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Integrantes de Antigua al Rescate, acompañados de rescatistas internacionales, brindan apoyo para abrir una brecha en lo que era el callejón principal de San Miguel los Lotes, el jueves 5 de julio / Simone Dalmasso

Antigua al Rescate, los rescatistas incómodos

El grupo de voluntarios pasó de ser un colectivo de espontáneos colaboradores a un grupo de rescatistas, organizadores, brigadistas y hasta líderes políticos
“Desconozco a esta oenegé, comité u organización. Solo sé que han estado metidos allí para recuperar cuerpos”, dice el director del Sistema de Comando de Incidentes de Conred
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Antigua al Rescate, los rescatistas incómodos

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Tras la erupción del volcán de Fuego en junio pasado, el pueblo San Miguel Los Lotes, en Escuintla, dejó de existir. La comunidad ha peleado desde los primeros días la posibilidad de encontrar a sus familiares para darles sepultura; una lucha que ha apoyado la sociedad civil, entre ellos siete antigüeños que han dejado sus labores diarias para convertirse en rescatistas. Su constante estado de alerta les llevó incluso a la caravana de migrantes, a quienes apoyaron con medicina e hidratación durante su paso por Guatemala.

 

—¿Le podemos ayudar en algo señora? ─preguntó Daniel Torres a una mujer angustiada que ingresó a la casa en la que se encontraba junto con un grupo de compañeros.

La mujer angustiada era Norma Ascón Acajabón, quien no supo que responder.

Norma llevaba una semana de andar de albergue en albergue, cuando ingresó a aquella casa de puertas abiertas que encontró en Ciudad Vieja, en Sacatepéquez, para buscar ayuda. Aún no se sentía capaz de regresar a San Miguel Los Lotes, el pueblo que había quedado soterrado por la erupción del volcán de Fuego.

La casa estaba llena de soldados, bomberos y varios civiles que almorzaban después de participar en las tareas de rescate y asistencia a las víctimas del desastre. Era una casa prestada para el descanso de los militares, donde también trabajaba un grupo de antigüeños que se conoció en el parque durante la recaudación de víveres en la primera semana después de la erupción. Trasladaban abarrotes a los damnificados y daban almuerzos a quienes estaban en el lugar.

Sin esperar la respuesta de Norma, y creyendo que al igual que el resto de los damnificados la visitante requería ayuda en especie, Daniel pidió a sus compañeros que prepararan una caja con suplementos.

Simone Dalmasso

Norma no rechazó la ayuda. Pero no era eso lo que buscaba en aquel momento. Se acercó a la única mujer del grupo, Sofía Letona, y le explicó que en realidad lo que necesitaba era encontrar a sus familiares.

─Con gusto ─respondió entusiasta Sofía—. Díganos sus nombres y vamos a buscarlos en los albergues personalmente. ¿Para dónde cree que agarraron?

─Es que no están vivos —respondió Norma—. Están en Los Lotes y necesito ayuda para sacarlos.

En ese momento, sin saberlo y casi por instinto de solidaridad y humanidad, el grupo de voluntarios que se encontraba ese día en ese lugar pasó de ser un colectivo de espontáneos colaboradores a un grupo de rescatistas, organizadores, brigadistas y hasta líderes políticos. Así nació Antigua al Rescate.

*  *  *

La capa de arena volcánica, las piedras que llegan a medir cinco metros y la mezcla de lava con tierra que provocaron las lluvias y la erupción, complican la búsqueda de quienes murieron en la devastadora erupción del volcán de Fuego el pasado 3 de junio. El caos se prolongó durante más de diez días. Aún a las 12 del medio día el paisaje era gris. El sol alcanzaba con algunos rayos la comunidad de San Miguel Los Lotes, la más afectada, pero el horizonte era opaco. El pueblo ha quedado inhabitable. La lluvia de la tarde y la temperatura alta de la tierra que aún contiene fuego eran una advertencia: la hora máxima para buscar cuerpos era las 14 horas. Después de eso, la vida de quienes trabajan en el lugar corría demasiados riesgos. Tantos que la Coordinadora Nacional de Prevención de Desastres (Conred) prohibió la presencia de familiares de damnificados, rescatistas y civiles que quieran colaborar.

