Mientras la sociedad lo celebraba, ellos lo lamentaban, y el apretón de manos que obligadamente el militar tuvo que dar al sonriente jefe de la comisión lo mostró con el gesto duro, casi de contendiente derrotado.
De balde la intensa propaganda en la que usando palabras del comisionado se quiso evadir de toda responsabilidad en la descarada defraudación al fisco. El militar, incapaz de pedir disculpas y asumir en público sus errores, se ha ido hundiendo cada vez más en sus propias equivocaciones.
Si la prorrogación del mandato de la Cicig es un evidente logro de la movilización social, la debacle del partido de Gobierno es solo una de las consecuencias de la arrogancia, la incompetencia y la ambición de los líderes de esa organización. En lugar de aceptar la equivocación política al confiar en exceso en el secretario privado de la vicepresidenta, a la arrogancia le siguió la mentira y con ello complicó la supuesta inocencia de su cogobernante.
En el ocaso anticipado de su gobierno, el militar muestra a la sociedad que nunca tuvo una estrategia clara y efectiva para hacer salir al país de la crisis. La mano dura se convirtió en gesto de libre paso a los defraudadores al conceder a amigos, colegas de profesión (militares), socios y financistas todas las ventajas para el enriquecimiento acelerado, muchas veces en abierta transgresión a las normas jurídicas existentes. La verborrea autoritaria se tradujo en simple compadrazgo y clientelismo, lo que dio paso a un gobernante que hace lo contrario de lo que vocifera. Incapaz de comprender que el juego político es un permanente escuchar a la sociedad y actuar de acuerdo con el sentir mayoritario, sus acciones han sido generalmente conquistas de la sociedad, las que ha debido asumir como derrotas por su tendencia a la imposición.
Tal parece que, a pesar de buscar obstinadamente el poder durante más de 10 años, ha sido incapaz de comprender que la sociedad, por empobrecida y alienada que esté, no es una tropa silenciosa y obediente.
Si los que tercamente lo acompañan en el Gobierno expresan con sus rostros duros y compungidos su insatisfacción ante la posibilidad de un combate cada vez más eficaz a la impunidad, los que de manera oportunista lo están abandonando no están por ello exentos de responsabilidades y transgresiones. Los sobornos de las empresas brasileñas, así como las negociaciones turbias para controlar las cortes, son faltas claras del hoy supuestamente limpio exprecandidato presidencial.
De ahora en adelante, el ritmo y la profundidad de las conquistas políticas los darán la coherencia, la firmeza y la cohesión que la sociedad muestre en sus gestiones y movilizaciones. La renuncia de la vicepresidenta es una de ellas. De no darse, su alejamiento efectivo, aunque no formal del poder, tendría que ser lo mínimo a suceder. Su enjuiciamiento político y jurídico es indispensable. Su responsabilidad absoluta en la constitución de la red delincuencial que estafó al fisco es evidente, sea por omisión o por participación directa.
Resta deducir responsabilidades al militar y a sus acompañantes, como resta también lo más importante: alcanzar una reforma legal que elimine totalmente el financiamiento privado de las campañas políticas para así avanzar en la readecuación de nuestro cuerpo de leyes y ponerlas al servicio del ciudadano, y no de las élites económicas y de los grupos de interés. Lo primero es aún lograble en esta legislatura. Lo segundo, en el futuro mediato o lejano, según se logre, insistimos, una movilización social multiclasista coherente y en claro respeto a la diversidad ideológica, étnica y política de la sociedad guatemalteca. Un país en el que progresemos todos aún es posible, y el primer paso, seguro y certero, es alejar del poder, enjuiciar y sancionar a los saqueadores del erario público. Su logro está a nuestro alcance, siempre y cuando sepamos avanzar cohesionados, sabiendo que el debate sobre cómo lograr un país más justo deberá ser sobre las ideas y las propuestas, y no a partir del poder del dinero, mucho menos el de los fusiles y las metrallas.
Más de este autor