Dicha antiquísima festividad hebraica, al igual que tantas festividades de colectivos sociales en vivencias primitivas, tiende a remarcar el sentido de la pertenencia de grupo e impregnar en la memoria colectiva los hechos trascendentales del grupo en cuestión. James Frazer se dio gusto (literalmente) comparando los rituales de pasajes, historias y mitos del Antiguo Testamento propios de los grupos semitas con las historias de grupos humanos que jamás habían tenido algún contacto con misioneros cristianos. El final de la historia es interesante, pues hay, en efecto, una profunda similitud en los relatos y con ello se resta algún grado de legitimidad a la exclusiva revelación del dios de la tradición semita. Sin embargo, el énfasis de esta introducción se encuentra en el sentido del ritual de pasaje.
El Ritual de Pasaje es la sumatoria de los componentes de significación simbólica que permiten darle una cronología a la vida humana, a los tiempos, a los momentos. En concreto, a las etapas. La Fiesta de la Pascua recuerda, precisamente, el momento en que —según la tradición hebrea— el antiguo pueblo de Israel fue liberado de su opresión bajo el dominio del Faraón. (El debate persiste aún sobre quién es el Faraón del Éxodo. Se menciona a Amosis I, Tutmosis III o Amenhotep II, de la Dinastía XVIII, siglo XV a. C. Más popular es la idea de Ramsés II o Merenptah, de la Dinastía XIX, siglo XIII a. C). Disputa interesante para quienes vivimos en el subempleo (ocio productivo…). Pero, punto aparte, el sentido de la Pascua Hebrea se retoma en el judaísmo romanizado (también llamado cristianismo). Su sentido es llevado a una dinámica existencial, la Pascua Cristiana es ahora la celebración del triunfo de la vida eterna sobre la verdadera muerte. Entonces, la existencia humana, fría, finita y a veces sin sentido, se redime en el Gólgota.
Cuestiones de teólogos o estudiosos de las Religiones Comparadas. En la Pascua retomó el sentido estricto de la liberación del hombre que es hecho esclavo por sus semejantes. Las plegarias hebraicas que describen la opresión sufrida en la experiencia de la esclavitud rezan así: Elohim Ha-tishma shavatenu haraba, hatig al misivloteynu; Oye Dios nuestro sufrimiento y libéranos. El sentido universal de la Pascua, es, entonces, hacernos recordar que la liberación está siempre por venir. Ya sea el Dios de la tradición, o la divinidad actuando a través de los hombres o secularizando la noción de Dios en un sistema de gobierno más humano e incluyente…, Dios o la utopía, cómo sea que fuese, las cadenas se han de romper.
La noche de Pascua, que no es como todas, debe servir como recordatorio en cuanto a que toda opresión, toda injusticia, toda violencia contra el débil, todo tirano, toda esclavitud moderna... que todo aquello que no es justo y aún persiste, se rompa en mil pedazos. Dios, Mesías o utopía, igual da. Pero has de venir pronto y hacer todas las cosas nuevas.
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