Ahora bien, estos eventos comerciales que hicieron extenderse ocho años la Ronda Uruguay y ahora llevan entreteniendo ya 10 años la Ronda Doha, no son los que necesariamente inciden el día a día del comercio alimentario mundial; son los temas relacionados a la inocuidad de los mismos alimentos (inocuidad es la condición que garantiza que el alimento no enferma o mata al consumidor y sus dos vertientes principales son la no presencia de microorganismos o residuos de plaguicidas u otros químicos).
Las frutas y las hortalizas, cuya presentación es en fresco y su consumo en la mayoría de ocasiones no tiene cocción previa, son los productos que tienen mayor riesgo de ser sujetos a restricciones, y tienen un riesgo mayor: aunque la restricción sea levantada por las agencias oficiales al no comprobar la contaminación atribuida o que se haya establecido que las condiciones variaron y los productos no representan riesgo, la exposición del caso en los medio masivos de comunicación hacen que los consumidores no los adquieran y entonces “mueren en el anaquel”.
Estas dos últimas semanas, las infecciones por e-coli que han causado más de 20 muertes a la fecha en Alemania y otros países llevó a las autoridades de este país a un incomprensible por precipitado señalamiento de culpabilidad a pepinos españoles; luego de demostrarse que no eran estos los agentes causales, cometieron un desliz más aún antes de poder identificar con un nivel aceptable de certeza a brotes germinados manejados orgánicamente en una unidad productora de su mismo país.
En este caso se causó un daño económico serio a los productores del sur de España y en especial a una cooperativa al haber sido señalados sin fundamento como causantes de la crisis; menos mal para ellos ya la Unión Europea asigna fondos para resarcirlos económicamente, ya que en este como en otros casos la restitución moral es inexistente quizás por inútil.
Pero la historia en este lado del mundo difiere en el sentido de la mentira, mintieron los burócratas científicos alemanes por precipitados y se vieron pocos serios; en nuestro continente les ha tocado pasar por estas situaciones a uvas chilenas, frambuesas guatemaltecas, fresas mexicanas, melones hondureños y otros más, no siempre con una razón justa y en algunos caso a costa de la destrucción de una industria precisamente por intereses empresariales en los mercados de destino que van más allá de los errores burocráticos, las mentiras acá fueron en su momento acompañadas de toda la mala intención posible.
Cada vez nos ha tocado menos sufrir como país con este tema, pero la espada de Damocles se columpia rítmicamente sobre nosotros mientras no logremos institucionalizar de la mejor manera las habilidades que hemos desarrollado para mostrar la calidad y la inocuidad de nuestras hortalizas y frutas de exportación, la base productiva de estos cultivos son pequeños productores que aprovechan el trabajo familiar y las deseconomías de escala, allí está; otra de las tareas urgentes e importantes.
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