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Con la propia mano

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Con la propia mano

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Quitarse la vida es un acto que sigue siendo, en un sentido profundo, enigmático. ¿Qué lleva a una persona a realizar este gesto definitivo? ¿Es una decisión personal o es un acto compulsivo, que se “impone” al que lo ejecuta? ¿Es razonable en vistas a las condiciones de existencia padecidas o es un acto de locura? ¿Es muestra de cobardía o un acto de valor? ¿Se puede hablar de motivaciones generales o debe considerarse caso por caso como acto único e incomparable?

Hay muchas opiniones encontradas en torno al problema de los suicidios. Especialmente en el ámbito de la discusión pública existen preguntas abiertas que distan de estar resueltas. Lo que sigue en pie es la cuestión básica: ¿Por qué se suicida una persona?

Sin ofrecer una explicación definitiva al respecto, se puede constatar que, pese a los libros de superación, la actitud alegre y despreocupada de anuncios y eslóganes, los finales felices de las comedias, etc., así como el deseo de felicidad, las personas siguen sufriendo. Es parte de la condición humana.

Debido a ese sufrimiento (entre otras razones políticas, culturales, rituales incluso), algunas personas, en un determinado momento, optan por el suicidio. Se sienten solas, abatidas, sin esperanza. Y actúan, al sentir que no existe salida, en consecuencia.

Respecto a la melancolía, pero perfectamente aplicable al tema, Romano Guardini escribía:

“Cómo la vida se vuelve contra sí misma, cómo los impulsos de autoconservación, de respeto a sí mismo, de exigencia de autorrealización pueden bloquearse, volverse inseguros y desarraigarse por el impulso de autonegación, podría decirse que, en la imagen fundamental de la melancolía, el aniquilamiento se convierte en un valor positivo, en algo deseado y planeado. Allí se hace patente una tendencia a quitar a la propia vida la posibilidad de existir, a socavar sus soportes, a poner en duda los valores que justifican la vida, para desembocar en un estado mental en el cual ya no se vislumbra ninguna justificación para la propia existencia, que se siente vacía y sin sentido: en la desesperación”.

Como se verá, esta es una perspectiva panorámica y bastante gruesa del problema, pero puede servir para pensar sobre ciertas características y tendencias.[1]

Una visión panorámica

De acuerdo a la OMS, el suicidio figura entre las 20 causas más importantes de muerte en el mundo. Depresión y otros trastornos mentales (como los asociados a abuso de sustancias) son factores de riesgo que, no obstante, se ven influidos por otros aspectos culturales y sociales.

Sin embargo, el problema del suicidio en Guatemala es todavía un tema del que se habla poco y se comprende menos. Esto puede encontrar diversas explicaciones.

En primer lugar, es un tema delicado que produce vergüenza y culpa en los familiares y amigos de la persona suicida. Quienes sobreviven a un intento tampoco buscan hablar mucho de ello. Todavía se encuentran condenas sociales muy fuertes respecto a los suicidas, como la idea de “condenación eterna” que este acto les depara.[2]

Pero además, frente a otros problemas como las muertes infantiles por hambre/por causas prevenibles o los asesinatos que se cometen a diario, los suicidios son, estadísticamente hablando, una preocupación relativamente menor en este país.

Por supuesto que es una tragedia que afecta al suicida, a la familia y a los amigos, y expresa la fragilidad de la situación de las personas que optan por esta vía.

 

 

Como se puede apreciar, durante estos años se producen un total de 6,711 suicidios, lo que representa un promedio de 559 suicidios anuales.

Según estas cifras, casi 47 personas se han quitado la vida en cada mes de estos doce años y tres personas se suicidaron cada dos días.

Existe una disminución de un 17.99% en el período examinado (2002-2013), no obstante, a excepción de algunos picos, el número de suicidios parece mantenerse relativamente estable, entre 500 y 600 por año.

Otra forma de apreciar el fenómeno es a través de la tasa de suicidios por 100mil habitantes, como se presenta a continuación.

Como se observa, la tasa del año 2013 es mucho menor que, por ejemplo, la tasa de homicidios que en ese mismo año fue de cerca de 34 por 100mil, es decir, una cantidad diez veces mayor.

