Minutos después ya hay reportes preliminares del INSIVUMEH, del SSN y de la USGS. Comienza a circular información en la red, desde chistes y confesiones de susto hasta mensajes pidiendo a los parientes y amigos que se reporten para saber si están bien. Nuestros seres amados llaman preguntando cómo está todo. Es lo que hace la gente normal. Yo no llamé a nadie, no por falta de amor sino porque, cuando tiembla, suelo pensar en otras cosas.
Epicentro localizado al occidente del país. Seguramente allá la experiencia fue otra. Luego del recuento de daños, la CONRED reporta más de 700 afectados, viviendas dañadas, eso sin contar el efecto de los derrumbes.
Vivir en Guatemala implica que esto va a pasarnos a cada rato. El encuentro de tres placas tectónicas es sinónimo de sismos frecuentes y actividad volcánica. Además, estamos en una zona en la que los huracanes y tormentas están a la orden del día. Es la receta para el desastre, no porque los fenómenos naturales sean desastrosos per se, sino porque nosotros, sabiendo que tales eventos tienen una alta probabilidad de ocurrir, vivimos en condiciones que nos hacen vulnerables. Saber y comprender nos permitiría minimizar daños, prevenir. Desde tomar decisiones informadas acerca de dónde y cómo construir, hasta qué hacer y qué no hacer en caso de un terremoto. Sin embargo, como población somos más bien analfabetas. Según diversas fuentes, resulta que el sismo del viernes pasado fue de magnitud 6.5 Mc, 6.1 Mw, 6.4 Mw, 6.6 Mw, 5.9 escala de Richter, entre otros. ¿Cuánta gente entiende por qué hay valores distintos para un mismo evento? ¿Qué significan realmente estos números? Pasado esto, procede preguntarse ¿por qué se producen tantos sismos en Guatemala?, ¿por qué dos eventos sísmicos de igual magnitud pueden tener efectos diferentes?, ¿cómo estimar el efecto que tendría un sismo en un sitio dado? Poco a poco, las preguntas nos llevarán a los dominios de la geofísica, particularmente la sismología, y las respuestas allí encontradas deben hallar su camino hacia las mesas de toma de decisiones que nos garantizarían ser menos vulnerables.
Recuerdo la película Twister. Poniendo de lado su amplia inexactitud científica, pienso en la excitación de los protagonistas cuando, luego de perseguir tornados toda una vida, logran insertar en uno de ellos los sensores que generarán gran cantidad de datos para estudiar el fenómeno. ¡Una partida de locos! Pero se requiere justamente gente así, que sienta una genuina emoción cuando se enfrenta a su objeto de estudio para tratar de arrancarle sus secretos. Se requiere otro punto de vista.
6 de septiembre, 18:13 horas. Mientras escucho a los perros ladrar frenéticamente y a la gente salir de sus casas, el temblor me sorprende recostada en un sillón mirando una película. Dado que no parece ser tan fuerte, le permito mecerme mientras observo el movimiento que describen los péndulos formados por todo lo que cuelga. Escucho cada cosa que suena, los objetos, los vidrios, ¿en qué orden? Distingo claramente que el movimiento ocurre en varios ejes. Lo que yo siento y observo en el instante no aporta nada –a menos que lo reporte a la USGS−, pero pienso en las redes de sismógrafos que, tanto en Guatemala como fuera de ella, registrarán el evento y producirán información de inmediato, la cual será refinada paulatinamente conforme se compartan e incorporen los datos de todos. Pienso en las ecuaciones de propagación de ondas en medios elásticos y admito que me invaden otros pensamientos menos científicos, como cuál sería el soundtrack ideal para este instante y qué intensidad se requeriría para levantarme y dirigirme a un sitio seguro. Me descubro con una sonrisa en los labios. Cuando pasa el temblor, voy por mi computadora. Quiero saber lo que el trabajo de la partida de locos cuenta acerca de lo que acabo de experimentar.
* Soda Stereo, Nada personal, 1985.
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