Brad Carrigan, un reconocido cantante estadounidense contó que conoció en el 2005 a Ileana cuando ella tenía 9 años, iba a hacer un concierto en Nicaragua. Él era un muchacho con el destino resuelto, nacido en una familia acomodada; ella vivía en condiciones de pobreza extrema y violentada durante su niñez y adolescencia, él no lo supo inmediatamente pero descubrió su historia al conocer más de cerca la comunidad La Chureca en Nicaragua, donde ella vivía. Brad, me dijo que soñaba con adoptar a la niña y sacarla de ese mundo de pobreza y abuso pero la muerte llegó primero, después de ser abusada desde niña y de ser contagiada de VIH, Ileana con 16 años murió.
Brad sin embargo, no dejó que la tristeza fuera el único recuerdo que le dejara la niña, y su hermana quien sufrió lo mismo, ahora son su inspiración para dar apoyo a La Chureca, a donde envía ayuda para mejorar sus condiciones de vida especialmente de los niños. La historia de Brad Carrigan fue el ejemplo sobre cómo el compartir parte del bienestar puede cambiar la vida de otra gente. Esta historia cerró el foro de donantes y filántropos para Centroamérica que se realizó el martes 19 de junio en Seattle, Washington auspiciada por la Fundación Seattle Internacional, dedicada a aportar a los países centroamericanos apoyo para su desarrollo y alivio a la pobreza.
Allá, los representantes de Estados y sociedad civil centroamericana expusieron ante donantes cuáles son los caminos que deben seguir y priorizar las donaciones que se hagan a los países centroamericanos. La prevención en seguridad y salud, la educación, y combatir la violencia contra las mujeres fueron algunos de los enfoques que la sociedad civil expuso. Mientras que los representantes de los Estados centroamericanos dijeron que es importante seguir aportando a la institucionalidad.
Lo que más me sorprendió fue la propuesta de Roberto Rubio de Fundación Nacional para el Desarrollo, FUNDE, quien explicó que había que aprovechar la “disposición de las pandillas” para negociar y acabar con la criminalidad. Él explicó que se necesitan unos US90 millones para atender durante 5 años a unos 3 mil pandilleros, para que en lugar de delinquir sean productivos para la sociedad. Le dije que ese tipo de propuestas en mi país no funcionarían porque la sociedad guatemalteca es muy conservadora y no estaría inmediatamente dispuesta a eso. Pero sobre todo porque previo a pensar en “ayudar” a los pandilleros, habría que atender a sus víctimas, sector que se quedó olvidado en este país.
En el caso de Guatemala fueron la activista Helen Mack y el Secretario de Planificación Fernando Carrera los encargados de mostrar una rápida radiografía de la situación de Guatemala. Mientras Carrera planteó las acciones que el gobierno realiza, de la necesidad de construir confianzas internas y que se debe dirigir las donaciones a lo local, Mack expuso su rechazo al poco apoyo del gobierno en materia de Derechos Humanos, a la poca prevención en temas de violencia, la militarización y al poco acceso a la justicia.
Entre los datos más sorprendentes fue saber que 60 millones de mujeres en América Latina sufren los efectos de la violencia, ¿Qué tan productivos podemos ser cuando se violenta a tal cantidad de personas? También me sorprendió el trabajo que realiza el programa Diakonia en Guatemala en comunidades indígenas especialmente para abordar temas de salud reproductiva o sobre el matrimonio arreglado y las alternativas para las mujeres jóvenes.
Es indudable que el apoyo financiero y de capacitación de los donantes a nuestros países es necesario, especialmente si van encaminados a la sociedad civil, ahora cuando vemos gobiernos en nuestros países que están velando más por sus negocios que por el bienestar de los y las ciudadanas. Ojalá los donantes entiendan la urgencia de sus apoyos, que estos continúen y se encaminen a fortalecer y desarrollar de forma integral a nuestros países.
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