Según las cifras oficiales, el desastre se cobró la vida de 188 personas; 240 fueron declaradas desaparecidas; sus familiares creen, están seguros, se encuentran soterrados bajo las toneladas de arena y rocas que el volcán de Fuego lanzó sobre San Miguel Los Lotes, un pueblo que hoy día sigue siendo considerado de alto riesgo.

Norma Ascón Acajabón, de 34 años, vivió ahí junto a decenas de familiares. “En mi casa estaban mis dos hijos. En otra de las casitas que estaban en el mismo terreno estaban mi mamá y mi papá, en otras mi hermano y algunos sobrinos, mis hermanas y mis abuelos. Pasé un mes buscando. En total, de la familia Ascón, perdimos a 32 familiares”.

Simone Dalmasso

Ese 3 de junio, Norma se encontraba en sus labores de empleada doméstica en la casa de la finca Bella Vista, a unas dos horas a pie de su comunidad. Por ser domingo, a las 14 horas ya iba de regreso a su casa y en el camino recibió la llamada de su hermana Dina. Malas noticias.

Su instinto la llevó corriendo a su comunidad, pero cuando intentaba cruzar Alotenango, un municipio de Sacatepéquez cercano a Los Lotes, ya no pudo pasar.

“Di la vuelta por Bárcenas y me fui a Escuintla a buscar a los albergues. Allí encontré a mi hermana Dina. A los cinco días me topé a uno de mis hermanos, que estaba buscando a nuestra familia. Todo el tiempo con preocupación”, explica nerviosa por el recuerdo. Días después supo que su mamá estaba en el Hospital San Juan de Dios, en la capital, y que había sufrido quemaduras graves, por lo que requería atención especial.

Lluvia negra en la Antigua

“Era un domingo normal. Andaba por Alotenango porque fui a traer a unas amigas e íbamos a comer y a tomar algo. Yo iba manejando. En el camino veo la magnitud del volcán, veo cómo se movían las nubes de flujo piroclástico. Paso por la Municipalidad, me desvían al parque y el paso está cerrado. Me estaciono para ver qué podía hacer y el alcalde del municipio se acerca. Una de mis amigas lo conocía así que nos dieron un carné y empezamos a atender personas que ya estaban siendo evacuados”.

Freddy Torres es el integrante más joven de Antigua al Rescate, con 21 años. Es graduado de asistente dental y antes de unirse al grupo trabajaba como instructor de banda en su antiguo colegio. Su objetivo ahora es formarse para ser un rescatista profesional. “Nadie de mi familia sabía dónde andaba ese día. Se enteraron por las noticias”, cuenta. No tuvo tiempo de pensar en avisar; había que actuar rápido.

Daniel Torres, su hermano, es ortodoncista y también forma parte del grupo. Él se encontraba en casa, en Antigua, cuando la arena volcánica comenzó a caer. “Nos enteramos de la magnitud y decidimos que debíamos empezar a juntar víveres”.

Decenas de voluntarios convivieron durante el domingo de la erupción. En el transcurrir de esa semana, las decenas se fueron reduciendo hasta quedar solo los hermanos Freddy Eduardo y Daniel Emanuel Mora Torres, Héctor Alfredo Ángeles, Vera Sofía Letona, Willy Leonel Posadas Rodríguez y Marcos Samuel Duarte (Reyes quien ya era amigo de Freddy).

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“Había que confiar entre nosotros, aunque nos conociéramos de antes. No había de otra”, comenta Ángeles.

“En Guatemala las emergencias suceden seguido, y sabía que los pobladores iban a necesitar ayuda”, cuenta Duarte acerca de su adhesión al grupo. “Me detuve a pensar que esa gente lo había perdido todo. Tenía que ayudar”.

Y mientras organizaban la ayuda que llegaba al parque, un picop se detuvo frente a ellos.

“Un amigo mío, rescatista independiente que estaba en Los Lotes me llamó para contarme que no había material para trabajar allá. Ni una mascarilla. Familias sin víveres y muy poco equipo para buscar sobrevivientes. La situación era de desatención por parte del Gobierno”, se queja Fernando José Barillas Santa Cruz, el mayor del grupo, exvocero presidencial durante el gobierno de Álvaro Colom y conductor del picop que estacionó frente al punto de acopio.

