En este contexto, es a través de la economía que se han planteado “arreglos” e “instrumentos” buscando un “nuevo orden” para mantener, dentro de ciertos límites, los impactos ambientales derivados de procesos económicos.}
El pretendido nuevo orden transita desde variaciones moderadas a la economía clásica donde los arreglos e instrumentos normalmente terminan diluyéndose frente al aplastante impacto del enfoque productivista; hasta variaciones profundas cuyos arreglos e instrumentos —socialmente aceptados e institucionalmente gestionados por medio de políticas públicas— pretenden una subordinación de los procesos económicos a ciertos límites naturales que, al ser observados, permitirían la propia capacidad de recuperación de ésta.
En este orden de ideas y sin pretender ser exhaustivo, podríamos decir que un gradiente que va desde poca o ninguna consideración de límites naturales hasta una profunda consideración de éstos, empieza con los enfoques clásicos de la economía, pasa por la economía de recursos naturales y la economía ambiental, hasta llegar a la economía ecológica.
Las cuentas verdes, también llamadas “cuentas ambientales y económicas integradas” o “cuentas satélites” surgen como complemento a la frialdad ambiental de las cuentas nacionales. En el marco de los planteamientos anteriores, son un instrumento de la economía ambiental y en ese sentido son instrumentos de “corrección ambiental” y no de “transformación económica profunda”. No obstante, connotados investigadores —como G. M. Lange, economista principal del Departamento de Ambiente del Banco Mundial, y J. V. Tongeren, del Instituto de Investigación y Desarrollo (IVO), de la Universidad Holandesa de Tilburg— plantean que las cuentas verdes son un poderoso instrumento para países en vías de desarrollo para mejorar la “conciencia”, por un lado, acerca del verdadero aporte de la naturaleza a la economía, y por otro, de los múltiples problemas ambientales derivados de las actividades económicas. Es decir, las cuentas verdes no solo permiten identificar los problemas ambientales y sus tendencias, sino que también establecen claras relaciones causa-efecto. Sobre esta base, posibilitan procesos de toma de decisiones más informados y contundentes acerca de las necesarias regulaciones de los flujos recíprocos entre el ambiente y la economía.
Las cuentas nacionales —las que suelen recurrir al Producto Interno Bruto (PIB) como indicador insignia de la economía— consideran todo lo que tiene un valor económico —lo que tiene precio— tanto si tiene implicaciones positivas como negativas para la sociedad. Así, por ejemplo, los costos laborales, los desastres, los accidentes y por supuesto los costos ambientales, contribuyen a la suma global de bienes y servicios, por lo tanto al “crecimiento económico” incluso “al desarrollo”, como algunos economistas clásicos plantean.
La cuentas verdes, al ser concebidas como “cuentas satélites” en relación a las cuentas nacionales, proporcionan elementos fundamentales que pueden conducir a transformaciones, socialmente convenientes, de las políticas económicas lo cual solo será posible con una férrea voluntad política de parte del Gobierno o en última instancia a partir de las exigencias de la sociedad, interesada y motivada por un mejor presente y futuro.
Las cuentas verdes se construyen a partir de un proceso metodológico riguroso en términos matemáticos y estadísticos e intensivo en materia de información. Es un proceso multidisciplinario que garantiza, para un periodo determinado, un conocimiento muy preciso de la disponibilidad de bienes y servicios ambientales; un análisis del flujo de esos bienes y servicios desde la naturaleza a la economía y el flujo de residuos y emisiones en la dirección contraria; identificando y estudiando modalidades, patrones de uso, intensidades, eficiencias y los actores que intervienen en estos flujos. También permite revisar el papel de las instituciones en la relación economía-ambiente, a través del estudio del nivel de inversión pública y privada en la gestion ambiental. Finalmente, el proceso permite hacer ajustes a los indicadores económicos tradiciones a partir de la evidencia de agotamiento, deterioro y contaminación ambiental, por ejemplo, el PIB ambientalmente corregido.
El proceso guatemalteco de construcción de la cuentas verdes es producto de una acuerdo público-académico entre el Banco de Guatemala y la Universidad Rafael Landívar a través del Iarna y ha permitido, hasta la fecha, publicar y oficializar resultados para el periodo 2001-2006 con una actualización en marcha hasta el año 2010, cuya entrega pública se ha previsto para mediados del año 2012.
Interesantes hallazgos de las relaciones entre 130 sectores de la economía nacional y la naturaleza, están disponibles para “las cuentas” de bosque, agua, energía y emisiones, pesca y acuicultura, tierra y ecosistemas, recursos del subsuelo y residuos, así como un análisis detallado de los gastos y transacciones ambientales globales a nivel del gobierno central, los gobiernos departamentales y los gobiernos municipales. Adicionalmente, se analizan las relaciones economía y naturaleza desde el punto de vista sectorial para la agricultura, la construcción, la industria forestal, la pesca y acuacultura y el turismo.
En la segunda parte de esta columna espero trasladar los principales hallazgos de las cuentas verdes de Guatemala, también disponibles en el sitio www.infoiarna.org.gt .
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