En la sociología norteamericana, uno de los principales mecanismos causales para explicar el vínculo entre desigualdad y violencia es el siguiente: en una sociedad con grandes inequidades económicas, debido a barreras institucionales (legales) o estructurales (difícil acceso a la educación de calidad, por ejemplo), los individuos desfavorecidos se frustran y enojan al no poder encontrar medios legítimos para alcanzar el éxito del que disfrutan los más privilegiados, lo cual les empuja a buscar formas ilegítimas, incluso violentas, para lograrlo.
En el estudio anteriormente citado (Pratt y Godsey, 2003), los autores encontraron evidencia a nivel internacional (muestra de 46 países, incluidos Guatemala, El Salvador, Costa Rica y Panamá) del efecto de la desigualdad en la tasa de homicidios y de su interacción con la asistencia social del Estado, por lo que donde no hay programas sociales que suavizan el impacto de la desigualdad, la violencia homicida es mayor.
Sin llegar a elaborar un modelo de regresión para evaluar la misma hipótesis a nivel sub-nacional en Guatemala, ofrezco los resultados del paso previo, es decir, un simple análisis de correlación entre variables. La variable independiente es el coeficiente de Gini calculado por el PNUD (2005) para la distribución de las tierras.[1] La variable dependiente es el logaritmo natural de la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes (PNC, 2011). El coeficiente de correlación entre ambas variables es de 0.45 y dicha asociación es estadísticamente significativa (p = 0.000). Claro que la correlación no implica causalidad, pero esto nos indica que de alguna manera están asociadas las dos variables (podría ser por medio de una tercera que no hemos considerado). Lo cierto es que cuando una cambia la otra también lo hace, y ello no es por simple casualidad, no es fruto del azar.
Ver gráficos AQUI
Steven Pinker (2011, p. 119) confirma la posibilidad de una tercera variable al señalar que la desigualdad es un buen predictor de la violencia cuando comparamos entre países o ciudades, pero no se encuentra correlación alguna cuando vemos las dos variables en el tiempo. Por ejemplo, en los EE.UU. aumentó la desigualdad de 1990-2000 pero el crimen decreció, y tuvo su punto más bajo en 1968 cuando la violencia estaba incontenible. ¿Cuál podría ser ese tercer factor en Guatemala? Para ser consistente con mi propia investigación sobre los linchamientos, debo proponer que la variable étnica podría estar jugando un papel importante, dado que tanto la desigualdad económica como la violencia homicida son bajas en los municipios con mayoría indígena (donde son igualmente pobres y tienen bajo nivel de desarrollo humano, además de escasa presencia estatal). La explicación consistiría en una serie de valores, costumbres o normas informales de las comunidades indígenas que hacen menos probable que la agresividad se convierta en violencia homicida y que también incentivan una equitativa (re)distribución de la riqueza.
Estas teorías sociológicas y antropológicas no son simples ocurrencias de quienes creen en la justicia social u otra ideología igualitaria, y así avanzar su agenda a partir de un problema sensible para las elites y la clase media, como el de la violencia. Los experimentos de Frans De Waal y Sarah Brosnan han demostrado que los primates poseemos un sentido innato de la justicia y nos desagrada la inequidad. Esta aversión se comprobó con monos capuchinos que se negaban a cooperar cuando su compañero de pruebas recibía mejores recompensas. Participaban en intercambios “libres y voluntarios” hasta que se introdujo la inequidad: mientras que a uno se le seguía recompensando con rodajas de pepino, al otro se le dieron uvas, su comida preferida. El que no recibió dicho premio se agitó, perdió interés en el juego y tiró el pepino que antes recibía con agrado. Reacción muy similar a la que podemos observar en niños pequeños en reacción a lo que consideran una injusticia.[2]
[1] Agradezco a Karing Slowing por llamar mi atención sobre esta data publicada en el Informe de Desarrollo Humano de Guatemala 2005 (pp. 325-334) y a Gustavo Arriola por explicarme las limitaciones que la misma podría tener para el análisis. Daniel Núñez ha hecho un análisis preliminar usando como variable dependiente los linchamientos y le salió una correlación inversa.
[2] De Waal, Frans (2009). The Age of Empathy. Nature´s Lessons for a Kinder Society. P. 187
Más de este autor