Durante el período 2002-2013, la cifra de suicidios representa un 10.45 por ciento de los homicidios ocurridos: por cada 10 homicidios ocurridos en el país, se comete un suicidio.

En términos comparativos, las tasas de suicidios en Guatemala son menores a la que exhiben otros países, incluyendo países desarrollados como Corea del Sur y Japón.En este indicador, por ejemplo, Groenlandiaregistró una tasa de 83 por 100,000 en 2011, comparable a la tasa de homicidios en Honduras durante ese año.

De producirse esta tasa de suicidios en el país, teniendo una población estimada por el INE de 15,806,675 personas en 2014, se produciría la cifra de 13,120 suicidios. En lugar de ello, tenemos una cifra relativamente pequeña.

Esto significa que Guatemala, como país, tiene una tasa de homicidios alta,pero tiene una tasa de suicidios baja. Mientras otros países en donde la tasa de homicidios es baja, tienen una tasa de suicidios que, de acuerdo a la perspectiva de la OMS, se podría calificar como epidémica.

Es interesante que en algunos países donde la violencia que se ejerce contra el prójimo es relativamente pequeña, hay una proporción importante de personas que la ejerzan contra ellas mismas.[3]           

Por otra parte, hay algunas características peculiares del comportamiento de suicidios en términos de meses y departamentos.

En otros países se ha observado el fenómeno de “trastornos estacionales”, asociados a determinadas fechas simbólicas como las fiestas de fin de año o San Valentín, pero este no parece ser el caso en el país como se observa en la siguiente gráfica.

Abril presenta el máximo de suicidios y diciembre el mínimo. Pero además, al examinar mes por mes el comportamiento de suicidios, se encuentran algunas cifras bastante extrañas. El mes donde más suicidios se han presentado durante todo el período es en abril de 2007 con 175 casos.[4] Mientras que Junio de 2005 tiene un reporte de 0 casos y diciembre de 2009 presenta 12 casos. ¿Qué factores pueden explicar estas variaciones?

La primera posibilidad es que exista un problema de registro en tales cifras.

Pero aun así, se podría suponer que el registro de la PNC presenta las tendencias generales y que estos meses en los que se presentan cifras tan dispares tienen, efectivamente, comportamientos excepcionales, que se apartan de lo habitual.

El problema es que, según se sabe, no existen investigaciones de gran alcance y de buena calidad que permitan dar explicaciones contextualizadas sobre el tema. Un estudio de esta naturaleza podría resultar interesante en términos de factores de riesgo o protección adaptados al país o a diversas regiones y departamentos, pues como se verá a continuación, también se presentan diferencias departamentales significativas.

 

Número de suicidios durante el período 2002-2013

No es extraño que el departamento de Guatemala ocupe el primer lugar en el número de suicidios. Teniendo un poco más del 20 por ciento de la población del país, reporta el 23.1 por ciento de suicidios ocurridos durante el período.

De hecho, de los 10 primeros departamentos en esta lista de suicidios, 9 son de los departamentos con mayor población para 2013.

La excepción es San Marcos que aparece en el puesto 16 respecto a los suicidios, pero que ocupa el cuarto lugar de acuerdo a su población mientras que, Chiquimula que ocupa el décimo quinto lugar de acuerdo a su población, en esta lista aparece en el puesto 5.

El examen de la tasa de suicidios por 100,000 puede resultar una medida más útil de comparación respecto a las cifras disponibles.    

Promedio de tasas de suicidios por 100,000 habitantes

Siendo un análisis tan grueso, llama la atención que los primeros lugares en relación a tasas de suicidios, se encuentren en el oriente del país (Jutiapa es una excepción notoria), mientras que los últimos lugares son departamentos del occidente. En términos generales, los primeros son departamentos más ladinos, mientras que los últimos son más indígenas (y no es coincidencia que también sean de los departamentos con mayores niveles de pobreza).

