Que como tantos otros se leen por el deseo de comprender los procesos, la curiosidad de saber el papel que jugaron las personas de carne y hueso con las que probablemente compartimos profesional o socialmente y la mayoría de las veces por un morbo que aunque no reconozcamos, nos invade para poder tener nuestra propia visión y versión de la historia. Me refiero a: “Las huellas de Guatemala” de Gustavo Porras, “Crimen de Estado. El Caso Parlacen” de Lafitte Fernández, “Rendición de cuentas” de Juan Alberto Fuentes y “La guayaba tiene dueño” de Jorge Serrano Elías.
Juntando los causales que menciono anteriormente, he leído los cuatro libros y comentándolos en orden inverso a su aparición, creo que el más reciente: “La guayaba tiene dueño” es una mezcla de informe de labores estatal con un síndrome de pérdida de contacto con la realidad o memoria distorsionada. En la perspectiva del tiempo y el pasar de los años, puede uno volver a apreciar que el trabajo que hacía el equipo del Organismo Ejecutivo en tiempos de la Presidencia de Serrano no era malo, es más, creo que tenía muchos aciertos en materia de gestión pública y eso se rescata en el libro pero de ahí a la oda a la egolatría, la paranoia y la fantasía que caracteriza el resto del libro lo hace un buen material para tesis de estudio en alguna Escuela de Psicología. Si usted no quisiera profundizar tanto pero se entretiene con teoría de la conspiración y chismes desgastados también puede leerlo.
“Rendición de cuentas” es un documento ordenado y fundamentado que describe una serie de hechos en un período determinado de tiempo; se nota la disciplina académica de quien lo escribe y el lenguaje cuidado, elegante y sin desperdicios. La forma como se documentan los hechos también es admirable, lástima que por la posición que ocupaba su autor cuando recopiló toda la información y la forma carente de autocrítica con la que la presenta, no pueda uno valorar sus juicios en justa medida; y quede la impresión de que quienes fueron sus compañeros de trabajo en esa época puedan alegar algún día y con razón, que la elaboración del documento se hizo con alevosía y premeditación.
“Crimen de Estado. El caso Parlacen” es una estafa en cuanto a su número total de páginas y la cantidad de información que realmente traslada, la forma como se construyó lleva a pensar en una película de Tarantino, pero de las malas porque repite fácil cinco veces los mismos textos y recrea las mismas escenas; y para remate las vuelve a agregar en los anexos que son casi una tercera parte del volumen de las hojas. Tal vez la comparación con Tarantino no es justa (para Tarantino) porque se recrea en describir una expedición de funcionarios salvadoreños armados como Rambo y que se comportan como un mutante entre El Transportador y Columbo para desenmascarar lo más abyecto de la corrupción policíaca guatemalteca.
“Las huellas de Guatemala” es el único que no desilusiona, es un libro recomendable por el equilibrio de sus atributos, no es una perfección en el uso del lenguaje pero es difícil encontrar otro de lectura tan fácil y que podamos catalogar de más ameno. La información que aporta y los hechos que describe es fundamentada y proviene de hechos históricos conocidos; narra vivencias y nos da gratuitamente una interpretación sociológica de los eventos, nos aporta el mayor número de anécdotas comprobables de la literatura actual en el país y por si fuera poco tiene la característica de ser intergeneracional, porque lo entienden y disfrutan los nacidos hace varias décadas, como seguro lo seguirán disfrutando los que nacerán en las próximas décadas. Al final me quedo con la impresión que cada uno de estos libros se parece extraordinariamente a su autor.
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