Cristina y la dama duende

A veces uno quiere pecar de original o de escapista y le escurre bulto a los temas de actualidad porque así pareciera que se vive en un mundo paralelo y traslada a la demás gente un rato de distracción o aburrimiento pero de garantizado olvido.

El caso de Cristina Siekavizza ocupa constantemente la noticia y las columnas de opinión; y eso es bueno porque no nos deja voltear la cara y la atención a otro lado, es bueno porque nos obliga a entender y sentir lo que está pasando y a verlo desde todos los ángulos y a vernos proyectados como individuos y como sociedad.

No conozco personalmente a Cristina, pero conozco a su hermana Susana con quien he tenido la oportunidad de un trato laboral primero y de amistad después; es una joven mujer muy trabajadora, capaz profesionalmente, ética en sus actitudes y criterios, alegre y esforzada. La semana pasada vi en una entrevista de televisión al papá de Cristina y a Susana, a través de la pantalla podía percibir a una persona poseedora de altísimas cualidades y que estoy seguro ha criado hijos que son un regalo y un activo para la humanidad.

Con estos antecedentes, a nivel individual y colectivo lo que siento es miedo; y es miedo de que aún haciendo las cosas bien, el mal sale al paso y ninguna de nuestras hijas está libre de él. Pero la esencia de este miedo radica también en que la tragedia de la familia Siekavizza ha puesto en la atención de todos un sinnúmero de tragedias que se repiten día a día, mes a mes, año tras año en nuestra sociedad y del que todos somos de alguna manera culpables.

En uno de sus brillantes escritos, titulado “Avisos para una dama duende”,  Francisco Pérez de Antón describe a partir de la cita de una comedia de Calderón de la Barca, la usual situación que le toca vivir a una mujer con todas las dificultades propias de nuestro entorno aún sin encontrar de frente la violencia y el abuso en sus más crudas expresiones. Les recomiendo leer este escrito que está contenido en el libro El vuelo del faisán herido, sobre todo porque es una guía y bálsamo para los padres que estamos preguntándonos como educar a nuestra hijas y darles principios respecto a este tema.

Quiero hoy dejarles como mensaje, parte de los últimos párrafos que escribe Pérez de Antón: “A medida que te vayas alejando de la edad duende, descubrirás el valor de este aviso. Sobre todo para conservar esa libertad que anhelas. Pues no es la verdad, sino el saber, lo que nos hace libres. Y no tanto de las necesidades primarias –con la verdad no se come–, cuanto de personas indeseables e indignas. Por eso me preocupó siempre tu educación. Una mujer ignorante es siempre una mujer sometida. Y yo quería que fueras dueña de ti, para que nadie pudiera enseñorearse de tu persona, salvo por amor, que es el más deseable de los señores. Esa es la razón de que hoy te llame dama duende, porque duen de significa eso, dueña de, como bien sabía Calderón…”.

Cristina es una persona instruida, educada y aún así le ha tocado vivir lo que nadie quiere para sí o para sus seres amados, solo instruir o educar a nuestra hijas puede no bastar; hay que prepararlas para reconocer a los indeseable e indignos, y a ser dueñas de sí mismas. Un abrazo para Susana.