Es prácticamente icónica la construcción que Gray termina haciendo con respecto a un Janus, a dos caras opuestas en una misma estructura que componen dicho concepto. Al respecto, dice Gray: ´ Liberalism contains two philosophies. In one, toleration is justified as a means to truth. In this view, toleration is an instrument of rational consensus, and a diversity of ways of life is endured in the faith that it is destined to disappear. In the other, toleration is valued as a condition of peace, and divergent ways of living are welcomed as marks of diversity in the good life. The first conception supports an ideal of ultimate convergence on values, the latter an ideal of modus vivendi. Liberalism's future lies in turning its face away from the ideal of rational consensus and looking instead to modus vivendi.´
Sobre el anterior párrafo, una de las mejores necropsias que se le haya realizado proviene de la pluma de Marta Nussbaum. En The New Religious Intolerance: Overcoming the Politics of Fear in an Anxious Age, la profesora de Filosofía de la Universidad de Chicago refiere a los orígenes epistemológicos sobre los cuales está ´bebiendo´ Gray cuando refiere a estas dos ´caras´.
La posición que entiende la tolerancia cómo un instrumento de consenso racional en la aceptación de un pluralismo (aún sin apellido) se nutre de los condicionamientos propios de la filosofía de Locke, y en particular, de las acepciones que caracterizan el ´Estado de Naturaleza Lockeano´. Explica Nussbaum que puesto que las relaciones son perfectamente horizontales y en razón que nadie ejerce ningún tipo de fuerza arbitraria, entonces las artes, la cultura, y las instituciones pueden florecer dando espacio al aparecimiento de una posición aparentemente pluralista. Pero como también lo apunta Nussbaum en el ensayo ´El Mal Radical en el Estado Lockeano: El descuido de las emociones políticas´ dicho Estado de Naturaleza a´lla Locke´ no es un pluralismo a nivel epistemológico, mucho menos es la imagen de un consenso unánime sobre el significado del bien y del mal.´ Nussbaum refleja dicho punto con respecto a la famosa (pero poco conocida) Carta de John Locke sobre la Tolerancia. El ideal final es la protección de la esfera pública para que ella no sea secuestrada por ninguna doctrina comprehensiva (usemos ahora el término de Rawls). La jerarquización epistémica hace en Locke un juicio claro entre posiciones ortodoxas y posiciones herejes, pero aun así, la clave es que nadie se apropie del entorno ´civil´. Para esta vertiente liberal, el pluralismo (repito, sin apellido aún) puede existir solamente en la esfera privada, e incluso allí, desde el horizonte de las posiciones dominantes, se entiende la superioridad o la inferioridad de las doctrinas comprehensivas, pero, al final de cuentas no trascienden al plano público.
La segunda cara de Jano en el texto de Gray es más clara, nos explica Nussbaum. Se nutre de la filosofía hobbessiana e impone un modus vivendi (de tipo político) no por razones de superioridad epistémica sino, por razones de mantener la paz. Este modus vivendi, valga decirlo, terminará excluyendo otras doctrinas comprehensivas en razón de la fuerza política que se encuentra detrás del modus vivendi.
Ahora bien. Llegado este punto hay dos líneas argumentativas que pueden traerse a mención:
1) lo referente a la ´religión cívica´ y las demandas republicanas o, 2) el debate con respecto al pluralismo, en ambas de sus acepciones: pluralismo completo o pluralismo razonable.
Me inclino por el segundo aspecto. El problema del pluralismo (en sus diferentes acepciones y desde las diferentes posiciones teóricas) ha sido ampliamente debatido en los escritos de Rawls, Nozick, Sandel y Taylor. Además, ha llenado suficientes páginas. No me interesa puntualmente reproducir las líneas argumentativas sino reflexionar a partir de un elemento aplicativo.
En suma, creo que resulta claro que para el pensamiento liberal la cuestión de la tolerancia no es una cuestión de principio, sino un aspecto instrumental. La tolerancia no tiene que ser excluida sino debe refugiarse en la esfera de lo privado, pero la representación política (la existencia ´al Agora´) es un privilegio asignado exclusivamente para todo aquello que sea perfectamente congruente con aquello que Rawls denomina los ´esenciales constitucionales´. Claro que en la camisa de fuerza rawlsiana el espacio para ejercer la tolerancia es mayor que, por ejemplo, en las posiciones deterministas del marxismo economicista o en la experiencia del marxismo eslavo.
Sin embargo, me parece, y esto es únicamente una suposición, que la tolerancia plena, o el ´aceptamiento´ del pluralismo completo no razonable sucede con mayor facilidad en las posiciones centristas, y esto es precisamente por su profundo carácter democrático. Me viene a la mente como referente empírico la figura de recientemente fallecido expresidente de gobierno español, Adolfo Suárez. En su calidad de primer presidente de la España democrática debió enfrentar el dilema de aceptar la legalización del partido comunista. Suárez pudo haber optado por inclinarse hacia las posturas mayoritariamente conservadores de su entorno y de la España de su momento. No sólo no lo hizo, pero además, fue parte activa en la legalización de un descafeinado (dicho sea de paso) partido comunista español. Pero ello hizo finalmente posible el ejercicio de la transición con todos los grupos políticamente relevantes.
La actitud de Suárez, no solamente de estadista sino también de un completo demócrata puso muy en claro para el contexto español que, de ahora en adelante, todos los grupos políticamente relevantes se comprometían a los arreglos institucionales como mecanismos para arreglar sus diferencias en un contexto de democracia en razón de un régimen aceptado de (sin violencia) de las reglas y mecanismos. Al final del día, la ciudadanía española excluyó los extremos y legitimó dos posiciones (de izquierda y derecha) claramente institucionalistas con vocación democrática. Y lo más importante, se probó falso el temor de la extrema derecha quienes suponían que la legalización del PCE haría de España una Rusia Comunista.
Pero lo medular y la esencia de mi artículo: El tono del discurso de Suárez al apuntar que
´…si bien no comparto la posición comunista, tampoco soy nadie para negarla o pretender excluirla´.
Demócrata, tolerante y sobre todo, humilde al reconocer que ´el otro´ tiene derecho a existir en términos políticos.
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