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Con 43 años ha trabajado cerca de varios desastres naturales. Hizo carrera en la gestión pública y por ello participó en la atención a emergencias de varios gobiernos. Los huracanes Mitch en 2003 y Stan en 2005, y la tormenta Agatha de 2010 que se juntó con la erupción del volcán de Pacaya. Desde que dejó de ser funcionario en 2011, se dedicó a la gestión de proyectos de inversión, y a partir de junio de este año a Antigua al Rescate, el colectivo que busca ser una asociación de rescate y apoyo a damnificados.

“Le dije a mi amigo que nos juntáramos para canalizar ayuda que estaba llegando a Conred, pero nos dijeron que nadie podía tocar esos víveres, así que nos fuimos. Pasamos frente al centro de acopio en el parque de Antigua y nos detuvimos. Allí conocí a Sofía y a los demás”, explica Barillas. Consiguieron otro par de picops para llevar ayuda y se encaminaron a El Rodeo, Escuintla. Barillas fue el séptimo en integrarse al grupo después de varios días de viajes y una conferencia de prensa donde denunciaron lo que consideraban era un actuar lento del gobierno.

Transcurrieron entonces las semanas en que pudieron realizar la búsqueda. Playeras que cubrían sus caras, agua pura para hidratarse y manos calientes al contacto de la tierra. Las horas pasaban y parecían días en la búsqueda de soterrados. “Sacamos 68 cuerpos en 27 horas”, cuenta Letona. “También hemos hecho jornadas de salud. Más de 20 desde la catástrofe. En Morelia, en Santa Sofía, y una en los albergues de transición unifamiliares. Buscamos fortalecernos, queremos ser una unidad de rescate, queremos una sede, queremos capacitaciones, queremos mucho”.

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“Se nos transformó la vida el 3 de julio”, cavila Barillas.

Daniel Torres explica que ya han empezado un entrenamiento para tener mejor condición física. “El objetivo es ir a California, en Estados Unidos, para certificarnos como rescatistas”. Incluso deben agilizar los trámites para inscribirse como asociación porque en enero llega el octavo miembro del grupo: “el primer perro rescatista para Guatemala, capacitado por los topos mexicanos”, cuenta Letona, quien se ha encargado de la coordinación del grupo desde su nacimiento. Su trabajo en la ciudad colonial solía estar en la comunicación y el diseño, a través de edición de revistas, lo que le permite compartir su tiempo con Antigua al Rescate. Ángeles, conocido como Pove, es un poeta y artesano del jade, lo que le permite subsistir a partir de una labor propia.

“Dependemos de algunos trabajos independientes. Sofi en las revistas, Pove con el jade y yo administro un taller mecánico. Queremos atender los desastres y trabajar directamente con aldeas que están en vulnerabilidad, lo que nos consume tiempo. Por eso soñamos con ser una organización formal para poder dedicarnos a ella”, explica Daniel.

Por ahora los proyectos que realizan se cimientan en el voluntariado y en las donaciones de personas individuales y algunas empresas. “Seguiremos hasta gestionar fondos para que Antigua al Rescate se sostenga”, agrega.

Sin experiencia ni trajes de bombero

“Habría que indagar en qué conocimiento técnico o profesional tienen ellos sobre las acciones que están realizando. Hasta donde sé no han presentado un respaldo o una figura jurídica. No sé cuál es su intención u objetivo para estar trabajando en este tema”, responde Julio Sánchez, vocero de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred), al preguntarle sobre la relación de esa institución con Antigua al Rescate.

Los siete inexpertos en el rescate de cuerpos aseguran que su motor ha sido la comunidad. Actualmente cuentan con apoyo económico de personas particulares que han confiado en su labor. Así han ejecutado sus actividades y así sobreviven desde el día uno. Piensan en el futuro y por eso buscan ser una asociación para recibir donaciones de forma regular.

“Desconozco a esta oenegé, comité u organización. Solo sé que han estado metidos allí (en los Los Lotes) para recuperar cuerpos”, dice el director del Sistema de Comando de Incidentes de Conred, Carlos Valenzuela, quien estuvo trabajando con rescatistas de la coordinadora en las primeras semanas de la emergencia.

Y es que la relación de Antigua al Rescate con las autoridades de Gobierno no ha sido color rosa. “En la conferencia de prensa que hicimos en la gasolinera Puma, yo dije que me parecía irónico que los soldados tuvieran que llegar a pedirnos almuerzo si el Ejército seguramente podía pagarles su comida. Y eso desató una molestia, claramente”, explica Letona.

