En el texto anterior presenté las primeras tres ideas clave, las cuales comentaron sobre la debilidad del Estado guatemalteco y sus dificultades para regular una variedad de prestadores de servicios y poner orden en el sistema de salud. Continuamos ahora, con las últimas tres:
4. El Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social es el principal prestador de servicios públicos de salud, pero también el más débil. Dado que el IGSS sólo cubre el 17% de la población, al MSPAS le toca el resto. Pero verá, la red de servicios de este ministerio tiene un rezago de casi 40 años y ya no se trata de atender únicamente diarreas y resfriados, ahora hay más padecimientos crónicos, degenerativos, mentales y lesiones.
El MSPAS organiza sus servicios en tres niveles de atención. El primer nivel, conformado principalmente por puestos de salud, es el más básico, desde el que deberían implementarse las principales acciones de prevención y abordar las enfermedades más frecuentes y menos complejas. Por cálculos de cobertura poblacional, deberían existir más de 4,500 puestos de salud, pero –a la fecha– no llegan ni a 1,000. En este nivel también se incluye el Programa de Extensión de Cobertura (PEC), que consiste en la contratación de organizaciones no gubernamentales (ONG) para la entrega de un paquete (limitado) de servicios materno-infantiles, a través de un equipo ambulatorio que visita las comunidades una vez al mes. El PEC se ha caracterizado por las dificultades para pagar a las ONG y porque no logra impactar en los niveles de salud.
Si así están los niveles básicos de servicios, puede imaginarse cómo están los servicios más complejos como los centros de salud, los hospitales generales o de especialidad.
5. La salud, o mejor dicho la enfermedad, es terreno fértil para lucrar. En esta bella época del libre comercio y las utilidades, se nos ha hecho creer que está bien y que es normal hacerse rico a partir de nuestros padecimientos. Ya no se trata sólo de algunos médicos “pisteros”: son corporaciones hospitalarias, farmacéuticas, diagnósticas y de seguros que están amasando fortunas. A estas empresas no les importa que estemos sanos o nos curemos, lo que les interesa es generar ganancias. Como el Estado no tiene control sobre éstas, los medicamentos están cada vez más caros, se realizan procedimientos médicos innecesarios, y se explota sin pudor al personal de salud.
6. Lo que lo público no atiende se traslada a lo privado, favoreciendo el negocio. Se ha reforzado la idea que lo público debe dedicarse a dar servicios pobres para los pobres; los vacíos terminan “ayudando” al negocio, por varias vías. Por ejemplo, la falta de medicamentos o insumos en el MSPAS obliga a los pacientes a adquirirlos en farmacias privadas. Como no hay atención a problemas como la hipertensión arterial, la diabetes o el cáncer, las personas deben recurrir a médicos privados. Y cada vez es más frecuente que las instituciones públicas contraten a empresas privadas para seguridad, mantenimiento, cocina, diagnóstico y tratamiento, entre otros; de esta manera, una gran cantidad de dinero público termina en manos privadas, asegurando ganancias.
Así las cosas, olvídese de que usted tiene derecho a la salud, a quien se le debe atender simplemente por su calidad de ciudadano(a). Para el actual sistema de salud usted es ‘limosnero’ o es ‘cliente’. La próxima vez que vaya a algún servicio del MSPAS o al IGSS, tome en cuenta que le están haciendo el favor de atenderlo, así que ¡agradezca! Y si va a un servicio privado, especialmente un hospital, aseguradora o laboratorio, recuérdese que ahí el servicio dependerá de su capacidad económica, así que preste, empeñe, venda sus bienes o su cuerpo y ¡pague!
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