Otra observación que podría suscitar alguna reflexión (dado que resulta contrario a lo que a primera vista sucede a escala de países): Chiquimula y Zacapa son departamentos con altas tasas de homicidios en los últimos años y que tienen las mayores tasas de suicidios en el país. Mientras que varios departamentos del occidente también son departamentos con bajas tasas de homicidios en los últimos años y con las tasas de suicidios más bajas.[6]

Esto impone la pregunta: ¿qué factores culturales específicos protegen del suicidio?

Al examinar las cifras anuales, Chiquimula y El Progreso tienen cuatro años en los que sus tasas son superiores a 10 por 100mil, aunque la cifra máxima la obtiene Zacapa con un pico de 13.73 en el año 2010. Casos contrarios se presentan en Huehuetenango en la que se tiene la cifra mínima de 0.83 en 2009 y la de 0.91 que presenta Quetzaltenango en 2010.

Finalmente, al hacer una comparación entre el principio y el final de este período de 12 años, se encuentra que en la mayoría de departamentos se presenta una disminución en las cifras de suicidios.[7]

Si se toma en cuenta todo el período, 16 departamentos presentan una disminución en sus tasas de suicidio (incluyendo Escuintla y Suchitepéquez que presentan reducciones de un poco más del 70%), dos departamentos tienen tasas prácticamente iguales y cuatro presentan incremento (Zacapa tiene el mayor incremento con casi un 40%).

Algunas reflexiones

Pese a las posibilidades de análisis que presentan estos datos (falta hacer cruces con otras variables), no conviene descuidar una parte medular del problema: el rostro de la tragedia que estas cifras esconden.

En el fondo, muchos diagnósticos coinciden que la “actitud positiva” que parece permear buena parte de la cultura “light” de la posmodernidad, es también una forma de defenderse contra un hondo vacío que produce una sociedad y un mundo que parecen no ir a ningún lugar importante y cuyo horizonte último es el consumo ilimitado.

Varias respuestas se han dado a ello, incluyendo la proliferación de cultos y sectas de distinto tipo, el consumismo voraz, etc., pero no parece existir una respuesta a la pérdida de horizontes que los “grandes relatos” de la religión, el progreso y la revolución ocuparon un día.

Frente a ello, el “desarrollo” es, pese a la dignidad que le supone a los siempre excluidos, un horizonte bastante chato y mediocre (además, no se alcanza y pueden sufrirse retrocesos como lo muestra, entre otras cosas, el descenso en la matrícula de estudiantes de nivel primario que tenía una cobertura casi total en el gobierno anterior).

Además, la enorme cantidad de información y su instantaneidad no compensan la superficialidad de la comunicación. Aunque la “conectividad” y otras formas de diversión pueden aparecer como lo más importante de la vida de las personas, al final del día, cuando se está a solas con uno mismo, es posible que el silencio, el vacío, el absurdo, la sean demasiado angustiantes y provoquen un dolor que no puede salir por otras vías.

La forma concreta en que este vacío y absurdo se hace presente en quienes optan por el suicidio, es decir, la experiencia personal, familiar y cultural del suicida, será tema de otra discusión.



[1] Existe una propuesta de intervención y acción sobre este problema en un ámbito geográfico bastante delimitado que se espera confirmar dentro de cierto tiempo.

[2]Contrariamente, desde una perspectiva religiosa, también se ha señalado que Dios es quien mejor puede entender a quien opta por tal extremo.

[3] A esto hay que sumar la tendencia a que existen más intentos de suicidio que suicidios consumados.

[4] Pero además, abril presenta la mayor cantidad de suicidios en el 2002, 2003, 2004 y 2012. Mientras que Julio lo hace en el 2006, 2009 y 2013.

[5] Para elaborar esta tabla se obtuvieron las tasas de suicidios anuales por cada departamento durante el período 2002-2013 y posteriormente se promediaron.

[6] Hay que insistir en que las tasas departamentales tienden a ser bajas. No obstante, hay diferencias que permiten hablar de departamentos con tasas de suicidios más altas y tasas de suicidios más bajas. 

[7]El comportamiento interanual de los departamentos puede variar significativamente. Ver cuadros con las cifras absolutas de homicidios y suicidios, así como las tasas anuales respectivas para que pueda obtenerse un panorama más exacto. 

Texto e investigación: Mariano González y Dina Elías

Visualización de datos: Dénnys Mejía

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