Lo dije el 21 de noviembre recién pasado en mi artículo Gabinetón Pérez: “El ridículo internacional que sufrimos en aquella época está muy cerca de repetirse”.
Me refería al gobierno de Romeo Lucas García y sus monumentales clavos diplomáticos. También traje a colación la inacción de su canciller en la quema de la Embajada de España y un estimado comentarista nos recordó otro pincho descomunal: el desplante de don Fidel Castro al no recibir la Orden del Quetzal. Este último muy actual. Basamento: ineptitud e ingenuidad de quienes se meten a dirigir la diplomacia guatemalteca.
Un común denominador salta a la vista entre el canciller de Lucas García y el de Pérez Molina: Miembros de sectas e inexpertos en el manejo de una Cancillería. El problema es ahora para Guatemala y para el futuro presidente, quien deberá cargar con el gazapo.
Según la prensa escrita del país, Harold o ¿Haroldo? Caballeros anunció la presencia del mandatario de Irán, Mahmud Ahmadineyad, en la toma de posesión del presidente electo Pérez Molina. Luego se dijo que el encargado de protocolo del PP y la vocera de la Cancillería negaron la noticia y, por supuesto, el Tío Sam no tardó en respingar: El embajador Arnold Chacón, según El Periódico del 04 de enero, se comunicó con el futuro canciller y este admitió que se había equivocado. Pero, lo sorprendente del caso es que haya querido endosarle la culpa a los medios de comunicación. A decir del mismo rotativo de fecha 03 de enero, Caballeros aclaró que “dio los nombres debido a la insistencia de los medios de comunicación”. Se refería a Ahmadineyad y al Príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón.
¿Qué buen diplomático o experto en relaciones internacionales se deja presionar por la prensa (si es que así lo fue) para dar semejantes declaraciones? Lo cierto es que, a estas alturas del campeonato ya no importa si Ahmadineyad fue invitado o no; si lo hizo la actual Cancillería o don Haroldo Caballeros; si fue, como dice otro rotativo, una intención de un secretario de la embajada de Irán o lo que parece ser: un infeliz desliz del futuro ministro de Relaciones Exteriores.
Cuando digo que el problema es ahora para Guatemala y su futuro presidente no estoy descubriendo el agua salada. Baste ver la caricatura de Fo en Prensa Libre del 03 de los corrientes titulada Un invitado especial. También, el editorial del mismo periódico en la misma fecha. A tenor de tales publicaciones, es incuestionable que a Guatemala se le complica el panorama: en la ONU, a nivel de la comunidad internacional y particularmente, se distienden las relaciones con Estados Unidos, y de suyo, con Irán. ¿Qué necesidad había de entrar en conflicto con un gobierno teocrático que está realizando maniobras militares y amenazando con bloquear el estrecho de Ormuz para dejar sin petróleo a todo el Occidente? ¿Era prudente halarle las barbas al Tío Sam que a su vez está presionando al gobierno de Irán y entre ambos llevando al Medio Oriente al borde de otra guerra estilo la de Irak?
Ni qué decir de quienes ahora se están rasgando las vestiduras porque don Mahmud Ahmadineyad es amigo del presidente Chávez, de don Fidel Castro y Daniel Ortega. Suficiente según ellos para no aceptar su presencia en nuestro país.
Don Haroldo Caballeros debe guardar más sensatez. También, aprender de la cautela y del alejamiento de protagonismos de la futura Primera Dama. Asimismo, considerar para su coleto la mesura del nuevo ministro del Interior. Esperanzas hay.
De algo estoy muy seguro: Edmond Mulet no habría tenido tamaño traspié.
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