días después. Necesitan desenterrar a sus muertos para enterrarlos de nuevo, darles sepultura, cerrar un ciclo, lograr la calma.

Esto, según los expertos consultados, puede seguir sumando una carga importante a su salud mental. “A veces uno habla de un evento traumático severamente estresante —comienza Cárcamo—. Estas personas lo siguen reviviendo buscando a sus familiares. Esto no ha terminado. Una de las vulnerabilidades para desarrollar un TEPT es la intensidad y qué largo es el trauma. Si fuera un momento... pero las personas que siguen yendo se exponen a que esto se intensifique. Ellas no lo saben, claro”.

Sin embargo, el médico expone que no todas son vulnerables. “La mayoría tenemos resiliencia y podemos sobrevivir golpes fuertes y esto puede ayudar”. Esto, recuerda, sucedió con las Torres Gemelas. La gente que volvía al área para trabajar se recuperó con mayor rapidez porque se enfrentaba a lo que más temía. “No desarrollaron un trauma como se esperaba. Solo que allá ya había terminado. Aquí todavía sigue. Allá no se permitieron que los familiares buscaran a sus seres queridos. Los bomberos y los rescatistas hicieron eso por ellos”.

Para Trigueros, el hecho de que las personas no encuentren a sus familiares puede ser un factor de riesgo. Por ello, dice, es crucial que el equipo de salud mental les ayude a hacer un acto simbólico para poder manejar el duelo. “Es importante trabajar esto y que la gente misma decida qué quiere hacer”, explica.

Simone Dalmasso

Según Harlen Peralta, encargada del área de salud mental en Escuintla, el personal está dando apoyo a estas personas en la morgue y en los albergues. “Para ellos es como cerrar un círculo —asegura Peralta—. A pesar de que es difícil afrontar la realidad de ver el cadáver de un ser querido, o encontrar solo una parte del cadáver, ellos de alguna manera se preparan. Es la misma resiliencia. Le ponen mayor importancia al hecho de poder enterrarlo. Termina siendo terapéutico, aunque la experiencia sea shockeante”.

Uno de los elementos con los que más cuesta trabajar es la culpa a la que se enfrentan los sobrevivientes: los que no se encontraban en la aldea en ese momento o los que corrieron por inercia, dejando a sus familias atrás.

Trigueros explica que el objetivo final es quitar esta la culpa. En un desastre natural como el sucedido, el hecho de que una persona haya reaccionado de una u otra manera no cambia el evento. “Muchas veces la persona tuvo que salir por instinto y en el camino se recordó de que su familiar estaba ahí y no pudo regresar. Trabajarla es difícil, por eso se necesita que las personas sean especialistas en salud mental”, remarca.

Peralta define la culpa como un tema delicado para el que se necesita terapia. Según la médica, la culpa disminuye con información: “Cuando los informamos de que las reacciones del cuerpo, la adrenalina, provoca o quedarnos quietos o emprender la huida, y es algo que no podemos controlar porque es un instituto de supervivencia, ellos ya van aceptando poco a poco que con culparse no pueden cambiar la situación”.

Sobre la mesa está ahora la incógnita de si el lugar afectado se declarará o no camposanto. Para la especialista de la Asociación Psiquiátrica es importante que se haga en algún momento: es un momento difícil para la persona, porque supone dejar la esperanza de encontrar a sus familiares con vida, pero al mismo tiempo pueden iniciar un proceso de duelo.

Desde el MSPAS, Peralta pronostica que se dará un desborde de emociones negativas cuando esto suceda. “Se va a intervenir con el trabajo de duelo. Los profesionales están preparados. Las primera etapa va a ser la negación. No van a aceptar que eso pase”. La médica asegura que dentro de la planificación que están realizando, contemplarán qué personas serán las encargadas de ver estas situaciones.

Por ahora, uno de los focos del apoyo psicosocial es analizar qué sucederá cuando las personas regresen a sus comunidades o sean reinstaladas en otras viviendas o albergues temporales. El apoyo comunitario será crucial.

Para ello, se fortalecen los grupos de autoayuda dentro de los mismos afectados. La idea es darles una formación con el fin de que en la siguiente fase —todavía incierta— de este proceso, puedan seguir reuniéndose para fortalecerse mutuamente, para apoyarse y para sanar en conjunto las heridas que dejó esta catástrofe.

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