Por supuesto, Carlos Cash Luna goza plenamente de su derecho de presunción de inocencia, como lo debe gozar cualquier otro ciudadano. Sin embargo, ese derecho no le confiere inmunidad ni lo exime de ser investigado.
Los señalamientos realizados por Mauricio Herrera, un allegado a la familia de Marllory Chacón (narcotraficante guatemalteca conocida como la Reina del Sur y quien purga una condena en Estados Unidos) y expiloto del narcotráfico colombiano, según un reportaje de la cadena televisiva Univisión, son en extremo graves y redoblan la necesidad de una investigación a fondo por parte de las autoridades guatemaltecas y de otros países.
Que Luna y Chacón se conocen y se relacionaron en el pasado es un hecho, y hasta el momento Luna no lo ha negado. Lo que las investigaciones deben esclarecer es qué tipo de relación existe entre ellos y si encuadra en algún tipo delictivo penado por la legislación guatemalteca o internacional. El primer nexo evidente entre Luna y Chacón es el hecho de que eran vecinos en un opulento sector de carretera a El Salvador.
Sin embargo, las sospechas serias y responsables sobre el origen del abundante caudal de dinero que ha recibido Luna, el cual le permite ostentar un estilo de vida caracterizado por la suntuosidad y la opulencia cotidianas, no son nuevas. El primer caso de corrupción que rozó muy de cerca a Luna es el escándalo de la bandera gigante que Roxana Baldetti le donó en 2013 a Casa de Dios. El dominio de esa bandera fue extinguido por la Secretaría Nacional de Administración de Bienes en Extinción de Dominio luego de que el Ministerio Público (MP) demostrara su origen ilícito en la red criminal de Baldetti.
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Pero la necesidad de investigar a Luna y su imperio de opulencia religiosa no se justifica solamente por una vecina narcotraficante condenada en Estados Unidos y por una bandera que le regaló Baldetti. La historia de enriquecimiento sospechoso de Luna se remonta a unos 25 años atrás, según investigó la periodista Paola Hurtado, quien recientemente nos recordó el reportaje de su autoría titulado Efectivo Cash, publicado por El Periódico el 5 de junio de 2005. En ese reportaje, Luna aseguraba que el templo anterior de Casa de Dios, ubicado también en carretera a El Salvador, costó alrededor de 30 millones de quetzales. El megatemplo actual costó alrededor de 45 millones de dólares estadounidenses, más de 11 veces el costo del templo anterior. ¿De dónde ha salido tanto dinero en tan poco tiempo?
Para responder con la verdad esta pregunta es que es tan relevante el testimonio de Herrera a Univisión. Por la magnitud y gravedad del asunto, en mi opinión, el Estado guatemalteco debe conformar con urgencia una fuerza de tarea integrada como mínimo por el MP, la Intendencia de Verificación Especial de la Superintendencia de Bancos y la Superintendencia de Administración Tributaria, con la posible adición de la Contraloría General de Cuentas en caso de que se detecte el uso de fondos públicos guatemaltecos. Además, esta fuerza de tarea nacional debería complementarse con la participación de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés), el Departamento del Tesoro y la Oficina Federal de Investigación (FBI, por sus siglas inglés), entre otras agencias estadounidenses y sudamericanas.
Solo con una investigación exhaustiva podremos ver quién es en realidad Cash Luna: un verdadero siervo de Dios u otro mafioso estafador de almas y corazones, otro de los tantos telepredicadores que tarde o temprano han sido descubiertos.
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