En otras palabras, más recortes sociales que desnudan el cinismo de los políticos y el poder de facto de las élites económicas en la toma de decisiones.
Los inmensos mares de personas que acudieron el 19-J nos recuerdan que la democracia también vibra y se mueve, en un acto vital de resistencia. Esa democracia en movimiento es la de las consignas y cánticos improvisados, la del baile y el acogedor estruendo de las batucadas, la que se siente por dentro e inspira a salir, a pronunciarse, a escribir, a no callarse ni conformarse mirando cómo otros arman y desarman campantemente el presente y el futuro, como si tuvieran para ello un cheque en blanco. Esa otra cara de la democracia pone al desnudo las limitaciones de la democracia formal y acartonada, la que nos enseñan en la escuela y en las universidades; esa que considera que la política es una atribución exclusiva del Estado y los partidos políticos.
La democracia que se mueve es rebelde, capilar y crítica. Peligrosa, por su capacidad de demostrar sin tapujos que estamos en un momento global de máxima tensión entre democracia y capitalismo. Informal y políticamente incorrecta: grita en verso; protesta bailando; ridiculiza lo hegemónico, su pensamiento, sus discursos y sus formas. Es pensamiento, creación incesante y emociones intensas. Es gente movilizada y empoderada sin estructuras jerárquicas ni respaldo de caudillos o partidos políticos, que puede llegar a lograr cosas impredecibles: hasta hoy ha logrado —¡y eso ya es un gran decir!— poner en entredicho la aceptación pasiva del sistema en el imaginario de la ciudadanía, cuestionando la priorización del lucro y la acumulación de riqueza sobre la vida de las personas; ha logrado generar un gran estrés institucional, levantando una discusión pública y muy seria sobre la legitimidad de los representantes, y ha logrado desafiar las categorías tradicionales con las que hasta hoy hemos acostumbrado a interpretar la política. Esto último se nota, por ejemplo, en la actitud de los medios de comunicación, quienes desde el primer día se han dirigido al 15-M buscando una “cabeza” un “líder o representante” para entrevistar. Se nota también en la insistencia de usar una clave acartonada para formular preguntas: “¿Cuál será la posición del 15-M respecto a quién votar para las próximas elecciones?”, “¿Piensan conformar un partido político?”, “¿Cuáles son sus siguientes pasos, es decir, bajo qué estructura se configurarán para ser tomados en cuenta?”.
Se ve que cuesta lidiar con la perplejidad que produce un movimiento lanzado a la calle y organizado en constante asamblea y deliberación desde hace más de un mes. Cuesta creer que se mantiene y crece. Que se ha descentralizado y que eso, en lugar de disgregarlo, le dio la fuerza de convocatoria que se vio el domingo 19-J. Cuesta creer, incluso a muchos simpatizantes, que sobrevivirá de esta manera. Cuesta mucho saltar al vacío de lo incierto, al margen de los canales ya conocidos.
Yo tampoco lo tengo claro, pero si algo confirmo es que la racionalidad bajo la que nos entendemos sufre un bochornoso corto circuito cuando pasan estas cosas. Que estamos deformados en un ir por la vida con la necesidad imperativa de puntos de partida y horizontes de llegada que se nos dan “enlatados y listos para servir” mediante leyes y políticas. No sabemos apreciar lo que está en creación. No sabemos descifrar los constantes mensajes de la realidad cotidiana de la que somos parte. Tenemos aversión al riesgo, a lo desconocido. Y por eso, ocurre entonces que hasta los más comprometidos con las transformaciones, dudan y se cuestionan si esto irá para algún lado o si será mejor tirar la toalla, levantar la asamblea y apostar al voto y a la conformación de un partido como ruta prescrita para la tierra prometida. Cuesta entender un movimiento social de resistencia que no se traduzca en una lucha por el poder institucionalizado.
Por el momento me parecen absurdos los intentos de presagiar lo que ocurrirá. Eso ya lo veremos, la historia lo contará. Mientras tanto, a lo mejor es más interesante dejarse sorprender con lo que está pasando hoy, afuera, en las calles y abonar al desarrollo de tácticas y estrategias que lo hagan viable. Ponerle coco a esto que está emergiendo con una tremenda y contagiosa fuerza política. Esto que nació el 15 de mayo y continúa creciendo, con todo y sus incógnitas, contradicciones y esperanzas. Esto que pone a prueba el vanguardismo arrogante de las teorías modernas y críticas, demostrando la urgente necesidad de mirar a la experiencia de lo real para explicarnos el mundo, para transformar las formas tradicionales de producir conocimiento, de valorar saberes diferentes.
El 15-M en este momento histórico nos habla de la posibilidad de la política en la calle, en la plaza, en el barrio. Nos habla de la posibilidad de valorar el sentido de lo colectivo, junto a gente vecina pero hasta ayer desconocida, que comparte preocupaciones, penas, inquietudes y sueños de un futuro diferente a lo que hay. Nos habla de la denuncia de un orden económico global injusto, que no afecta solo a España, sino, desde las particularidades de cada realidad política, nos está afectando a todos.
Les recomiendo este libro digital que recopila documentos varios
sobre el 15-M http://www.rebelion.org/docs/129727.pdf
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