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El colectivo ha arrancado a partir de la presión al gobierno a través de denuncias en conferencias de prensa, comunicados en redes sociales y el persistente apoyo a los comunitarios. La solidaridad alcanzó herramientas políticas que han sido claves para estar en posiciones de decisión junto al Estado. Formar parte de la mesa de diálogo en torno a la catástrofe y apoyar en la búsqueda de cuerpos, son resultados del rol político que han asumido. Que también les ha implicado roces con algunas autoridades.

“Ahora no nos dejan entrar a los albergues de transición unifamiliares. Según el gobernador de Escuintla (Guillermo Domínguez) por órdenes superiores. Sin justificación. Entendemos que le somos incómodos al gobierno porque hemos denunciado la ineficiencia y el abandono ante las víctimas”, dice Barillas.

Valenzuela reconoce asperezas al referirse al grupo rescatista como “los ausentes”, pues explica que no asisten a las reuniones con la gente de San Miguel Los Lotes. “Se les ha hecho invitaciones y no se hacen presentes”, asegura. Antigua al Rescate contradice al afirmar que el acompañamiento a los comunitarios ha sido permanente.

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Norma Ascón, la mujer que perdió a 32 familiares durante la erupción y cuya petición de ayuda motivó la creación del grupo, abunda en agradecimientos para el colectivo. “Han sido de mucha ayuda. Cuando me encontré con Sofi y le pedí ayuda para buscar a mi familia me dijeron que sí. Ese día yo junté un dinero para pagar una máquina que pudiera excavar mi casa. Se fueron a trabajar para buscar a mis hijos. Fue la primera casa de la comunidad”.

Sus hijos, de 15 y 16 años, siguen desaparecidos. Dentro de su casa los socorristas encontraron los restos calcinados de varias personas. Las pruebas científicas del Inacif determinaron que se trataba de un hermano, dos sobrinos y un tío.  

Al ver a los miembros del grupo en el terreno, varios comunitarios se acercaron para pedirles ayuda. En el lugar ya había otros colectivos como la asociación Socorro Alpino Guatemalteco Xela, quienes volvían de una labor de rescate en el volcán Acatenango, cuando por la erupción decidieron moverse a las comunidades. “Evacuamos gente de pueblos aledaños para llevarla a albergues. El lunes logramos evacuar seis familias”, cuenta Edi Soc Osorio, miembro del grupo. “Antigua al Rescate estaba activo en la zona cero así que nos contactamos con Fernando (Barillas) entre lunes y martes para hacer llegar agua potable y otros víveres a las personas”.

A la labor se sumaron rescatistas extranjeros y personas particulares, incluso algunas familias de finqueros de la zona prestaron maquinaria, al igual que Industrias Toledo. “Pero al Gobierno le interesó más la carretera que nuestra gente”, reclama Norma, molesta. En efecto, el trabajo del Ministerio de Comunicaciones era limpiar la carretera para posibilitar el paso entre Alotenango y Los Lotes. El enfado estaba dirigido a no contar con apoyo para el rescate.

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“Hubo policías que apoyaron, gente de Provial, bomberos Voluntarios, Municipales, Cruz Roja, la Asociación Nacional de Bomberos Municipales Departamentales, que evacuaron y trasladaron gente a centros hospitalarios cercanos”, cuenta Valenzuela. Entidades claves que podrían tener mayor experiencia, pero que aun así se enfrentaban a algo nuevo. “Hubo bomberos que se quemaron los pies a pesar de las botas”, dice.

“Ni en Guatemala ‘ni a nivel internacional’ existe un protocolo para el rescate de personas tras una erupción volcánica”, agrega el funcionario de la Conred. “La tierra era tan caliente que quemó las tarimas de madera que se estaban utilizando como puentes improvisados. Las temperaturas eran entre 150 y 200 grados centígrados”.

Valenzuela explica que la prioridad de las autoridades estaba puesta en la seguridad del personal. “Alegan que por qué no metemos personal a trabajar en el área, pero es por seguridad de los rescatistas. No es que nos falte sensibilidad humana, al contrario, trabajamos mientras se pudo”, justifica.

