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Cumbre de SICA: Responsabilidad compartida sí, pero división de opiniones

Clinton subrayó que estos países deben contar con los recursos que necesitan, por medio del pago equitativo de impuestos. “La seguridad verdadera no puede descansar sólo en la espalda de los pobres”, dijo.
Guatemala tiene una tasa de homicidios de 41 por cada 100 mil habitantes, Belice tiene una de 44, y Honduras, una de 77. El presidente de Guatemala, Álvaro Colom, dijo que en su país se registra un promedio de 8 asesinatos por tonelada de droga traficada, mientras que en Honduras se perpetraban 20. “Una tonelada vale demasiado esfuerzo humano”, señaló Colom.
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Cumbre de SICA: Responsabilidad compartida sí, pero división de opiniones

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Centroamérica y la comunidad internacional hablaron de “responsabilidad compartida” en la lucha contra el crimen organizado, aunque pareció faltar consenso acerca de cuánto comparte cada quién, y por qué.

El encuentro comenzó en el marco de la Conferencia Internacional de Apoyo a la Estrategia de Seguridad de Centroamérica, que reúne en Guatemala este 22 y 23 de junio a los mandatarios de la región. No es precisamente un Babel en donde nadie se entiende, pero entre líneas es fácil encontrar un pulso de opiniones e intenciones.

La conferencia, organizada por el Sistema de Integración Centro América (SICA), es el resultado del trabajo de doce meses para proveer una plataforma que unifique los esfuerzos regionales y el uso estratégico de recursos propios y externos en el combate contra la violencia.

Por un lado, México, Colombia y Nicaragua señalaron a Estados Unidos como el responsable de una significativa tajada del crimen organizado, al menos en lo que respecta a narcotráfico y suministro de armas para los criminales. Por otro, EE.UU. y los organismos internacionales dijeron, sin rodeos, que Centroamérica debe aportar sus propios recursos para su seguridad, por medio de reformas fiscales, y no depender sólo de cooperación externa.

Un punto de consenso para todos: la participación regional es indispensable para lograr resultados. “Ante el crimen organizado, los estados no podemos presentar un frente desorganizado”, dijo Felipe Calderón, presidente de México.

Otro punto de consenso: La estrategia debe ser integral; sin desarrollo, no se le ofrecen alternativas a jóvenes que se integran a la delincuencia y crimen organizado, por carecer de oportunidades laborales y de estudio. Como ejemplo, Calderón mencionó a dos adolescentes detenidos por la masacre de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, en agosto de 2010. “Uno de diecisiete años, y el otro de catorce, y los dos reconocen su participación”, reveló el mandatario.

El plan regional incluye veintidós perfiles de proyectos sustentados en cuatro ejes: prevención, combate al delito, rehabilitación y reinserción (sistema carcelario), y fortalecimiento institucional.

¿Pero cómo se diferencia este esfuerzo de pronunciamientos regionales anteriores, que no produjeron resultados concretos?  Según el ministro de Gobernación, Carlos Menocal, esta es la primera vez en que SICA involucran equipos técnicos y funcionarios especializados en seguridad, y la discusión no queda relegada sólo a un plano diplomático.

Las discrepancias

México y Colombia, los mayores receptores de ayuda anti narcótica y de seguridad, de EE.UU., ven en ese país tanto la solución como el problema.

“Hay temas que debemos revisar, y uno de ellos es el tráfico de armas”, dijo el presidente de México. El presidente reveló que de las 112 mil armas decomisadas en México desde el inicio de su administración (diciembre de 2006), el 80 por ciento fue sacado de EE.UU. El mandatario dijo que este país debe ejercer controles más fuertes. Además, atribuyó el contrabando de armas hacia México a que la prohibición a la venta de armas de asalto en Estados Unidos fue levantada en 2004. “Eso tiene que solucionarse”, dijo Calderón. “Hay una industria voraz que por lucro sigue vendiendo armas que luego acaban en México”.

El mandatario expresó que la realidad de México, Centroamérica y el Caribe, sería distinta si no estuvieran en la ruta del trasiego de la droga, entre los Andes y Estados Unidos. “Es necesario reducir la demanda de drogas, o detener el envío de armas a la región, donde los dólares por la venta de droga alimentan a los narcos”. Calderón expresó que la ayuda exterior debe ser similar al dinero que los narcos reciben, mientras que la presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, propuso—aunque no durante su ponencia—que EE.UU. aporte ayuda correspondiente a cada kilo de droga decomisado en Centroamérica.

Sin inventar la rueda

La incorporación de Colombia a la conferencia perseguía el aprendizaje de la experiencia colombiana, en la lucha contra el narcotráfico—una lucha que alcanza las cuatro décadas. “Es una historia de éxitos y fracasos”, admitió Juan Manuel Santos, presidente de Colombia. “Hemos aprendido que tenemos que pegarle a todos los eslabones de la cadena, desde la producción de droga hasta el lavado de activos”.

Santos reveló que Colombia también comparte el problema de las armas. Sólo en 2010, decomisaron 40 mil. Entre ellas, muchas enviadas desde Estados Unidos. Algunas eran armas sofisticadas, enviadas por partes en Federal Express, para ser ensambladas de nuevo en Colombia. Otras eran de grueso calibre como las ametralladoras calibre .50, “capaces de derribar un avión, o un helicóptero”, que también provenían de EE.UU., explicó Santos.

Síntomas de la violencia

Algunas manifestaciones de la incidencia del narcotráfico pasan inadvertidas en el istmo, como el incremento en el encarcelamiento de mujeres involucradas en el narcomenudeo (incluyendo algunas amas de casa), en Costa Rica, según lo señaló la presidenta de ese país, Laura Chinchilla. El aumento ha sido mayor del 50 por ciento.

