Como respuesta y con razón, Álvarez le pidió a López las pruebas de su afirmación. No hubo réplica en ese sentido.
Hay un aporte imprevisto en la acción de López, sin embargo, si se considera que el asunto de las pruebas y la afirmación en sí misma no son tan interesantes de discutir en este momento. Me ha llamado la atención, en tal sentido, un fragmento de la respuesta de Álvarez. Cito textualmente: “¿Por qué rayos la oligarquía Guatemalteca (sic) vendría a financiar, apoyar o poner bajo sus alas monopólicas a una persona que aboga por la DESTRUCCIÓN TOTAL (sic) de los aranceles, impuestos al comercio, regulaciones comerciales y cualquier clase de obstáculo que impida EL LIBRE COMERCIO (sic) entre Guatemala y todas las naciones del mundo? Acaso no son los impuestos, aranceles, leyes comerciales y restricciones (sic) la razón del poder de la oligarquía Guatemalteca??????(sic)”
Pareciera entonces que por fin se vislumbra un pequeño y potencial espacio de diálogo con gente que nunca creí que fuera posible. En un nivel táctico hay algo que se comparte. Los libertarios, de los cuales Álvarez es una de sus más recientes, furibundas y notorias representantes, han dicho en muchos lados, y muy enardecidamente, que desprecian desde la entraña a todo aquel que usa al gobierno para sacar un beneficio propio.
Lo que siempre me ha causado alergia de ese planteamiento, es que ellos afirman estas cosas únicamente en casos relacionados con pueblos indígenas, “pobres” y/o “comunistas/socialistas” (como suelen llamar a quien no piense como ellos).
Pareciera que es la primera vez, entonces, que una representante de los libertarios se atreve a dirigir la mirada a esas verdaderas sanguijuelas, que han desangrado de forma tal al país y su población, al usar al Estado como uno de sus principales instrumentos de lucro. Sí, hablo de la oligarquía.
La oligarquía ha instrumentalizado al Estado como algo que considera su propiedad privada, algo que le ha permitido consolidarse económicamente de la forma en la que lo ha hecho desde hace unos 200 años. Desde las usurpaciones de tierras de pueblos indígenas y la instauración del sistema finquero agroexportador en el siglo XIX, la contrarrevolución y el genocidio en el siglo XX, hasta sus nuevas alianzas, en las que sus representantes han quedado como operadores locales, subalternos a las corporaciones transnacionales dedicadas al hurto de los recursos naturales del país en el siglo XXI.
La oligarquía tiene apellidos muy bien identificados por las “ciencias históricas”: Castillo, Herrera, Gutiérrez, Widmann, Botrán, Novela, entre otros veintitantos. Esta oligarquía de nombres propios (como diría mi amigo Juan Carlos Mazariegos), además de dominar casi la totalidad de medios televisivos, radiales y escritos -mediante los cuales controlan gran parte de la producción de opinión pública-, ha construido una maquinaria de influencias políticas muy bien aceitada y eficiente. Mediante ella, tal y como demostró Gustavo Herrarte hace pocas semanas, ejercen más presión sobre las decisiones del Estado que los partidos políticos mismos, cualquier movimiento social y/o grupo de presión en Guatemala. Sí, hablo del CACIF.
Pero regresando al eje del argumento, en términos estratégicos, a largo plazo, yo difiero de los libertarios en muchas cosas de fondo. Más que nada estoy en desacuerdo con la patológica fetichización del individuo (un ser definido casi exclusivamente por la noción de propiedad privada) y su contraposición ante el colectivo, los binarismos esencialistas y reduccionistas entre makers-takers y/o capitalistas-comunistas, la deshistorización de las relaciones producción y mercado, la re-enajenación del sujeto en el discurso económico político -negando dogmáticamente cualquier teoría del valor, el retorno a arcaísmos heroicos dizque helénicos y a las mitologías basadas en egos descomunales, entre otras cosas.
En otras palabras, estoy en desacuerdo con los libertarios porque basan casi totalmente su discurso en un sistema moral egocéntrico, individualista e individualizante, que sirve para justificar formas muy específicas y estudiadas de violencia, al tiempo que demuestran inmunidad ideológica ante la reflexión histórica que va a la raíz de los fenómenos y cierran los ojos ante las consecuencias planetarias objetivas que está teniendo la reproducción del modelo laissez-faire. ¡No, señores libertarios, el calentamiento global no es una conspiración creada por los científicos socialistas para desprestigiar al mercado!
En términos tácticos, es decir, identificando un objetivo determinado, preciso, de corto/mediano plazo, veo sin embargo, con cierto sentido irónico y recelo, que podría haber posibilidades de encuentro y acción política. Si tomamos en serio lo que dice Álvarez (o sea, si asumimos que no hay falsedad en sus palabras y que realmente cree que su ideología ha de convertirse en acción), ¿no podrían hacer una alianza pasajera libertarios y cangrejos -me refiero a toda la diversidad crustácea de afiliaciones políticas críticas que allí se encuentran: liberales, ecologistas, lesbianas, mayas, feministas, social demócratas, marxistas, socialistas, posmodernos, anarquistas, cristianos críticos, etcétera- en función de restarle fuerza a esos parásitos de la oligarquía nacional? Si hay un objetivo muy concreto, con nombres, apellidos y una agrupación claramente identificada (el CACIF), ¿por qué no juntar fuerzas entonces en esta específica tarea para eliminar la reproducción de las prácticas oligárquicas y mercantilistas? ¿O el discurso en contra de los monopolios, los aranceles y esas cosas que “impiden el libre comercio” es solo para las aulas? La hipocresía no es muy bien vista, ¿no creen señores libertarios?
¡Ahí se las dejo pues!
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