Carta al vocero de la generación X

Para mí, en ese momento vos no eras más que un canche peludo que dos años atrás había sacado una canción de a huevísimo en cuyo video varios adolescentes salían moshando en una cancha de basquetbol. Dorados tiempos en los que MTV era en verdad music television.

Será por la oscuridad de los hechos, el morbo o las ganas de llevar siempre la contraria que busqué tus discos, pero lo cierto es que quise saber más de tu forma de ver y asimilar el mundo en una época en la que escuchaba música por inercia.

Nunca te gustó explicar tus letras. Siempre dijiste que eran una mezcla de tus opiniones sinceras con un montón de contradicciones. Eras creyente de la subjetividad con la que todas las personas entienden y asumen las cosas y, claro, de la música. He de confesarte que tus contradicciones fueron mis verdades.

Toda la vida te asustó y molestó ser menospreciado. La sensibilidad que mostraste en tus diarios, notas, poemas, dibujos y canciones parecía no conocer límites. El precio de jugarse el alma es alto.

Pero esa sensibilidad te llevó a escribir palabras y notas musicales con las que cada joven de esa generación, la X, se pudo identificar. Te convertiste en un vocero generacional influenciado por el punk y el rock, desde los Pixies, los Melvins y los Meat Puppets hasta el anti-folk de Daniel Johnston, el pop de Bowie y el country blues de Lead Belly. Ya no hay voceros así.

Tus discos me abrieron la puerta a toda una nueva gama de música. Así conocí a mis dos bandas favoritas.

Tu aporte a la música fue enorme. Eso todos lo saben. Pero el aporte que tu música tuvo en mí fue determinante para poder asumir la vida desde un punto de vista más crítico, y eso hoy lo considero invaluable. Gracias.

Hace unos días vi Montage of Heck, documental producido por tu hija Frances. Después compré el vinilo del fantástico Unplugged que grabaste con tu banda en Nueva York. Y siento que te he conocido más, que te entiendo mejor. ¿O será que tu música me sigue entendiendo a mí?