En El Salvador, hay síntomas más visibles, entre los que se cuenta la infiltración del ejército y de la policía. “Averiguamos, en una unidad elite de la Policía Nacional Civil, que a algunos policías [los Zetas] les habían ofrecido US$5 mil por mes para trabajar para el crimen organizado”, dijo el mandatario salvadoreño Mauricio Funes.

Otra tendencia poco advertida es el incremento de homicidios en Belice, según el Primer Ministro, Dean Barrow. En 2010, registró 129 homicidios, y en los primeros cinco meses de 2011, a los beliceños les alarma que ya contabilizan 69. Las cifras resultan pequeñas a la luz del promedio de los 6 mil homicidios anuales que ocurren en Guatemala desde los últimos tres años. Sin embargo, Belice es el país menos poblado de la región, mientras que Guatemala tiene la población más grande.

Guatemala tiene una tasa de homicidios de 41 por cada 100 mil habitantes, Belice tiene una de 44, y Honduras, una de 77. El presidente de Guatemala, Álvaro Colom, dijo que en su país se registra un promedio de 8 asesinatos por tonelada de droga traficada, mientras que en Honduras se perpetraban 20. “Una tonelada vale demasiado esfuerzo humano”, señaló Colom.

Financiamiento, talón de Aquiles

El mandatario colombiano subrayó que, por su responsabilidad como consumidores, EE.UU. y Europa, deben poner de su parte para reducir la violencia generada por el narcotráfico en la región. La Secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, dijo que el presidente estadounidense Barack Obama anunció desde su visita de marzo pasado a El Salvador, que Estados Unidos “haría su parte”.

“Todos conocen los números”, señaló Clinton. “No necesitamos revisar las estadísticas porque ustedes las viven todos los días. Hoy estoy aquí para decir que tenemos la intención de avanzar en este tema, y que la responsabilidad compartida significa poco si no está acompañada de una estrategia compartida por todos los socios de SICA”.

Clinton subrayó que estos países deben contar con los recursos que necesitan, por medio del pago equitativo de impuestos. “La seguridad verdadera no puede descansar sólo en la espalda de los pobres”, dijo la funcionaria, refiriéndose a que hay sectores de la sociedad que se oponen a pagar más impuestos—aunque también mencionó la urgencia del fortalecimiento institucional y la gobernabilidad.

“No se trata de una obligación, sino de responsabilidad mutua”, indicó Clinton, quien señaló que EE.UU. está interesado en ayudar porque se preocupa por los ciudadanos de la región, pero también porque la ola de violencia también amenaza a EE.UU. El plan de apoyo estadounidense incluye US$200 millones ya aportados, más otros US$40 millones, en 2011. Clinton dijo que las inversiones de su país incluyen fondos para un observatorio del crimen del SICA, que reúna información estadística e inteligencia, y para apoyar una reforma fiscal.

Aunque el presidente de El Salvador, Mauricio Funes, dijo que el sector privado “es el que más se resiste a la regulación del sector financiero”, lo que evita el control del lavado de activos, Clinton habló de una iniciativa en El Salvador en la que el sector privado se comprometió a invertir en seguridad US$3 dólares por cada US$1 dólar que EE.UU. aporte a la causa. La funcionaria invitó a otros países centroamericanos a unirse a la iniciativa, y subrayó la necesidad de fortalecer el liderazgo de Centroamérica, no sólo de los gobiernos, sino del sector privado, y la sociedad civil.

Dedo acusador

El mandatario nicaragüense Daniel Ortega se refugió en una disertación sobre la pérdida de valores como la raíz de la delincuencia y crimen en la región. Omitió que en 2010 acusó a Colombia, Guatemala, y otros países, de cooperar con el narcotráfico cuando apoyaron el retiro de tropas militares nicaragüenses de un territorio disputado con Costa Rica. También criticó la creciente demanda de drogas en los países desarrollados, y su actitud hacia el problema.

“No se trata de hacerle un favor a los pobrecitos centroamericanos, sino a la humanidad”, dijo Ortega, quien sentenció que los países desarrollados no le dan importancia al problema. Clinton, quien habló antes que Ortega, había procurado no ocultar culpas.

“Sabemos que la demanda de drogas es principalmente una responsabilidad de EE.UU., y el presidente Obama mantiene el compromiso de financiar programas de tratamiento y prevención de adicción, así como combate a las redes de traficantes en el país”, dijo la funcionaria.

Colom reconoció la colaboración de la comunidad internacional, y del sector privado, aunque destacó que hay una “desproporción de compromiso” comparado con la magnitud de los recursos del crimen organizado.

Pero la ayuda no ha dejado de fluir, aunque no toda es una donación. El Banco Mundial anunció la entrega—reembolsable—de mil millones de dólares en los próximos tres años. Mientras tanto, la ayuda que EE.UU. ofrece a Centroamérica es parte de US$1 mil millones que la comunidad internacional aporta. Clinton abogó porque la ayuda continúe de forma sistemática, “para hacer que cada dólar cuente, y evitar que se dupliquen esfuerzos”. Declaró que el SICA será crucial para coordinar y liderar los esfuerzos, y que EE.UU. buscará obtener el status de observador dentro del proceso.

Al final de la jornada, no hubo un consenso evidente sobre la “responsabilidad compartida” y la tajada que cada país asume. Sí lo hubo, en cambio, sobre cómo el plan regional puede ser un parte-aguas que, como a finales de los años 80, cuando Centroamérica decidió poner fin a los conflictos armados, permita sacar al istmo de esta nueva guerra.

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