Los comunitarios también tenían claras sus prioridades, y por eso insistían en la búsqueda de sus familiares. A las 6:00 de la mañana llegaban al lugar y el ingreso de las máquinas era a las 6:30. “El día que el Gobierno dispuso reinaugurar la carretera, una patrulla de la policía nos tapó el paso y dijeron (los policías) que no podíamos entrar. Entonces decidimos tapar la carretera para hacernos escuchar”, dice Ascón. Fue a través de esa acción que lograron acordar 20 días más de búsqueda con el gobernador de Escuintla, Guillermo Domínguez.

La catástrofe y la no evacuación de las comunidades aledañas resultó en 188 personas fallecidas, 240 que se encuentran desaparecidas y 12,823 evacuadas en los departamentos de Chimaltenango, Escuintla y Sacatepéquez, según datos de Conred.

Ana Eugenia Paredes Marín, docente e investigadora del Instituto de Investigación y Proyección sobre Dinámicas Globales y Territoriales de la Universidad Rafael Landívar, define este tipo de organizaciones como articulaciones entre sociedad y Gobierno, surgidas a partir de un hecho puntual. “En su caso son una organización de voluntarios que a raíz de la catástrofe del volcán se agrupan, se configuran para apoyar demandas y acciones de solidaridad que generen mejores condiciones de vida para otras personas”.

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Puntualiza que la importancia de organizaciones como Techo (con un nivel de organización superior) y Antigua al Rescate, radica en su contrapeso para exigir derechos que el Estado no cumple a la población, a partir del voluntariado.

Paredes explica que el tiempo es un factor importante para el movimiento. “Cumplir con la demanda que permite el nacimiento del grupo, para luego disolverse, les hace efímeros. Al tener una personería jurídica entonces ya es más formal. Implica tener asambleas, acciones concretas, un representante legal. Ellos son muy recientes. Habrá que seguirlos observando”, agrega.

Algunos representantes de la comunidad, entre los que se encuentra Norma Ascón, son acompañados por Antigua al Rescate para asistir a las reuniones con la comisión interinstitucional del Gobierno encargada de la emergencia, que se han celebrado en el Congreso de la República. Allí han solicitado la continuación de la búsqueda de cuerpos, la declaración del sitio como camposanto, la construcción de un monumento que honre a las víctimas y la reubicación del pueblo como comunidad. Un nuevo San Miguel Los Lotes.

“Los jóvenes de Antigua al Rescate nos han ayudado a organizarnos, aunque nos cuesta dialogar y ponernos de acuerdo entre la comunidad. Hemos querido formar un comité de la colonia, pero los del Consejo Comunitario de Desarrollo no están de acuerdo. Creen que queremos quitarles el puesto pero no es así”, explica Norma Ascón.

Los miembros de Antigua al Rescate quieren convertirse en una asociación que favorezca a comunidades en la organización, rescate y ayuda social. Y ampliar su trabajo a otras áreas. “Estar donde la gente nos necesite y dónde podamos colaborar”, dice Barillas.

Cortesía Antigua al Rescate

El pasado 18 de octubre, los integrantes de Antigua al Rescate montaron un centro de entrega de víveres y atención clínica en Palín, Escuintla, para apoyar a la caravana migrante de centroamericanos en su paso rumbo a la frontera de Tecún Umán, con México, en su éxodo hacia Estados Unidos. Hicieron una colecta en redes y emprendieron viaje hasta San Marcos.

“Con la campaña recaudamos 4,700 quetzales que nos sirvieron para rentar dos picops, llenar los tanques de combustible y comer. Hospedaje no porque dormimos en el salón municipal de Tecún Umán (San Marcos)”, explica Barillas. Realizaron una jornada médica en el parque, y por causa de los gases lacrimógenos y enfrentamientos directos con la policía federal mexicana, atendieron a un aproximado de 350 personas en la frontera.

Tuvieron apoyo de tres médicos y una enfermera, además de insumos médicos que han sobrado en las jornadas que realizan para las personas damnificadas por el volcán.

“Nos habría gustado seguir a México, pero ya no teníamos recursos”.

Letona visualiza al grupo como una institución que pueda brindar salud, responder a emergencias con el equipo necesario y capacitar a quienes deseen apoyar. Aspiran a crecer en número de miembros, esperan que la energía del voluntariado en la población sea una constante.

“Hacer todo lo que se debió haber hecho desde un principio con el volcán. Vivimos en un país donde no tarda en haber otra catástrofe natural, hay que estar listos”.

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