La corrupción rampante, la ineptitud y el servilismo son quizá las tres características principales del gobierno de Jimmy Morales. Sin embargo, de todo el gabinete, la canciller Sandra Érica Jovel Polanco quizá sea la que más destaque porque su principal logro haya sido que nuestra política exterior haya degenerado en un circo en el que Guatemala una y otra vez demuestra su disposición a satisfacer los intereses de millonarios y financistas de campañas electorales, así como su desconocimiento del protocolo diplomático al punto de protagonizar verdaderos bochornos internacionales.
Los desatinos y escándalos de Jovel son abundantes. Para empezar, en 2010 el Ministerio Público la acusó de realizar adopciones ilegales. Fue nombrada canciller porque su predecesor, Raúl Morales, no quiso vender su dignidad para expulsar a Iván Velásquez, comisionado internacional contra la impunidad en Guatemala, y ella sí. En octubre de 2017 continuó sus ataques a Velásquez y también atacó al procurador de los derechos humanos. En febrero de 2018 encabezó la delegación que hizo el ridículo ante el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, quien se vio obligado a la penosa tarea de explicarle a nuestros diplomáticos cómo funciona el sistema de administración de justicia guatemalteco y respondió que no a la solicitud necia de remover a Velásquez. También hizo el ridículo al romper el protocolo diplomático al solicitarles a Suecia y a Venezuela que cambiaran a sus embajadores.
Ejecutó una acción servil y rastrera al dirigir el traslado de la embajada guatemalteca en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, posiblemente a cambio de sobornos. Además, antepuso los intereses del millonario estadounidense Sheldon Adelson a la muy legítima demanda de cumplir la ley guatemalteca de acceso a la información pública. Fue la responsable directa de entorpecer el paso por las aduanas de la ayuda que hermanas y hermanos de El Salvador reunieron para los damnificados por la erupción del volcán de Fuego. Demostró servilismo en su primera reacción ante el escándalo de niños encarcelados y separados de sus familias por la patrulla fronteriza estadounidense para luego asegurar que las imágenes de menores enjaulados eran «falsas», pese a la escandalosa evidencia periodística que ya le había dado la vuelta al mundo.
[frasepzp1]
La lista es muy larga. Sin embargo, el ejemplo que mejor ilustra cuán dañina es la gestión de Jovel quizá sea el contraste entre su actuación en el caso de la migrante Claudia Gómez, asesinada de un balazo en la cabeza por la patrulla fronteriza estadounidense, y el traslado de la embajada guatemalteca en Israel.
En el caso de Claudia Gómez, la Cancillería se limitó a apoyar la repatriación de sus restos mortales y a ofrecer asesoría legal a su familia. Jovel no tuvo la decencia de acompañar personalmente a la familia, y hasta el momento no se han realizado acciones enérgicas ante las cortes y demás instancias garantes del respeto a los derechos humanos. Y esta negligencia contrasta con el derroche y despilfarro de recursos públicos, pero sobre todo con la enorme prioridad que en la política exterior de Jovel tienen los grupos que estaban interesados y se beneficiaron con el traslado de la embajada a Jerusalén.
¿Con quiénes quedó bien Jovel con el traslado de la embajada y a quiénes incomodaría con la demanda por justicia para Claudia?
Así, la vergonzosa y nefasta gestión de la canciller actual de Guatemala podría resumirse así: ¿quién es más importante para Sandra Jovel, Sheldon Adelson o Claudia Gómez? ¿A los intereses de quién sirve esta canciller?
Más de este autor