La frase atribuida a Albert Einstein que nos dice que la estupidez humana, al igual que el universo, es infinita puede ser cierta pero nos deja pensando que esta estupidez va la mayor parte de veces acompañada de la indolencia o la maldad que se encuentran en el mismo género.
La capacidad de asombro se va agotando ante la crueldad de crímenes como los femicidios que incluyen el desmembramiento de las víctimas y todos dicen que debemos hacer algo. Este domingo leí una publicación en la ...
La frase atribuida a Albert Einstein que nos dice que la estupidez humana, al igual que el universo, es infinita puede ser cierta pero nos deja pensando que esta estupidez va la mayor parte de veces acompañada de la indolencia o la maldad que se encuentran en el mismo género.
La capacidad de asombro se va agotando ante la crueldad de crímenes como los femicidios que incluyen el desmembramiento de las víctimas y todos dicen que debemos hacer algo. Este domingo leí una publicación en la cual se describen casos de detenidos y desaparecidos dentro del conflicto armado interno, en uno de ellos se describe cómo la esposa, el cuñado y el hijo de un dirigente universitario secuestrado fueron torturados y asesinados a los pocos meses de su desaparición en la década de los ochenta: ¡el cadáver del niño de dos años fue encontrado con las uñas arrancadas! ¿Cuál es la diferencia básica entre los mareros que desmiembran y los agentes del Estado que le arrancan las uñas a un bebé?; hace más de 30 años que debimos hacer algo para reducir a los sociópatas que albergamos en nuestra sociedad.
Antes las tormentas convertidas en catástrofes se ubicaban en décadas distintas, luego en lustros y ahora son anuales, tranquilos que pueden darse hasta dos en un año. En los años cincuenta se construyó el primer mapa de suelos en Guatemala, aparte de su clasificación una de las conclusiones era terminante: el 65% del territorio nacional es vulnerable a deslizamientos de tierra; durante casi 20 años a partir de esa fecha se hizo algo, se conservaron suelos; y por casualidad a partir otra vez de los ochenta se abandona esa práctica y ahora nos encontramos de nuevo con que no podemos dar fe ni de donde estamos parados, por donde caminamos o si en las siguientes horas existirá el lugar en que sembramos. Claro, hay que hacer algo o hay que volver a hacer algo, pero había que hacerlo ayer.
“Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé, en el 506 y en el dos mil también”, así inicia la letra del tango que da nombre a esta columna; este maravilloso mensaje (maravilloso por sincero, no por rosado y tafetán que parece ser lo que gusta últimamente para drogar la conciencia respecto a la realidad) llama a la reflexión de cómo, cuando fue escrito por José Santos Discépolo en los años treinta del siglo XX, ya daba igual ser estudiado, trabajador y decente que iletrado, haragán o mafioso; ahora, 80 años después no solamente da igual, es que se admira al mafioso, al mentiroso, y los actos sociales que provienen de los individuos que desprecian el esfuerzo decente por ser mejores humanos. Es tiempo de llamar a una conciencia social, que menosprecie a quienes ahora lucen el cinismo y la ausencia de conciencia como virtudes y nuevas modas de ciudadanos distinguidos; pongamos de moda el desprecio a los sociópatas de siempre, no seamos indolentes.
Más de este autor