El segundo hecho es las discusiones en torno a las fuentes y formas del público, especialmente lo relacionado con la deuda pública, que este año aumentó significativamente sin que hubiera una adecuada discusión pública sobre sus efectos y posibles consecuencias negativas en el largo plazo. Lamentablemente, en éstos y otros casos relevantes, toda la discusión termina en una suerte de “agujero negro”: el Congreso de la República.
El Organismo Legislativo cumple innumerables funciones relevantes dentro de los regímenes de las democracias consolidadas. Una de las más importantes es la de servir de contrapeso al poder unipersonal del Presidente, además de promover la legislación que puede modificar y cambiar la naturaleza política del régimen. En el Congreso se discutirá, por ejemplo, la naturaleza y el alcance de la Reforma y Modernización del Estado, ya que a estas alturas es demasiado obvio que con la institucionalidad pública que contamos, definitivamente no llegaremos muy lejos como sociedad y como país.
Y ahí radica el principal problema que impide sistemáticamente la viabilidad del desarrollo futuro: el secuestro sistemático del Congreso de la República. El lamentable espectáculo de un Organismo Legislativo semiparalizado por las aparentes disputas políticas y el mal uso de la llamada “técnica legislativa” -como el abuso de la figura de la interpelación-, sólo esconde el hecho de que aún con todo el lamentable espectáculo, las fuerzas políticas negocian el descongelamiento de las aplanadoras que en pocas horas aprueban lo que parece imposible, haciendo creíble que la aparente paralización solamente es una cortina de humo para que todos los actores políticos tengan una excusa perfecta para no tener ninguna responsabilidad política frente a la ciudadanía.
Pero la razón de fondo de este errático e irresponsable comportamiento está escondido en lo que podría ser la clave del estancamiento, o la llave para provocar cambios en cascada: las profundas deficiencias de la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP). Mientras sigamos sin una adecuada rendición de cuentas electoral que obligue a los diputados a ser responsables de sus desmadres, o que castigue a las entidades públicas atrás de cada diputado -los partidos políticos-, la lista de males de nuestra sociedad seguirá intacta. La actual LEPP garantiza la total irresponsabilidad pública, ya que el desprestigio político se evade fácilmente al cambiar de partido, o al fundar un nueva institución política que funciona en la práctica como una franquicia política, disponible al mejor postor: los partidos políticos.
Para colmo, la prohibición para la reelección del Presidente de la República garantiza que estos males escalen a la máxima autoridad del país; lo que produce el cinismo y la irresponsabilidad con la que ya nos acostumbraron todos los Señores Presidentes desde 1986 a la fecha.
Indudablemente, aun cuando uno quisiera tener razones para la esperanza, el panorama político de este año sigue siendo tan gris como siempre.
¡Bienvenidos al verdadero País del Nunca Jamás!
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